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22/08/2013 - mdzol.com - Nota

opinión

LAN desnuda las ineficiencias de Aerolíneas, por eso molesta

Todo lo que asome como amenaza a dejar al descubierto el zafarrancho debe ser eliminado.

Omar de Marchi

El problema no es del chancho, sino de quien le da de comer. El problema no es de Aerolíneas ni de sus históricos y eficientes empleados, sino de los pícaros que aterrizaron hace poco, de la mano de La Cámpora, y transformaron a Aerolíneas en la Caja de la militancia Nac&Pop. Todo aquello que asome como una amenaza a dejar al descubierto el zafarrancho que están haciendo con la compañía aérea debe ser eliminado, Lan es la presa actual de esa lógica perversa. Pero para afirmar esto es necesario contar brevemente cómo llegamos hasta aquí. Aerolíneas, símbolo del kirchnerismo Aerolíneas Argentinas, desde su confiscación (mal llamada expropiación) a fines de 2008, dejó de ser una compañía aérea convencional para transformarse en un símbolo del kirchnerismo. Esta compañía es una muestra concentrada de todo lo que este gobierno es capaz de hacer sin medir consecuencias. Planificación maquiavélica El Gobierno, mucho antes de ejecutar la confiscación de la compañía, pergeñó la estrategia para ese fin, y tuvo como articulador principal a Ricardo Jaime. Básicamente consistió en asfixiar económicamente a la empresa, negando aumento de tarifas a los españoles de Marsans, a pesar de los costos crecientes de la actividad, y transformarla en un coto de caza de los siete gremios que coexisten en la empresa, con paros salvajes y muchas veces inexplicables, hasta transformar en inviable la operación, y generando la sensación de que la única salida para salvar a Aerolíneas era expropiándola. Irresponsabilidad de gestión Producida la confiscación, en lugar de designar un management capacitado, debido a la sofisticación de la actividad, nombran a un ex pésimo intendente como Julio Alak, y al poco tiempo, a un grupo de jóvenes inexpertos que no solo no conocen la industria sino que no han pagado un sueldo en su vida. El único pero decisivo antecedente era que pertenecían a La Cámpora. Relato mentiroso Para justificar el arrebato de la compañía y las groseras ineficiencias de la gestión, aducen que Aerolíneas aporta conectividad a los argentinos, uniendo a aquellos destinos que los privados no quieren volar. Esto es falso. En al año 2011 de las casi 165.000 horas de vuelo anuales que volaba la compañía, solo 5.000 las realizaba a destinos sin competencia, o sea, a aquellas localidades que no llegaba ninguna otra compañía y que uno puede suponer que Aerolíneas conecta. Sólo el 5% de su operación volaba a esos destinos. Podemos interpretar entonces que es más barato pagarle un vuelo privado a cada uno de esos pasajeros que todo el derroche que esta estudiantina Nac&Pop le ocasiona al Estado con la excusa de la conectividad, ya que ese puñadito de destinos no rentables, no puede justificar casi 18.000 millones tirados en esta aventura. Desorden contable Desde la estatización, hace ya casi 5 años, aún no logran finalizar el proceso jurídico de esa expropiación, por lo tanto, la compañía sigue sin exhibir balances, con todo lo que esto significa en materia de transparencia. Técnicamente, el grupo Aerolíneas sigue siendo propiedad de Marsans, por lo que el Estado ha transferido en los últimos miles de millones de pesos a un grupo privado, aunque el Gobierno no lo reconozca. Caja política A esta altura es una obviedad el verdadero fin que el kirchnerismo persiguió con la toma de la compañía: fondear a la estructura política más fuerte que tiene el gobierno, que es La Cámpora. En poco tiempo duplicaron los empleados, pasando de casi siete mil a cerca de 12 mil en la actualidad. Generaron gerencias mellizas, poniendo al lado de cada gerente de carrera un comisario político camporista, llenaron los aviones de azafatas o personal de a bordo reclutados en las Universidades que respondían a su agrupación. Sin dudas, el déficit de la compañía está en los bolsillos de la caja política que sostiene a gran parte de los neo militantes nacionales y populares. Destrucción del mercado aerocomercial Hay dos formas de ganar una carrera, esforzándose para correr más rápido y llegar primero, u obsesionarse en destruir a los otros competidores. Este último camino es el que han tomado los chicos K para esconder las desopilantes barbaridades que cometen a diario en la conducción de la compañía. Pero lo grave, es que están destruyendo el sistema aerocomercial argentino. Hay más de veinte compañías que quieren volar y sus expedientes siguen pisados para evitar más competencia. Las empresas que ya volaban se encuentran todos los días con resoluciones incumplibles u obstáculos infantiles, que tienden a complicarlas cada vez más, hacer más onerosa su operación y desalentar su continuidad. Esto es lo que le pasa hoy a Lan, a punto de abandonar la operación en Argentina. Ineficiencia operativa Todos los argentinos, a través del presupuesto nacional, hemos transferido desde el 2009 a la fecha al Grupo Aerolíneas más de 18.000 millones de pesos, un verdadero escándalo. Con un agravante, no hay posibilidades de control formal sobre sus cuentas, porque al ser una Sociedad Anónima escapa al control de los organismos públicos, y a su vez, al no completar formalmente la expropiación, no tiene balances, por lo tanto, estos cifras escalofriantes que aporta el presupuesto están en el aire. Corrupción Más allá de que todo este proceso es objetivamente inadecuado desde el prisma de la transparencia porque elude controles, se suman hechos concretos que sirven para pincelar una experiencia kirchnerista completa: impúdicos pagos de sobreprecios en la compra de aeronaves. El Gobierno pagó por 20 nuevas aeronaves brasileras Embraer la friolera de 700 millones de dólares, a razón de 35 millones cada una. Al momento de la operación, iniciada por Jaime/Alak y ejecutada por el tándem Schiavi/Recalde/Kicillof, cada aeronave costaba 30 millones. Por lo que el sobreprecio pagado rondó los 100 millones de dólares, todo un número. Esto es Aerolíneas, un ejemplo cabal de la gestión de este gobierno nacional y popular, que falsea relatos, que pone a los peores a conducir áreas claves, que privilegia el gasto político por sobre el gasto social, y que tiemblan como niños frente a la competencia, porque desnuda su cruel realidad: si no están aptos para conducir una aerolíneas, mucho menos lo están para conducir un país.


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