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05/02/2012 Clarin.com - Nota

El rumbo radicalizado de Cristina

Por Eduardo Van Der Kooy
La Presidenta mantiene un estilo hermético de conducción del poder. Pero abre hostilidades en diferentes frentes. Las petroleras y los bancos en la mira. Chávez formaría parte de los negocios en YPF. Las paritarias plantean muchos interrogantes. La pelea con Moyano crece.

Algún día vamos a hablar sólo con la pared". La frase pertenece a un ministro del gabinete de Cristina Fernández que se entera de sus decisiones, como la mayoría de los ministros, recién cuando son anunciadas. Se reitera en el inicio de la reelección lo que vino ocurriendo desde que murió Néstor Kirchner: la Presidenta pasa mucho tiempo sola en Olivos o la Casa Rosada. No son mas de dos o tres funcionarios los que la visitan.
Impresionó en su aparición de la semana pasada cuando al mencionar los convenios salariales de los gastronómicos, contó que tuvo que consultar al "señor de Trabajo". Debió referir, con seguridad, a Carlos Tomada, el ministro que más años lleva en la gestión kirchnerista. Habló como si se tratara de un funcionario lejano. No valdría la pena reiterar el par de nombres de su círculo aúlico. Tampoco que Guillermo Moreno es, en los hechos, el funcionario con mayor poder, sobre quien descansan las ejecuciones trascendentes de la economía.
La Presidenta continúa ejercitando un estilo llamativo, inaugurado cuando quedó sola. Que trasunta alguna reminiscencia señorial. Realiza una o dos apariciones públicas, con coreografías bien armonizadas, incluidos los que carcajean y aplauden. Mecha anuncios con recurrentes cifras sobre el progreso económico y social, exactas o muchas veces imprecisas. Y se recluye. Recalcó, días pasados, quizás por cierta sensación general contraria, que en su Gobierno existe el trabajo en equipo. Ocurre que la mayoría de los ministros ni se entera.
Sorprende muchas veces, también, el énfasis que le coloca a ciertas cosas. Anunció un aumento de casi 18% para las jubilaciones. Un aumento que está previsto por una ley que sancionó el Congreso. Se enorgulleció con que el haber mínimo haya escalado a $1.687. Es decir, aumentado $253 mensuales. Como parte de un error político -hubiera sido conveniente para ella obviarlo- subrayó que casi el 75% de los jubilados y pensionados reciben esa recompensa. No habría de qué alegrarse. Pero vinculó los números con lo que denomina políticas de inclusión.
No sería para tanto si se tomara otro índice como regla de comparación: la canasta básica oscila entre los $1.404 o el doble, según corresponda a mediciones del INDEC o de consultoras privadas. Un alquiler promedio en Capital, de una minúscula vivienda, está en $1.600.
Puede ser cierto que las condiciones de la economía no permitan otra cosa. Aunque resulta conocido el despilfarro del Gobierno detrás de sus metas políticas. Ahora invertirá $400 millones para transmitir por la TV oficial el automovilismo. Pero siempre sobresale un enorme desacople entre la teatralización de cada mensaje presidencial y el escenario verdadero.
Cuando se corre el telón, también asoman otros objetivos. La ofensiva contra las petroleras, insinuada hace dos semanas, ha recobrado fuerza. Junto con el nuevo valor de las jubilaciones, Cristina metió una primer daga contra los bancos. Se van construyendo, por necesidad, nuevos enemigos porque la realidad económica comienza a retacearle encanto al relato.
La crítica a las petroleras, que nació por el precio excesivo del gasoil, según el Gobierno, se extendió ahora al terreno político. Un grupo de gobernadores de provincias productoras de petróleo elaboró un severo documento sobre la caída de producción del crudo, apuntando en especial a Repsol-YPF. Esa maniobra fue liderada por Mario Buzzi, de Chubut. Buzzi se convirtió en mandatario con el auspicio del peronista federal Mario Das Neves, después de ganarle una elección larga y oscura al postulante kirchnerista. Hoy es un incondicional de Cristina.
En efecto, las reservas de petróleo descendieron un 12% entre 2001-2010 y la producción un 21% en igual período. Las reservas de gas se derrumbaron un 53%. Ninguno de aquellos gobernadores se preguntó si en semejante deterioro no tuvo una influencia la política energética global del kirchnerismo. Alguna amnesia debe aquejar a la propia Presidenta. El 8 de diciembre pasado exaltó el descubrimiento de un pozo gasífero que Repsol YPF hizo en Neuquén.
"Es un ejemplo que debe animar a otros ", convocó. La proa fue puesta ahora en otra dirección.
La posible reestatización de Repsol-YPF está sembrada en el campamento K. Aunque habría un escollo insalvable: la falta de fondos para adquirir el paquete accionario mayoritario que pertenece a los españoles. Podrían tantearse fórmulas alternativas: que la venezolana PDVSA sustituya a Repsol o que se haga cargo, al menos, de áreas de exploración junto a ENARSA. La Argentina acumuló en estos años una abultada deuda con Caracas (U$S 6000 millones) por importación de fuel oil.
