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21/11/2013 - La Nación

Nota - Política - Pag. 6

La misma de siempre, con una nueva imagen

En su regreso, la Presidenta volvió a relajar el luto estricto que marcó sus últimos tres años

Nueva etapa. Nueva ropa. Cristina Kirchner relanzó ayer, desde la política y desde la imagen, el gobierno con el que transitará sus dos últimos años de gestión. Después del sorpresivo cambio en su look, la vuelta a la Casa Rosada mantuvo la misma tónica: la Presidenta incorporó ya como marca registrada un luto más relajado en un gesto destinado a mostrar una imagen renovada tras la derrota electoral y la licencia que la tuvo fuera de juego durante 45 días.

Una falda plateada debajo de un tul negro con flores bordadas fue el conjunto elegido por la Presidenta en su presentación pública, un dato que ya había expuesto en el video con el que el lunes reapareció desde la quinta de Olivos. Entonces, había optado por cortar el negro que viste desde hace tres años con una camisa blanca. Ayer apeló otra vez a relajar el peso de su vestimenta oscura que marcó su imagen desde la muerte de Néstor Kirchner.

Rodeada de los líderes de La Cámpora, que ayer le ofrendaron una bienvenida cargada de militantes, la Presidenta se incorporó de a poco a la gestión. En su paso ante el público, se mostró siempre cerca de Andrés Larroque y de Mariano Recalde. También la acompañaban el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, su nuevo sostén político.

Cristina llegó puntual a la Casa Rosada por tierra, ante la prohibición de viajar en helicóptero a la que la obligaron sus médicos. Saludó gentil a la guardia presidencial y a paso rápido, se encerró en su despacho con un puñado de colaboradores. La esperaban con sus flores preferidas, las rosas blancas, ubicadas en los pasillos y en su escritorio, en el primer piso. En los minutos que esperó el comienzo de la ceremonia de jura de sus nuevos ministros, Cristina estuvo acompañada por Ofelia, su madre, la única integrante del círculo familiar que ayer estuvo con ella en el regreso oficial.

La Presidenta retomó el mando de manera paulatina y así seguirá al menos hasta el año próximo. Está previsto que una vez que se someta a los exámenes que todavía le quedan pendientes, a partir del 10 de diciembre viaje por al menos una semana a El Calafate en un segundo descanso, que se tomará tras la recomendación médica de bajar el nivel de estrés.

Visiblemente relajada, ayer contó que había tenido más tiempo para leer los diarios y que dedicó buena parte de su licencia a ver las cartas y mensajes que le dedicaron sus seguidores. De paso, aprovechó el contacto directo con la militancia para relatar las historias que le habían hecho llegar a Olivos, desde una mujer que decidió comprar una heladera solo de industria nacional o un cantante famoso -al que no nombró- que le dijo que rezaba por ella.

Apenas ingresó en el Salón Blanco para la jura, los ojos se le llenaron de lágrimas. Tuvo allí el primer baño de afecto. Los funcionarios que se habían agolpado y peleado cuerpo a cuerpo por un lugar, le dedicaron un aplauso de dos minutos, que ella disfrutó. Cuando levantó la mano para saludar, todos se pusieron de pie. Fue entonces cuando se quebró. Miró a los gobernadores, a quienes había ubicado en la primera fila y les hizo un gesto de bienvenida, en un claro mensaje de que a partir de la derrota, algunos de ellos tendrán ahora un mayor peso en la estructura de poder.

Fiel a su estilo, en su regreso aprovechó para revisar la Casa Rosada después de sus 45 días de ausencia. Fue entonces cuando mientras caminaba de patio en patio para saludar a sus seguidores, se detuvo varias veces para tomarse fotografías. "Sacame acá", le indicó varias veces a Víctor Buggé, el histórico fotógrafo oficial, mientras pasaba por las galerías con imágenes de sus ídolos populares.


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