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16/03/2012 Clarín

La Cámpora, eje del ensayo para sustituir al poder del peronismo

La cerrada defensa que Cristina Kirchner hizo de La Cámpora, el lunes en la Casa Rosada, estuvo cargada de un contenido político que excedió largamente el rencor y la ira mal disfrazados de ironía que usó la Presidenta para descalificar a periodistas que cuestionaron a esa agrupación oficial. Lo de Cristina no fue el gesto instintivo de proteger a sus pichones. Lo que hizo, con absoluta premeditación, fue mandar un mensaje a su propia fuerza política. Les avisó que La Cámpora y sus cuadros son intocables.
Y quien los critique a ellos estará criticándola a ella, arriesgándose a recibir el rayo mortal de su disfavor.
En el imaginario del ensayo político que intenta Cristina para este tiempo del "vamos por todo" , La Cámpora es mucho más que el capricho de su hijo Máximo, o que las convicciones y conveniencias de sus amigos pronto acomodados al disfrute de los generosos recursos del Estado. En ese diseño ideal, La Cámpora está en el núcleo del nuevo sujeto político que se intenta construir desde el poder para reemplazar a los poderes tradicionales del peronismo: el aparato territorial y los sindicatos.
Cristina está obligada a soportarlos, aunque en muchos casos los desprecia en lo personal y los descalifica en lo político. Es curioso: Kirchner convivía naturalmente con quienes ahora son una compañía indeseada.
El ensayo de Cristina entraña riesgos severos. Uno de ellos es que el contexto económico y social no le sea tan favorable como hasta ahora. Otro, que sus soldados no estén a la altura de la batalla.
Nacida desde el corazón del Gobierno como una organización cerrada de cuadros, La Cámpora reclutó una buena cantidad de técnicos que, más allá de su inexperiencia, le permitieron desembarcar en la conducción de estructuras del Estado gracias a las designaciones de Cristina.
También con ese salvoconducto poderoso, reforzado por la influencia de Máximo Kirchner, La Cámpora se expandió en los cargos políticos y legislativos. Dirigentes sin mayor anclaje en el peronismo y algunas formaciones del centroizquierda entienderon pronto que arrimándose a La Cámpora era más fácil congraciarse con la dueña única de la decisiones. Puestos importantes del Gobierno nacional y también de la Provincia se cubrieron a partir de la adhesión vertical a Cristina y las operaciones con sus jóvenes guardianes. El jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina y el vicegobernador Gabriel Mariotto son los casos más notorios.
Esa cabecera de playa tenderá a ampliarse cada día. Gobernadores, intendentes, legisladores y dirigentes gremiales saben que sus espacios de poder y su manera histórica de entender la acción política están bajo el fuego de la artillería más poderosa, surgida del mismo Gobierno que ellos, por acción o por omisión, ayudaron a establecerse y crecer.
Pero el proyecto de sustitución política que encarna La Cámpora necesita como el aire de la ayuda de Cristina. Porque más allá de su entusiasmo, su incondicionalidad y su limitada capacidad de movilización, los experimentos concretos tuvieron resultados menos que modestos. Ningún éxito electoral allí donde encabezaron listas, escaso peso en el universo estudiantil en relación a la abrumadora masa de recursos de que disponen, gestiones estatales que tienen como símbolo más notorio el peso muerto de Aerolíneas Argentinas.
Los principales dirigentes de La Cámpora vienen de experiencias diversas en la militancia política, social y estudiantil de la última década. A cuadros en desarrollo como Andrés Larroque, Eduardo de Pedro, Mariano Recalde, José Ottavis o Juan Cabandié, no les debe resultar un tema menor la dificultad para transformar su influencia palaciega en la construcción de una organización con verdadera inserción social y adhesiones masivas. Dicen que sobre eso están trabajando Ese salto de calidad es una necesidad del proyecto pensado para ellos. Y una demanda del tiempo que viene si se pretende, según circula hoy en las filas del cristinismo, impulsar una profundización radical de las políticas de transporte, energía y vivienda, entre otras; y reeditar la construcción de los medios y periodistas independientes como el enemigo funcional y necesario. Buena treta, probada ya con eficacia, para tratar de esquivar ahora nuevos temas acuciantes: el desastre de la política ferroviaria, la inflación indomable o casos de presunta corrupción como el que involucra al vicepresidente Amado Boudou.
En el intento de fortalecer su presencia en la base social, los dirigentes de La Cámpora se plantean un desafío a corto plazo: harán un acto en el estadio de Vélez el 27 de abril, aniversario de la primera vuelta electoral de 2003 en la que Kirchner quedó segúndo detrás de Carlos Menem.
Lo preparan junto con el Movimiento Evita que conduce a nivel nacional Emilio Pérsico, la más poderosa de las organizaciones sociales y políticas que apoyan a Cristina y que tiene un desarrollo potente en la provincia de Buenos Aires. Unas 25 mil personas se propone movilizar ese día La Cámpora, cerca del doble de esa cifra es el objetivo del Evita.
La Presidenta dijo en su mensaje del lunes, con razón, que "uno de los mejores lugares donde pueden estar los chicos es la política". Pero esta es una política que funciona sin partidos, ni siquiera el justicialismo, que ha sido prolijamente demolido y convertido en un logotipo de ocasión. Una política donde los cuadros juveniles, lejos de su esperable carácter cuestionador del poder, se transforman en una fuerza de elite que desembarca en despachos oficiales para garantizar control ideológico, ejercer comisariato político y exigir obediencia debida.
Los cuadros de La Cámpora, seguramente llenos de buenas intenciones y espíritu de cambio, progresaron en la comodidad del cargo público, el chofer y los contratos para sostener su estructura. Habrá que ver si son capaces de cuestionar y crecer, o si ése es todo su mandato y su destino.


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