Lejos de acatar el llamado de la Presidenta, los gremios pronostican una conflictividad en alza.
Habrá más paros. También más protestas. A los gremios no les importó la sensación de "rabia" que le generan sus reclamos a Cristina Kirchner, según lo describió desde el atril de la Casa Rosada.
Los dirigentes sindicales no tomaron nota sobre el pedido presidencial de mayor sensatez ante los impactos de la crisis europea en la economía doméstica. Sin teorías apocalípticas, para una buena porción de los sindicatos la conflictividad se mantendrá en alza con dos exigencias puntuales: mejoras salariales y una reforma del impuesto a las ganancias.
El termómetro sindical sufre variaciones casi a diario. Pero en la semana que pasó fueron más los conflictos que se mantuvieron abiertos de los que se resolvieron con un cordial apretón de manos. Tal vez los dos casos más emblemáticos fueron la empantanada paritaria de los metalúrgicos y las quejas de los estatales de Santa Cruz, la provincia de origen de los Kirchner. Pero hubo otras disputas: las amenazas de paro de los bancarios, los bloqueos en los puertos, las protestas de los judiciales y la advertencia de los camioneros para frenar la distribución de combustible, un brete que se resolvió momentáneamente anteanoche.
Ni los gremios que comulgan con la Casa Rosada aceptaron una negociación salarial a raya. El deseo del Gobierno y de los empresarios para que las paritarias no superen el 20% se desvaneció en la nada. Con la inflación como una ola creciente, los convenios a largo plazo no son tan frecuentes. Por ejemplo, el sindicato de los mecánicos del kirchnerista Ricardo Pignanelli cerró un aumento del 6% por un trimestre. Este es el botón de muestra del disciplinamiento.
La Asociación Bancaria tiene su paritaria vencida desde el año pasado. Se acordó el pago de una suma puente, pero ya se agotó la tregua. El moyanista Sergio Palazzo pide un alza del 25 por ciento. Desde mañana habrá nuevos reclamos y podrían amenazar con un paro nacional.
Tras 75 días de negociación, con un paro y dos conciliaciones obligatorias de por medio, los metalúrgicos de Antonio Caló no cerraron aún su paritaria. Exigen una suba del 25% y la continuidad del pago de $ 300 no remunerativos que se abonaron en el primer trimestre del año. Con este extra, el aumento sería de un 33%. Caló es el favorito del Gobierno para la CGT. Así y todo, desde la UOM advirtieron de futuras protestas si no alcanzan un trato.
Como es costumbre, los afiliados bonaerenses de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) rechazaron la suba del 21% firmada entre la Presidenta y la Federación de Estatales, encabezada por Andrés Rodríguez, de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN).
El frente que quedó abierto, también, es el de los estatales de Santa Cruz, que presionaron al gobernador Daniel Peralta con otra huelga si no se regulariza el pago de los sueldos.
"Ni las cosas están tan bien como dicen, ni tan mal", fue el análisis de Hugo Moyano, preocupado por la embestida opositora para sacarlo de la CGT. Los camioneros tendrán su paritaria en junio y negociarán "con la inflación del supermercado".
Con paros parciales en algunas plantas fabriles, la negociación salarial en la industria alimenticia también mostró conflictos. El sindicato reclamó una suba cercana al 35%, mientras que el empresariado ofreció el 19,6 por ciento y luego pidió al Ministerio de Trabajo que dicte la conciliación obligatoria.
Tanto Moyano como sus opositores de la CGT bajaron en tinta una serie de exigencias que aún las mantienen. Piden por una reforma tributaria (eliminar o subir el umbral del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias) y la universalización de las asignaciones familiares. También un programa antiinflacionario, como expresó el ruralista Gerónimo Venegas. La Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) en sus dos versiones, la kirchnerista y la disidente, coincide con los reclamos de la CGT y piden mejoras para los jubilados y un aumento del salario mínimo.
