La empresa aérea ha sido discriminada para operar en el país; las autoridades deben reconsiderar su situación.
La empresa aérea LAN Argentina ha sido expresamente impedida de continuar cubriendo sus destinos en Brasil y Chile desde el porteño Aeroparque Jorge Newbery. Así lo ha dispuesto la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), únicamente con relación a esa aerolínea.
La empresa deberá ahora hacerlo desde Ezeiza, lo que supone una evidente desventaja competitiva frente a sus competidoras regionales y de cabotaje, las que podrán seguir utilizando el aeroparque metropolitano.
A todas luces, LAN Argentina ha sufrido con esto una discriminación que perjudica su operatoria.
De hecho, no ha sido tratada como una igual frente a sus competidoras, entre ellas, Aerolíneas Argentinas y Austral Líneas Aéreas, que están controladas por el Estado argentino, además de otras aerolíneas internacionales.
Esta discriminación es particularmente lamentable porque desalienta a una empresa aérea de primera línea que, confiando en nuestro país, realiza numerosos vuelos de cabotaje, cuyos servicios el público en general aprecia.
En vísperas del próximo viaje de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a Chile, en una demorada visita oficial, cabe advertir que esta cuestión estará seguramente incluida en la agenda de conversaciones bilaterales. Se estima que también lo estará el vuelo regular que LAN Chile -utilizando nuestro espacio aéreo nacional- realiza desde el territorio del país hermano a las islas Malvinas.
Ese vuelo, de alguna manera, es el que transporta lo sustancial del flujo de turistas que visitan las islas del Atlántico Sur y que provee regularmente a los isleños de alimentos frescos. Pero también es un vuelo cuya supervivencia se estaría examinando con algún detalle, especialmente por razones geopolíticas, según dejan entrever distintos trascendidos.
Por lo demás, debe tenerse asimismo en cuenta que la relación con Chile respecto de nuestro acceso al Pacífico nos es absolutamente esencial. Así como lo es también con respecto al continente antártico y, más aún, de una eventual explotación unilateral por parte de los isleños de los yacimientos de hidrocarburos que hallen en el mar que rodea a las islas, lo que, por otra parte, consumaría un despojo de recursos naturales que nuestro país estima suyos.
Por todo esto, lo resuelto respecto de LAN Argentina debiera volver a examinarse, especialmente teniendo en cuenta que para pedir un trato fraternal y de buena voluntad hay ciertamente que estar dispuesto a evidenciarlo uno mismo.
Chile, que como Brasil y Uruguay ya ha ratificado lealmente el compromiso asumido en la órbita del Mercosur de no recibir en sus puertos a barcos que lleven la supuesta bandera de los isleños, merecería en la instancia un trato distinto.
