Cristina versus Daniel Scioli. Cristina versus Hugo Moyano. Cristina versus Mauricio Macri. La Cámpora versus los productores rurales. Amado Boudou y sus amigos versus la Justicia. Guillermo Moreno versus los importadores. Y la AFIP versus los que compran dólares. La Argentina está plagada de pequeñas y grandes batallas políticas y económicas que consumen la credibilidad de sus protagonistas y agotan la paciencia de los ciudadanos, mucho más preocupados por tener mayor calidad de vida que por las guerras que se disputan demasiado lejos de sus necesidades concretas.
Mientras todo esto sucede, nadie combate a la inflación, que hoy es el peor de los enemigos de la sociedad. Medida por las consultoras privadas con auspicio del Parlamento o bajo las sospechas del Indec, el aumento del costo de vida compromete y mucho los acuerdos salariales, impulsa la compra de dólares como sistema de ahorro y ataca el bolsillo de todos los argentinos, sobre todo el de los más pobres.
Pero con la inflación, claro, desde hace seis años nadie se mete. Siempre habrá una buena excusa técnica o ideológica para demorar la puesta en marcha de algún tipo de solución que haga más previsible nuestro futuro económico.
