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04/03/2012 La Nación - Nota - Política - Pág. 10

La Casa Rosada apuesta al desgaste

Creen que el camionero terminará aislado en la CGT; el fracaso del último intento de acercamiento.
Por Jesica Bossi | LA NACIÓN
Ya no sorprende en el Gobierno la postura cada vez más beligerante del jefe de la CGT, Hugo Moyano. Ayer, ningún miembro del Gabinete respondió los duros planteos del sindicalista y, como otras veces, la estrategia inmediata que se impartió desde Olivos fue el silencio.
El camionero abrió el fuego temprano, antes de las 9, con una batería de acusaciones radiales: tildó de "apriete" el renovado impulso que le dio el juez Norberto Oyarbide a la causa que lo involucra en Suiza y vaticinó que el Gobierno, lisa y llanamente, "perdió el rumbo".
En la Casa Rosada, crece la percepción de que Moyano, con los últimos gestos, demuestra que va camino a la ruptura. Ayer, dos funcionarios destacaban que sus reclamos son de índole "personal" -por ejemplo, la preocupación por su situación judicial- y no reflejan la postura institucional de la central obrera. Tomaron nota, además, de los escenarios desde donde lanza los disparos: ayer fue entrevistado por Marcelo Bonelli en radio Mitre, emisora del Grupo Clarín.
Desde el oficialismo están convencidos de que el camionero pierde poder producto de su propia táctica confrontativa, que le resta aliados hasta de su riñón. Aunque juran que lo acompañarán en su cruzada, incluso sindicalistas cercanos como Omar Plaini (canillitas) y Juan Carlos Schmid (dragado y balizamiento) plantean diferencias internas. En paralelo, el Gobierno usufructuó ese aislamiento y les envía señales a otros dirigentes, como el metalúrgico Antonio Caló, su posible sucesor en la CGT.
Gestiones fallidas
El fracaso de los tibios acercamientos durante el verano anticipan un desenlace conflictivo, según coincidieron ante LA NACION fuentes oficiales y gremiales. Hubo emisarios de la Casa Rosada que entablaron contacto con dirigentes cercanos a Moyano, con la intención de bajar el tono de la disputa y, en especial, evitar que se concrete la amenaza de los gremios de denunciar al Estado ante la Justicia por los fondos adeudados a las obras sociales.
Las conversaciones se estancaron después de que, a mediados de febrero, la CGT emitió un duro comunicado en el que criticó al Gobierno por reprimir determinadas protestas sociales. Apenas una semana antes, Moyano había vuelto a pisar Balcarce 50 en un acto que encabezó Cristina Kirchner por el conflicto de Malvinas. "Siempre sube la apuesta, así es imposible hablar", se quejó un funcionario.
Otro canal de diálogo provino desde el lugar menos pensado: La Cámpora. La agrupación sub 40 siempre mantuvo línea directa con Facundo Moyano, actual diputado y líder de la Juventud Sindical. Oficia, para los camporistas, como el contrapeso "moderado" de su padre. Con el objetivo de centralizar el vínculo, Máximo Kirchner autorizó como único nexo a Eduardo De Pedro, legislador y miembro influyente de la mesa de conducción. El intercambio nunca arrojó resultados concretos, según pudo saber LA NACIÓN.
Esa decisión dejó relegados a dos amigos del propio Facundo, conminados a no dirigirle la palabra: el presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde (cuyo padre, Héctor, es abogado y amigo de Moyano), y el secretario de Justicia, Julián Alvarez. Este último lo lamentó, sobre todo, porque mantiene con él una vieja relación. Su estudio jurídico llevaba asuntos legales del gremio de peajes y fue, por ejemplo, su patrocinante en una demanda que le inició al diario Clarín.


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