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20/07/2012 La Voz del Interior (Córdoba) - Nota - Política

Castigo por no ser estatal

Por Adrián Simioni

Ante una Aerolíneas Argentinas que no logra equilibrar sus cuentas, el Gobierno nacional decidió ayer salir a garantizarle una mayor cantidad de clientes: sus propios funcionarios y empleados. La decisión divide aguas. A muchos les parece lógico que el Estado, siendo dueño de una aerolínea, le compre sólo a ella los pasajes. Suena lógico.

De todos modos, entraña algunos problemas. Desde que fue estatizada, Aerolíneas ha tenido más clientes, puede ser por una mayor demanda de una economía que creció, el abaratamiento del dólar que incrementó el turismo hacia otros países o el fuerte vuelco de fondos nacionales en nuevos aviones y oficinas, que amplió la capacidad de la aerolínea. Seguramente es una combinación de todas esas cosas.

Pero también creció el rojo. Para todo este año, el Estado pensaba subsidiar el rojo operativo de la aerolínea con 2.000 millones de pesos. Pero en el primer cuatrimestre ya se había consumido 1.072 millones, según la Asociación Argentina de Presupuesto (Asap). A ese ritmo, necesitaría 3.000 millones para cerrar el año.

El Gobierno parece apostar a diluir ese déficit aumentando la escala, para que el subsidio por pasajero sea menor. Puede ser. Lamentablemente, Aerolíneas es una empresa opaca: no da cifras. Su último balance es de 2008. Y, por lo que se puede ver hasta ahora, da la impresión de que, con más pasajeros, su déficit no ha bajado. Subió. O sea que garantizarle pasajeros podría implicar también garantizarle un mayor rojo.

Del otro lado, las ventajas que el Estado le ha ido dando (vuelos internacionales desde Aeroparque y ahora clientela cautiva, pero sobre todo los enormes subsidios), en detrimento de otras aerolíneas que cometen el pecado de no ser estatales, suponen una competencia desleal.

Si el tiempo pasa y Aerolíneas sigue acumulando déficits y ventajas, la lógica indica que el sistema terminará con una sola aerolínea estatal (en la que llevar un pasajero es más caro, más allá de que pague el cliente o el Estado con subsidios) y ni una aerolínea privada, donde llevar un pasajero cuesta menos. La desaparición de las empresas privadas implicará, si nada cambia, que la estatal deberá trasladar a más gente, requiriendo entonces aun más subsidios a un Estado que, si extiende esa lógica a toda la economía, en algún momento no dará abasto. No es una fantasía. Llegar a ese punto toma muchos años, pero la Argentina ya arribó una vez a esa situación.

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