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06/03/2014 - Clarin.com

Precios nuevos, salarios viejos, conflicto seguro

Por Daniel Fernández Canedo

En medio del salto inflacionario que se está viviendo, la Argentina transita una situación de salarios con poder adquisitivo viejo frente a precios aumentados por la devaluación del peso.

A diferencia de los años anteriores, 2014 arranca con esta realidad: la suba del dólar oficial de 60% en los últimos doce meses le ganó a casi todo y, muy especialmente, a los salarios.

Es en este contexto, se entiende la fuerte puja en torno de la paritaria docente, en la que el 22% propuesto por el Gobierno resulta inaceptable para los maestros y llevar el salario mínimo docente a $ 5.500 desde los actuales $ 3.416 sería un salto porcentual tan relevante (61%) que la Casa Rosada no está dispuesta a aceptarlo.

Esa brecha entre precios nuevos y salarios viejos cruza en estos días a una economía en la que mucho de lo que antes subía, ahora baja y en la que la tendencia a la caída de la actividad económica se va haciendo más sólida.

Las ventas de autos, motos, electrónicos y turismo que antes brillaban de la mano del dólar atrasado y las cuotas con financiación a tasas cercanas a cero, ahora están para abajo y comienzan a sacar a flote tasas de baja desconocidas el año pasado.

A la industria automotriz, la devaluación, el impuesto a los vehículos más caros y la caída del mercado brasileño le oscurecieron el panorama y ahora, incluso, están viendo cómo diluir los aumentos que deberían aplicar frente a la nueva realidad de las subas de costos.

El cambio en las condiciones de compra con tarjeta de crédito –que antes era de 18 meses sin intereses y ahora es de 12 cuotas y con recargo– golpeó muy fuerte a la venta de electrodomésticos que baja 15% por primera vez en mucho tiempo.

El Gobierno devaluó precisamente para encarecer los productos importados y desalentar las compras afuera, además de hacer retroceder los salarios medidos en dólares. Pero además de ese impacto que la devaluación ya produjo, en estos días se verá cómo se sigue derramando sobre los precios.

Entre los economistas, hay estimaciones muy diversas sobre el resultado inflacionario de febrero.

Los cálculos del estudio de Miguel Bein ubican el índice en torno del 3% y los de Carlos Melconian y Rodolfo Santángelo, por encima del 4%. A yer, Ecolatina, la consultora que creara Roberto Lavagna, publicó que su número es 5,1% con una variación anual de 35,3% en la que los alimentos acumularon un salto de 41,8% en doce meses.

Una de las dudas grandes es qué número mostrará el INDEC después de que en enero haya reconocido una suba del costo de la vida de 3,7%.

Si repitiese esa cifra para febrero, o incluso si el aumento llegase a ser mayor, el problema sería que los dos primeros meses del año se comerían buena parte del aumento anunciado para las jubilaciones (11,2% que se percibirá con el haber de este mes) y también impactaría en el 22% propuesto a los docentes.

Pero si el número de la inflación oficial resultase sensiblemente menor, el fantasma de la desconfianza volvería a sobrevolar con fuerza sobre los datos del INDEC. El momento es muy particular.

Así como los sindicalistas buscar cerrar acuerdos cortos ante la incertidumbre de dónde quedarán los precios una vez que termine de decantar la devaluación, el Gobierno intenta que sean lo más largos posible para aprovechar a su favor los efectos de la devaluación (cobrar más por las retenciones e IVA, por ejemplo) e ir preparando el terreno para la suba de las tarifas de luz y gas que podría llegar después de abril.

Mientras tanto, febrero dejó un saldo importante en materia cambiaria con un dólar oficial por debajo de los $ 8 en todo el período y, en paralelo, el Banco Central achicando notablemente la caída de las reservas.

El acuerdo entre Juan Carlos Fábrega del Central y las cerealeras para que anticipen la liquidación de US$ 2.000 millones funcionó y liquidaron más: dicen que unos US$ 2.600 porque les convino la compra de futuros baratos ante la obligatoriedad de los bancos de desprenderse de dólares. Y esto también ayudó a bajar al paralelo que ayer cerró en $ 10,55 La tranquilidad cambiaria con el dólar oficial por debajo de $ 8 también será puesta a prueba por el resultado de la inflación de febrero que el INDEC dará a conocer el jueves 13.

Funcionarios allegados al ministro Axel Kicillof imaginan que después de la devaluación de enero vendrán paritarias cerrando por debajo de 30% y de ahí en más, la suba de tarifas para la clase media. Creen que eso permitirá cerrar el creciente rojo fiscal del Tesoro.

Pero, si el INDEC reconoce una inflación del 3% o 4%, se le acortaría el tiempo al dólar oficial de $ 8 que el Gobierno intenta mantener hasta fin de abril.

A fin de ese mes, especulan, comenzarán a llegar con intensidad los dólares de la soja y eso haría menos necesario mover al dólar.

En el segundo trimestre, calcula la consultora Empira, el agro aportará más de US$ 10.000 millones y el BCRA se alzaría con más de US$ 2.500 millones. Eso evitaría mover el dólar pero el desafío sería evitar que un dólar levemente retrasado pueda volver a ser realidad.

El jefe del Central dijo en reuniones con banqueros que su idea es que el dólar no vuelva a retrasarse y que la “flotación administrada” que prevé aplicar después de las paritarias iría con la inflación.

Y también comentó que su objetivo es que las tasas de interés bajen al 25% anual del más del 28% en que están en la actualidad.

El mazazo ortodoxo de subir 13 puntos la tasa de interés entre diciembre y enero fue un argumento contundente para serenar el dólar tras la devaluación.

Hoy, como ya pasó tantas veces en la historia financiera reciente, los ahorristas saben que con un plazo fijo al 28% podrán perder contra la inflación pero, difícilmente, lo hagan frente al dólar.

Lo que va quedando en el camino y que empieza a salir a la luz con fuerza es que el golpe a la actividad económica por medio de la caída del poder de compra de los salarios y la suba de la tasa de interés va ganando la primera parte del año, y por un margen holgado.


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