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08/08/2012 La Nación on line - Noticia

Axel, el locuaz profesor que va por todo

La broma no le cae bien a Hernán Lorenzino. Pero viniendo de la Presidenta, y aunque provoque risas entre los colaboradores que frecuentan la quinta de Olivos, lo mejor será soportarla con abnegación. Cristina Kirchner le ha encontrado un sobrenombre a su ministro de Economía. Lo llama "Alf". Y explica que, últimamente, cada vez que lo consulta sobre alguna inquietud económica, el jefe del Palacio de Hacienda contesta con una frase que remite al entrañable personaje televisivo del planeta Melmac: "¡No hay problema!".

El comentario sería inocente si no se diera en el contexto de un trastocamiento sin precedentes en la administración. En la Argentina, desde hace meses, los funcionarios económicos con mayor poder son dos secretarios de Estado: Axel Kicillof (Política Económica) y Guillermo Moreno (Comercio Interior). Lorenzino es en el organigrama el jefe de ambos.

La modalidad es en rigor una de las herencias de Néstor Kirchner. Pero tiene desde la muerte del líder un protagonista excluyente en Kicillof, el profesor universitario al que cualquiera que haya tenido la oportunidad de contactarlo dirá que da gusto escuchar. Como Moreno, este economista doctorado con 10 y graduado en la UBA con diploma magna cum laude y promedio general 8,24 (1° de entre 122 alumnos), es un buen diagnosticador de los problemas. Una destreza que, en un entorno de poder radial que tiene a la Presidenta como núcleo inapelable, resulta decisiva para ganar espacios.

Kicillof tiene, de todos modos, una ventaja sobre Moreno: sus pares del Gobierno no lo responsabilizan, como sí lo hacen con el secretario de Comercio, de un fracaso tan visible como el de la política cambiaria y la inflación. Y pasan por alto, por ahora, su primera gestión en el Estado, que ubicó a Aerolíneas Argentinas en 2010 en el podio de las tres empresas aéreas con mayores pérdidas de la tierra.

Es cierto que en el universo de Cristina Kirchner los estrellatos son fugaces. Pero el momento le alcanza a Kicillof para permitirse algunas licencias en estos días. Por ejemplo, descargar en privado su creciente malestar con Julio De Vido, el ministro de Planificación. O, más relevante, confeccionar planes que podrían cambiar para bien o para mal el destino de la Argentina. El más reciente: la intervención en la industria petrolera, contemplada en el artículo 1° de la ley de expropiación de YPF. Aunque la iniciativa fue votada en el Congreso por amplia mayoría, sorprendieron en estos días cuestionamientos entre sus propios apuntaladores. "El Gobierno pasó, del extremo de la ausencia del Estado como regulador, a un Estado omnipresente que pretende regular hasta el último detalle", se ofuscó, por ejemplo, el senador Ernesto Sanz, que votó a favor.

Resultó, en cambio, natural la crispación de las compañías. Mantuvieron esta semana catárquicas reuniones en la Cámara de la Industria del Petróleo y se tranquilizaron después, ante algunos mensajes que, como suele ocurrir en este sector, partían de la única área que las escucha: el Ministerio de Planificación. Pero De Vido, líder de esa cartera, ya no tiene el poder de antes. Y aquel decreto 1277 lo despojó incluso del penúltimo de los nichos que alguna vez condujo con abrumadora discrecionalidad, la energía. Ya había perdido el transporte; le queda la obra pública. "No hay nada de intervención, estoy azorado por las cosas que he leído", se quejó en C5N el ministro, al día siguiente de publicada la norma, después de ver las tapas de los diarios. Bastaba en realidad con leer el Boletín Oficial; pareció más bien un mensaje hacia dentro.

El otro avance de Kicillof es todavía un proyecto. Tiene ya terminado, y en algún caso transmitido a confidentes, un plan para intervenir el sistema de salud. Si el borrador es aceptado, será una doble carambola: una caja interesante que, como efecto residual, socavará el poder de los gremios. El martes, en una reunión reservada, algunos sindicalistas advertían sobre lo que juzgan una distracción propia y peligrosa: la intervención podría sorprenderlos mientras discuten con fervor las peripecias de Hugo Moyano, Gerardo Martínez y Antonio Caló. "Si estatizan, van a terminar uniéndonos a todos", fue la conclusión de ese encuentro.

Al contrario de lo que imaginó en principio parte del kirchnerismo, el brillo de Kicillof dista de ser tropo de nuevas escaladas personales. Sobran aspirantes, pero no todos los directores que la Anses desparramó por las empresas tienen una instrucción acorde con las funciones.

Y hay que decir que ni siquiera Kicillof es infalible. Hace dos meses, por ejemplo, convenció a Cristina Kirchner de que era absurdo que los Eskenazi y Repsol hubieran estado importando arena en YPF. La Presidenta expuso el concepto en público el 4 de mayo en el Salón de la Mujer, donde prometió instruir al INTI y a la compañía a "buscar un lugar donde haya arena". Será un esfuerzo significativo. La arena proppant , usada en el sector petrolero para fracturar el suelo en los pozos, no es la misma que la de Mar de Ajó o Villa Gesell: es un insumo que no se produce en la Argentina y que las empresas importan tradicionalmente de Brasil. ¿Por qué entonces el resto de la nueva militancia debería estar al tanto de todo? Pedagógicos como nunca, ejecutivos de Aeropuertos Argentina 2000 le ofrecieron días atrás a un director por la Anses contratarle un asesor con todos los honorarios pagos. Intentan evitar un método que últimamente retrasa las decisiones: el director escucha la iniciativa de la empresa, consulta fuera, vuelve, reprueba, recibe una segunda idea, vuelve a requerir consejo, y así.

Pero hay ámbitos en donde no se toman todo con tanta soltura. "¡Aplaudí, ortiba!", escuchó el jueves un socio de la Bolsa, durante el discurso de la Presidenta en la entidad. Le hablaban a él; no estaba acompañando la ovación a la oradora. En realidad, el protocolo de la Casa Rosada y la militancia habían acaparado completamente el recinto. Tanto, que hubo un entredicho por la difusión de una foto que resultaba incómoda al Gobierno: era en el despacho del presidente de la Bolsa y mostraba a Adelmo Gabbi, a ministros de Cristina Kirchner y a Mauricio Macri.

Pero la dirigencia bursátil no debería culpar del todo a los nuevos de la política. Ya en la entrada del edificio habían tenido prioridad de paso otros más tradicionales, convocados por la Secretaría de Comercio Interior. A quienes los anfitriones no pudieron, como suele decir Kicillof cuando busca atenuar travesuras del establishment , "disciplinar".

El poder tiene este tipo de coincidencias semánticas. No es caprichoso el adjetivo elegido por algunos lobbistas para definir al viceministro. Dicen que es un Moreno sofisticado.


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