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01/02/2012 Clarín - En foco

La fortaleza de Moyano también se alimenta de las debilidades K

Por Eduardo Van Der Kooy

El conflicto entre Hugo Moyano y el gobierno de Cristina Fernández continúa escalando. Pablo Moyano, el hijo del líder camionero, podrá tener un lenguaje rústico pero no dice lo que dice porque está fuera de control . Conduce el pleito desatado por el gremio en Chubut, a raíz de 200 despidos, pero disparó contra Julio De Vido, el ministro de Planificación. Alguna esquirla debe haber volado cerca del despacho presidencial.
De Vido tuvo la mala idea de criticar a los camioneros con una alusión a la década del 90. De Moyano se podrían pensar y sospechar muchas cosas. Pero es público que en la era menemista fue una voz disidente de sindicalismo , que enfrentó al entonces secretario cegetista, Rodolfo Daer. Pablo Moyano refrescó que a mediados de los 90 Néstor Kirchner definió a Carlos Menem como el mejor presidente que habían tenido los argentinos.
De Vido no representó sólo un desafortunado paso oficial. Colocó al desnudo, además, las serías dificultades de articulación política que tiene el Gobierno. El ministro de Planificación fue, hasta hace menos de un año, el principal aliado del líder camionero en el kirchnerismo. Cristina lo obligó a romper lanzas.
Esa determinación podría estar denunciando una baja en las acciones del ministro. Habrá que verlo. La dificultad más importante, sin embargo, consiste en que la Presidenta no tiene a mano un reemplazante serio. Alguien que tienda un puente con el universo sindical. Del moyanismo o de los sectores que, tal vez, aspiran a sucederlo.
La carencia constituye, sin dudas, una carta a favor de la estrategia de Moyano.
Carlos Tomada, el ministro de Trabajo, no está para eso. Intenta mediar en los conflictos crecientes, incluso el de camioneros en Chubut, y vigila el desarrollo de las paritarias. Los primeros resultados sembraron inquietud en la Casa Rosada.
Cristina continúa aferrada a la idea, que suscribe Tomada, de que los aumentos salariales no superen el 18%. Los aceiteros cerraron un acuerdo de un 24% más un plus anual no remunerativo. Los panaderos rubricaron un 23% con una bonificación extra pero por un período sólo de nueve meses . Un antecedente complicado para las semanas que vienen. Los ojos K están colocados sobre la paritaria docente. Una complicación con el comienzo de las clases a fines de febrero sumada a la marea de ajustes en cuotas que se difunden diariamente podrían empezar a torcer el humor social.
La ausencia de protagonistas oficiales en el mundo sindical es de tal magnitud, que alguna tarea menor le habría sido encomendada al vicepresidente, Amado Boudou. El ex ministro de Economía estuvo también cerca de Moyano en los tiempos que soñaba con pelearle la jefatura porteña a Mauricio Macri. Pero por orden de Cristina se corrió también de ese lugar incómodo.
Boudou había estado en noviembre, junto a la ministra de Industria, Débora Giorgi, en el lanzamiento como candidato único de SMATA de Ricardo Pignanelli. Ese diálogo nunca se interrumpió, aunque desde que las hostilidades entre Moyano y el Gobierno aumentaron el gremialista mecánico pareció menos propenso a las conversaciones.
Lejos pareciera Pignanelli de haber estrechado filas con Moyano. No le desagradó, incluso, la promesa K de que podría convertirse en su sucesor.
Pero los sindicalistas peronistas tienen un vigoroso instinto de supervivencia . Pignanelli recién llegó a SMATA para cubrir el vacío que dejó José Rodríguez, el viejo caudillo fallecido en el 2009. La transición hasta el arribo de Pignanelli la condujo Mario Manrique, que era secretario adjunto del gremio. Pignanelli no tiene todavía todo el mazo de SMATA entre sus manos.
¿Para qué arriesgar, entonces, en una lucha contra el poderío de Moyano? ¿Para qué hacerlo cuando no existen certezas sobre cómo podría resultar el desenlace? Hay otra cuestión que llena de incertidumbre a Pignanelli y a cualquier gremialista entusiasmado con progresar. Antonio Caló, de la UOM, podría estar en esa nómina.
¿Conducir la CGT cuando recién asoma el ajuste kirchnerista? ¿Conducirla cuando se ignora el futuro de las discusiones paritarias? Las dificultades objetivas que tiene Cristina en el campo gremial las conoce al dedillo Moyano. Eso explicaría, en buena medida, las razones por las que permite tensar tanto la cuerda de cada turbulencia que afecta al sindicalismo.
La dureza del líder camionero provoca fogonazos en el interior de la CGT.
Pero ningún incendio, todavía.
Hay dirigentes que cuestionan su confrontación con Cristina. Que objetan el toreo a una Presidenta que obtuvo el 54% de los votos. Pero que no querrían aún, ni podrían, desplazarlo. Tampoco Cristina trasluce intenciones de fondo, más allá de la voluntad de terminar con el reinado de Moyano.
Omar Viviani, entre otros, propone abrir algún canal de diálogo con el kirchnerismo de la Casa Rosada. Pero allí impera el silencio. Alguno se ofrece para intentar darle el empellón al camionero, pero tiene pasado noventista que apremiaría a los K.
Moyano espera parado sobre el poder de más de 200 mil afiliados y 16 ramas gremiales, que supo edificar con paciencia y con la venia de los Kirchner.

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