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02/02/2012 La Arena.com.ar

Una "columna vertebral" que quiere ser "cabeza" y no la dejan

El dato venía del año pasado y es certeza en el recién iniciado: se ahonda el diferendo entre el gobierno y el moyanismo. Hay de por medio reivindicaciones gremiales pero sobre todo diferencias políticas.
EMILIO MARIN

Según el fundador del peronismo, el sindicalismo era "la columna vertebral" de su movimiento. Los gremialistas estaban más que satisfechos con que se les adjudicara ese rol, de elemento que sostiene al cuerpo. De todos modos más de una vez, sindicalistas de actuación en el justicialismo trataron de ir más allá de ese trade-unionismo. Augusto Vandor fue uno de militancia en la derecha partidaria. Raimundo Ongaro, su contracara, lo hizo en la CGT de los Argentinos y un proyecto político de liberación.
"La columna" pareció exactamente la función atribuida por Néstor Kirchner a la CGT aposentada en Azopardo 802, donde se instaló Hugo Moyano en 2004. El santacruceño entabló una relación mutuamente beneficiosa con el jefe de Camioneros, que al año siguiente pudo quedarse como secretario general unipersonal, sin el límite del terceto con que había comenzado.
Las dos partes sacaron dividendos de esa sociedad. El gobierno de Kirchner y luego el de su esposa, tuvieron un período de relativa tranquilidad en el habitualmente tormentoso frente gremial.
Dicho en números: no debieron soportar en más de ocho años ningún paro general contra la presidencia. Sí hubo paros por el asesinato del maestro Carlos Fuentealba, pero sin que el filo provocara heridas en Balcarce 50.
No fue poca cosa ese acompañamiento sindical y político del moyanismo, que podría haber complicado las cosas con planes de lucha justo cuando Kirchner y Roberto Lavagna negociaban la deuda externa en 2005. O cuando la oligarquía sojera puso el país patas para arriba en 2008 y 2009, con el lock out y centenares de cortes de rutas.
En vez de aprovechar esas circunstancias para abrirse del gobierno y sacar una tajada mayor (en fondos para las Obras Sociales o en otros ítems), Moyano se mantuvo junto al matrimonio. Luis Barrionuevo, en cambio, jugó fuerte con Eduardo Duhalde. Los "Gordos", mercenarios del sindicalismo y la política, comieron de varios platos.
El secretario general de la CGT no era ni es la Madre Teresa de Calcuta. En estos años fortaleció su gremio hasta contabilizar unos 200.000 afiliados y componer 16 ramas internas. Todo bicho que ande en camión va a parar a la olla de Moyano, sea de cargas, combustibles, correos, transporte de caudales, de alimentos, etc. Si tiene cuatro ruedas, con o sin acoplado, tiene 95 por ciento de posibilidades de terminar dentro de Camioneros, aunque antes haya revistado en Comercio, Foecyt, Alimentación, Petroleros, etc.
Esos traspasos de afiliados engrosaron las finanzas del pope de la CGT, pero sobre todo le dio un mayor poder de representación y presión sobre otros gremios, las patronales y el mismo gobierno. Los dos primeros lo temieron y el gobierno lo tuvo de socio, pero algo se rompió en 2011.

