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05/03/2012 Clarín

El ataque a los docentes, una señal de ajuste y necesidades políticas

Cuesta creer que sólo un prejuicio, elemental, primario , alimentó la carga de Cristina Fernández de Kirchner contra los docentes. Eso es lo que quedó a la vista y tiene volumen propio, pero pasada la sorpresa de algunos dirigentes de CTERA –aliados de Olivos– y extinguido el eco de los aplausos cerrados de legisladores y asistentes oficialistas, se recorta con más claridad el trasfondo de la andanada presidencial contra el reclamo salarial del sector. ¿Un costo a pagar en un rubro, la Educación, al que dirigió mejores mensajes y medidas? Es probable, porque las palabras dibujaron una señal de dureza frente al proceso de paritarias que se abre y también ante la imposibilidad de definir, de manera unilateral y excluyente, la agenda de interés social en estos días. Inquietudes y necesidades políticas pusieron a los docentes en la mira presidencial, sin maquillaje.

Para dar ese mensaje, que sobrepasa a maestros y profesores, la Presidenta eligió un libreto amarillento, viejo: recurrió –y eso es lo más significativo– a definiciones que transpiran cualquier cosa menos progresismo. Prefirió estigmatizar a los docentes, un recurso en sí mismo oscuro, y lo hizo recurriendo a aquello de que solo trabajan cuatro horas por día, tienen tres meses de vacaciones y gozan de estabilidad.

Ninguna de esas afirmaciones resiste el paso por la escuela .

Dijo además que los docentes –los gremios del sector– deben abandonar la lógica de la Carpa Blanca, cuando el nivel de conflictividad siempre estuvo lejos de aquellas prácticas en la etapa kirchnerista. Las brumas sobre la demora en iniciar las conversaciones salariales, con el inicio de las clases ya comprometido, genera especulaciones políticas de distinto tipo, particularmente en distritos como la Provincia de Buenos Aires. Pero el mensaje presidencial no apuntó en esa dirección, sino que estuvo orientado a reclamar que los sindicatos bajen sus pedidos salariales concretos.

La paritaria docente es siempre de enorme sensibilidad por su repercusión social, pero este año se pone a prueba además la intención evidente de establecer cifras por debajo de la inflación. Se trata, claro, de un objetivo que trasciende a los maestros y forma parte de la estrategia de Olivos para el conjunto de negociaciones paritarias.

Visto así, el lugar referencial de la cifra nacional no generaba la mayor inquietud por su impacto en cada provincia. Para los gobernadores, sí, el asunto es más complicado: el acuerdo con los docentes se proyecta luego, de manera más o menos directa, sobre el salario de los otros rubros estatales, entre ellos seguridad, Justicia y administración central. Media docena de distritos registran paros en estos días y además está pendiente la protesta nacional.

Alberto Sileoni nada dijo sobre las jornadas laborales y las vacaciones de los docentes. En el fin de semana hizo alguna declaración y sólo trató de ampliar la queja expresada por la Presidenta cuando pidió que se abandone la lógica de la Carpa Blanca. Reivindicó la gestión educativa del kirchnerismo y dijo que, además, hay que mirar el contexto económico mundial . En otras palabras, que los gremios deben ser cuidadosos con sus reclamos.

La reacción del oficialismo registra, aunque no de manera expresa, otros ingredientes de la coyuntura. El objetivo de fijar una cifra nacional por debajo de la inflación real –idea que trascendió poco después de la elección pasada– se asocia ahora a una necesidad política que por entonces nadie imaginaba: controlar el temario político y social. Los climas, siempre difíciles de medir, no parecen ser los mismos y, sobre todo para el kirchnerismo, la sensación de no manejar a gusto la agenda se recorta como un problema mayor, intolerable.

La intención de reforzar la batalla por el control del temario público fue expresada con todas las palabras por la Presidenta en el Congreso.

No se dejen imponer la agenda, fue la indicación al final de su discurso. Son días en que inquietan el impacto de la tragedia de Once, la pulseada por el subte, la poda de subsidios, las denuncias que involucran a Amado Boudou. En medio del oleaje del caso Ciccone, el vicepresidente repitió aquella frase presidencial. Lo hizo frente a la no-pregunta de un programa ultraK: por un momento aludía a la realidad, no a la agenda de sus interlocutores.


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