El kirchnerismo hizo con Repsol-YPF una prueba piloto, a fin del 2011, que ahora reitera con los bancos.
La prohibición de distribuir dividendos.
Un candado para evitar la salida de dólares del país. Las petroleras serían responsables del encarecimiento de la actividad económica. Los bancos, de la presión sobre el dólar y la ausencia de crédito accesible para fogonear la producción. Los medios de comunicación no adictos, de divulgar aquellos problemas. Cada uno de esos trazos serviría para bocetar a los demonios que pretenderían vulnerar el modelo.
Habría una secuela inevitable por esa obsesión.
¿Quién invertirá en una nación que acorrala el dinero de las empresas? ¿Quién arriesgaría capital con un Gobierno que varía con frecuencia las reglas de juego? La economía argentina, mirando el mapa de la crisis mundial, podría ser propicia para aquellas inversiones. El que alertó sobre la ausencia de normas estables no fue Mariano Rajoy, el derechista premier español.
Fue José Mujica. El presidente uruguayo aludió al Mercosur. Pero Uruguay, Brasil y Paraguay se vienen quejando hace rato de las arbitrariedades argentinas.
Las arbitrariedades poseen el nombre de Moreno y de Ricardo Echegaray, el titular de la AFIP. Ellos concentran desde la semana pasada todas las decisiones sobre importaciones. En épocas difíciles, de crisis, se suele imponer la necesidad proteccionista. Pero las resoluciones no deberían descansar en dos personas. Mejor sería un sistema con cierto grado de previsibilidad. Fue el rezongo que formuló Mujica.
En pocos días de vigencia de la resolución, los formularios de solicitud de importaciones se han amontonado. Algunos hablan ya de 10 mil. Hay industrias principales, como la automotriz, que hace meses padecen falta de insumos. Hay carencias menos difundidas pero de mayor gravedad: un laboratorio fue impedido de ingresar remedios oncológicos cuya fabricación en la Argentina es imposible.
Cristina creyó encontrarle una hendija a otro conflicto que la viene atormentando. Tras hacer una cabriola, afirmó que las discusiones salariales no tendrían techo.
El propio Gobierno -los gremios lo saben- quería plantarse en un 18%. Pero la inflación real, salvo para el kirchnerismo, pesa mucho más que la del INDEC. Los primeros convenios se cerraron en torno al 24%, incluso con el plus de una suma no remunerativa. Se aproximan las paritarias docentes que demandan 30% y, según resulten, detonarían turbulencias desde marzo. El litigio con los camioneros de Hugo Moyano se mantiene inalterable.
La Presidenta anunció que los aumentos tendrán que estar atados a la rentabilidad de las empresas. Fue una manera de querer transferir los pleitos a la relación entre los trabajadores y las patronales. El Gobierno se reservaría la facultad de árbitro. Algo mas: el kirchnerismo no sólo indagará en aquellas ganancias; también lo haría en el sueldo de los gerentes de las empresas.
Un derecho que hasta los caciques sindicales ponen en duda que le corresponda al poder.
Cristina no se olvida de Moyano aunque no tiene reemplazante a mano. El líder camionero lastima cada vez que habla: igualó al kirchnerismo con el menemismo.
No existe entre la Presidenta y el cegetista ninguna interlocución. Ese es un cargo, entre varios, que le hacen a Moyano sus rivales internos en la central obrera. Pero Oscar Lescano, el viejo jefe de Luz y Fuerza, admitió que tampoco nadie habla con ellos.
"Al que hablaba lo callaron" , afirmó en relación a Julio De Vido.
Los kirchneristas advierten que el trabajo político que no puedan hacer contra Moyano lo hará la Justicia. "Oyarbide (Norberto) tiene todas las llaves", señalan. El moyanismo no vacila en la réplica: "Ellos saben que conocemos muchas cosas.
Por lo pronto, que Schiavi (Juan Pablo) y Boudou (Amado) pongan sus barbas en remojo", previenen. Una guerra solapada se avizora en el horizonte oficial.
Daniel Scioli intenta escaparle a ese campo de batalla. Pero le cuesta. Su política de seguridad es enjuiciada por La Cámpora. Desde las cercanías de Gabriel Mariotto, se lanzaron rumores perversos sobre el viaje a Francia y su estado de salud. Scioli se vio forzado a difundir una foto donde se lo observó en una prueba con su brazo ortopédico. El cerco intenta cerrarse también sobre otros potenciales adversarios.
Mauricio Macri lo sufre. No sabe bien qué hacer con el subte porque el traspaso nunca se termina de formalizar. Nilda Garré, la ministra de Seguridad, le desguarnece la Ciudad con intempestivos retiros de la Policía Federal.
La moderación de Cristina se escurre siempre entre sus palabras y mohines. Los hechos señalan crudamente hacia donde estaría conduciendo a la Argentina.
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