Nota
El fin de semana largo del 28 de marzo al 2 de abril, mi familia y yo viajamos por Aerolíneas Argentinas. La partida desde Bariloche hacia Buenos Aires no tuvo ningún inconveniente. Pero todo cambió el 2 de abril al querer regresar a Bariloche; mi marido, mi bebé y yo, esperábamos tomar el vuelo AR 1922 que despegaría de Aeroparque a las 13.10, cuando comenzaron los problemas.
Culparon al clima y que a los pilotos no se los pudo pasar a buscar por la lluvia, cuando el resto de los pasajeros viajamos desde mucho más lejos y pudimos estar en el Aeroparque tres horas antes sin ningún inconveniente.
Todos los vuelos se atrasaron, y muchos se cancelaron. Familias desesperadas permanecían mirando los monitores para verificar si los vuelos se demoraban, se reprogramaban o se cancelaban. Observábamos cómo los aviones de otras aerolíneas aterrizaban y despegaban sin problemas.
Pero no, Aerolíneas Argentinas no podía ni despegar, ni aterrizar. Más tarde, algunos vuelos salieron, pero no a Bariloche. Mi vuelo había sido postergado desde las 13.10 hasta las 20, cinco veces, para luego ser cancelado.
Me quejé, pedí explicaciones, pero nadie daba la cara. Los demás pasajeros se unieron y los encargados ya sin respuestas detrás del mostrador llamaron a la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria) quienes cerraron las puertas con llave riéndose de los pasajeros que reclamábamos lo que habíamos pagado.
Gente mayor, niños con sus padres tirados en el suelo esperando en la sala de embarque alguna solución. Todo fue una verdadera vergüenza.
Destacamos y agradecemos la buena voluntad del piloto Gustavo Masevicius y la profesionalidad y calidad de la tripulación, quienes realizaron nuestro vuelo aunque a ellos no les correspondía. Gracias a ellos, llegamos a destino, muy cansados y agotados luego de esperar y ser maltratados verbalmente por más de diez horas. Aerolíneas Argentinas no nos merece como clientes.
Paula Janza
