Aunque a fines de 2014 el Gobierno anunció una reducción de precios de las naftas, desde entonces ya hubo otros cuatro aumentos.
El avión ya no es un lujo exclusivo de las clases sociales altas; en realidad, es un medio de transporte más.
El costo de volar desde Córdoba a otra ciudad, como la Capital Federal, se puede asemejar actualmente al de un par de zapatillas de primera marca, una campera o una cena familiar en un restaurante.
Para ir en un auto naftero a Buenos Aires hace falta igual o más dinero que para un pasaje de avión. ¿Cómo se llegó a esa distorsión? Producto de una economía con precios regulados y copada por subsidios – en el primer trimestre del año, la asistencia del Estado para Aerolíneas Argentinas, por caso, alcanzó los 1.343,4 millones de pesos–.
El Gobierno autorizó en tres ocasiones el año pasado la actualización de tarifas mínimas y máximas para los vuelos de cabotaje, de 12 a 16 por ciento.
La demanda, las ofertas de la competencia, sobre todo en los tramos con mayor frecuencia, la cantidad de días de anticipación con la que se saca el pasaje, entre otros factores, incide en los precios finales.
Así, mientras hace un año los pasajes más económicos a la Capital Federal rondaban los 1.300 pesos, hoy están en 1.500, 15 por ciento más.
En el caso de la nafta, durante 2014 la súper subió en las YPF cordobesas 32,7 por ciento, pero en otras marcas y combustibles los incrementos superan el 50 por ciento.
Aunque a fines de 2014 el Gobierno anunció una reducción de precios de las naftas, desde entonces ya hubo otros cuatro aumentos.
Hay que celebrar la masificación del avión, que además de ser más accesible para más personas, permite hacer muchos kilómetros en minutos.
No se puede ver con buenos ojos, en cambio, que el costo de viajar en auto se le asemeje. El combustible es caro tanto para los que hacen largos viajes de placer, como para los que lo necesitan para ir a trabajar y no hay control de precios, demanda o anticipación en la compra que lo contenga.
