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02/02/2012 El Cronista Comercial - Nota - Opinión - Pág. 17

El reino del revés

Edgardo Alfano
Periodista

Cristina Kirchner la utilizó en un discurso, pero esa frase de María Elena Walsh bien podría aplicarse a la conflictiva relación que el gobierno tiene con Hugo Moyano y parte de su familia: “el reino del revés”.
El camionero era un aliado fundamental para los Kirchner y hoy se lo considera poco menos que un enemigo.
Y los sindicalistas que eran considerados enemigos por la Casa Rosada hoy son mirados con buenos ojos, si ayudan a que Moyano salga de la conducción de la CGT.
Lo que se dice un “kirchnerismo pragmático” en su estilo más puro. No hay lugar para el disenso.
En ese reino del revés están también los ministros, los mismos que miraron para otro lado cada vez que Moyano obstruía plantas industriales o supermercados. O los funcionarios que apoyaban la protesta de los camioneros frente a las plantas impresoras de los diarios Clarín y La Nación. Hoy hacen cola para condenar las medidas de fuerza de los camioneros.
La gota que rebalsó el vaso fue el conflicto con Camuzzi Gas Pampeana por el contrato que finalizó con Correo del Sur y que dejó sin tareas a 200 empleados, según la denuncia de camioneros.
Pero detrás hay una relación que se deterioró rápidamente entre la presidenta y Hugo Moyano, a partir de la muerte de Néstor Kirchner.
Con dos mojones importantes.
El acto de Huracán de los camioneros, donde Moyano se despachó a gusto con críticas al gobierno y al peronismo que hoy camina detrás del cristinismo.
Y el discurso de Moyano en Puerto San Martín, Santa Fe, donde calificó de “muñecos del ventrílocuo”, de “chirolitas” y de “che pibes” a los ministros que lo critican.
Fue un dardo directo a los ministros de Trabajo, Carlos Tomada, de Planificación Julio de Vido y del Interior, Florencio Randazzo. Pero es sabido que nadie mueve un dedo en el gobierno sin una orden directa de Cristina Kirchner.
Por esa razón el discurso y por eso también el enojo especial de Moyano con De Vido, quien fue su mejor nexo con el kirchnerismo, desde que llegó al poder en 2003.
Para el camionero, De Vido lo traicionó y no se olvidará fácilmente de esto.
Desde la otra vereda, los voceros de La Rosada consideran que Moyano se plantó en una situación de fuerza contra el gobierno en el momento equivocado, cuando se viene un ajuste importante bajo la denominación de “sintonía fina”, con aumentos en las facturas de servicios públicos y en el transporte.
Y, sobre todo, cuando está a la vista el inició de una delicada negociación salarial con gremios que no están dispuesto a aceptar mansamente el aumento del 18 % que el gobierno quiere para la mayoría de las actividades.
La otra versión indica que Moyano, conocedor del complejo panorama que se viene para el bolsillo de miles y miles de familias, empezó a tomar una prudente distancia para no quedar pegado en esas decisiones, que tienen como cara visible a De Vido, a Tomada y al secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi.
Y que la renuncia a los cargos en el PJ nacional y bonaerense forma parte de esa toma de distancia.
Por eso, hay que esperar que los Moyano, Hugo y su hijo Pablo, uno y dos del sindicato, tengan una dura posición a la hora de negociar salarios para los camioneros y vayan por aumentos superiores a los del 25 %, siguiendo el Indec del supermercado como ellos dicen. Hoy por hoy, los hijos de Moyano juegan un rol importante, pero bien definido.
Pablo es quien va más al choque, siguiendo el estilo de su padre, y no duda en “pegarle” duro con sus palabras a los ministros, aunque con el aval del jefe del gremio.
En cambio, Facundo es el más político de los tres, sobre todo ahora que tiene una banca de diputado nacional por Buenos Aires, y es el titular de la Juventud Sindical, reflotada para apoyar al gobierno de Cristina, pero también para darle un soporte juvenil a Moyano ante la aparición de La Cámpora, que mira con desconfianza al gremialismo peronista.
Facundo es el más moderado de los tres a la hora de confrontar con las palabras, pero en los hechos es un Moyano más cuando tiene que ir a la lucha y parece encantarle el uso del twitter para hacer conocer sus opiniones.
Pero entre el mundo del oficialismo y el mundo de los camioneros hay otras vidas.
Los empresarios, por ejemplo, están muy preocupados por este enfrentamiento.
Creen que puede terminar en elevar el nivel de un eventual conflicto con los gremios a la hora de negociar salarios por encima de la pauta del 18 %.
Y que puede haber una pulseada por ver quién saca un porcentaje más altos de aumento.
La Unión Industrial Argentina (UIA) es un buen termómetro para medir esa preocupación, aunque sus integrantes tienen por esas horas sus propios otros problemas, como el nuevo régimen de importaciones que tiene el sello de Guillermo Moreno.
El titular de la UIA, José Ignacio de Mendiguren, que suele tener una buena relación con Moyano y con varios ministros, comenzando por De Vido, intentó una mediación con el gobierno.
Pero duró menos que un suspiro.
Todavía resuenan en los oídos del empresario textil las duras críticas del oficialismo contra Moyano.
Lo cierto es que, antes, el kirchnerismo/cristinismo luchaba por evitar una división de la CGT que le quitara poder a “Hugo” (como lo llamaba la presidenta en las buenas épocas) y que lo eyectara de Azopardo 802.
Y ahora fomenta la división para tratar de sacar, más temprano que tarde, al camionero del sillón que supieron ocupar Rucci y Ubaldini, aunque no tenga un claro reemplazo.
Lo que se dice, un autentico “reino del revés”. El kirchnerismo tratar de sacar al camionero del sillón de la CGT, aunque no tenga un reemplazo.

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