Daño colateral Controladores de Tránsito aéreo Promoción CIPE 2011 A mediados de diciembre de 2011, nos recibimos como controladores de tránsito aéreo civiles, luego de responder a un llamado público en febrero, pasando con éxito los exámenes de ingreso y psicofisiológicos, entrevistas y una vez comenzado el curso, aprobando los contenidos teóricos y los prácticos de laboratorio. Realizar ese curso (de doble jornada, lunes a viernes), no fue sin sacrificios: compañeros trabajando de madrugada, postergando estudios universitarios; pagando transporte, alimentación y alquileres, los que provienen del interior del país. Las incertidumbres que nos surgieron a partir del Decreto 1840/2011 (en donde se especifica el traspaso del tránsito aéreo a la esfera militar) nos llevaron a pedir una reunión con el director de nuestra institución (Centro de Instrucción, Perfeccionamiento y Experimentación –CIPE–, dependiente de la Administración Nacional de Aviación Civil –ANAC–) en noviembre, en la cual se nos aseguraba los puestos y destinos prefijados, trabajando para la ANAC, en comisión para la Fuerza Aérea. Con ese antecedente, fue mayor la sorpresa que recibimos el mismo día del egreso: para poder trabajar, debíamos (debemos) convertirnos en militares, luego de recibir tres meses de instrucción militar a partir del mes de marzo. Fue una noticia que realmente nos desanimó, ya que respondimos al Estado y fuimos preparados para desempeñarnos como civiles; muchos no cumplimos con los requisitos para ser militares (ser menores de 30 años, requisitos físicomédicos y estéticos) pero que no tienen ninguna relación con ser controladores de tránsito aéreo, a la vez que la vocación militar no fue elegida por ninguno de nosotros; tampoco hay certidumbre respecto a los destinos de trabajo, y los sueldos siendo controladores militares representan menos de la mitad de los que recibe un controlador civil. Somos el daño colateral de un conflicto del que no fuimos parte. No sabemos de qué se trata; sí sabemos es que estamos capacitados.