Que no, que no
El diferendo entre el gobierno y la CGT no tiene un solo responsable sino dos, por aquello de que para amar o pelearse hace falta un par. Aún con esa aclaración, quien tomó la decisión política de poner distancia con el aliado de ayer fue Cristina Fernández de Kirchner.
Por supuesto ella estaba en todo su derecho a elegir el perfil de su segundo mandato y los respectivos aliados. Y lo ejerció, al dejar prácticamente afuera a todo el elenco sindical, a la hora de confeccionar la lista de candidatos a legisladores nacionales del Frente para la Victoria-Partido Justicialista para octubre de 2011.
Moyano soñaba con una decena de diputados con los que iría armando un bloque político propio, como para avanzar en los siguientes años hacia esa utopía de que "un trabajador pueda ser presidente de Argentina".
Quizás por eso mismo los aspirantes a legisladores que le responden, como Julio Piumato (Judiciales Nacionales) y Juan Carlos Schmidt (Balizamiento y Dragado) fueron raleados en Capital y Santa Fe. Y así en el resto del país. La orden vino de Olivos, vía Carlos Zannini. La excepción fue Facundo Moyano (Peajes y Juventud Sindical), al que Daniel Scioli le abrió una puertita en la lista por Buenos Aires. Muy poco. Sabor a nada para el padre del novel diputado.
La maniobra presidencial pareció un empujón a Moyano hacia el campo opositor, mientras trascendían conversaciones de Zannini con un arco de dirigentes que podían suceder a aquél en Azopardo. Ese operativo se pinchó porque el elegido, Gerardo Martínez (Uocra), fue fulminado por una denuncia de los organismos de derechos humanos. Estos quisieron saber ante la Justicia si el mencionado era el del mismo nombre y apellido que se había desempeñado como agente civil de inteligencia de la dictadura militar en el II Cuerpo de Ejército en Rosario. Y la respuesta fue afirmativa.
Receloso con su ex aliado, el gobierno nacional dejó acumular una deuda con las obras sociales de hasta 9.000 millones de pesos, según la abultada contabilidad de éstos. Según otros sindicatos, la deuda es aún mayor. Y ya se sabe que a los caciques gremiales se les puede decir "burócratas", "traidores" y otros epítetos, pero se sienten insultados cuando se les toca la caja. Ahí sí arde Troya. Moyano tenía una doble ofensa: lo habían excluido de los candidatos en el oficialismo, que era como decirle que no contaba su opinión en la nueva etapa a partir del 10 de diciembre de 2011. Y encima, consideró que le metían la mano en el bolsillo, con la mencionada deuda. Además no le atendían el teléfono, a diferencia del trato de primera que le daba Kirchner. Ahora era no a todo, cuando él daba por hecho que la mayoría de los votantes de CFK fueron trabajadores. Casi como si fueran camioneros...

De la Quema a Puerto Madero
Cuando una alianza política se rompe suele clavar astillas en los ex socios y éstas son dolorosas y difíciles de sacar. La limpieza demanda tiempos que la política puede no dar, complicando todo.
Moyano puede creer que la presidenta y su gobierno no lo defendió lo suficiente cuando la justicia suiza motorizó una denuncia en su contra por depósitos millonarios de la empresa Covelia, a la que se lo vincula.
Y Cristina puede pensar que la CGT estuvo detrás de la movida del gremio aeronáutico APTA, de Ricardo Cirielli, que puso trabas al normal desempeño de Aerolíneas Argentinas. En esa empresa la conducción es de La Cámpora y quizás la presidenta sospechó que el despechado caudillo sindical quería que la agrupación donde participa su hijo Máximo capotara y se hiciera añicos (a propósito, ¿alguien vio alguna vez a Máximo Kirchner participando de alguna movilización?, ¿le deja tiempo libre para la política la tarea de administrar el abultado patrimonio familiar?).
El 14 de diciembre, en el estadio de Huracán, en el barrio de La Quema, el secretario cegetista dio un discurso de confrontación con la jefa de Estado. Entre otras cosas dijo que renunciaba a sus cargos en el PJ Bonaerense, donde es el titular de hecho tras la enfermedad de Alberto Balestrini, y en el consejo nacional del PJ, donde es vicepresidente. Calificó a la agrupación de cáscara vacía, léase un sello.
Quizás a la presidenta no le dolió tanto esa afirmación (ella también gambetea asumir la titularidad del PJ) como las bravatas moyanistas de que querían paritarias sin techos y la distribución de ganancias empresarias por ley. Si la lista de candidatos del oficialismo blanqueó el cachetazo de Cristina a Moyano, el mensaje de éste en Huracán devolvió gentilezas.
Así se entiende que Camioneros bloqueara días atrás las oficinas de Camuzzi Gas en el concheto Puerto Madero y otras dependencias del Correo. Fue en protesta por 200 despidos que la empresa italiana produjo en Chubut y, sobre todo, en rechazo a la represión policial en Trelew, el 18 de enero pasado, cuando se rechazaban esas cesantías.
El Ministerio de Trabajo puso más veneno en un plato contaminado. Carlos Tomada recibió a directivos de Camuzzi mientras un subsecretario escuchaba a Pablo Moyano. El ministro había calificado de "apriete" las medidas gremiales.
Esos cortocircuitos son una expresión de la discrepancia de fondo: la presidenta es la máxima autoridad política, con el voto popular, y quiere caminar en 2012 de la mano de los empresarios y la UIA, dejando a la CGT como acompañante menor. Moyano no digiere ese menú. Ya fue "columna vertebral", quiere ser "cabeza", pero no lo dejan y tampoco puede transferir su indudable poder de fuego sindical al terreno de la política propiamente dicha.
Scioli le ha tendido una mano, pidiendo que retire sus renuncias al PJ. La "cabeza dirigente" del gobernador bonaerense estará elucubrando planes de gobierno para 2015 muy corridos a la derecha. Si Moyano acepta ese convite, en vez de "columna vertebral" será el "huesito dulce".

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