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05/04/2014 - Clarin.com - Nota

Nota - Opinión - Pag. 35

Asia: del misterio del avión al realismo de la disputa

Panorama internacional. Detrás de la enigmática desaparición del avión de Malasia se descubren las tramas de intereses y fuerzas en pugna en el rediseño de la geopolítica global, con China como actor central.

Marcelo Cantelmi

El enigma del avión perdido de Malasia quizá acabe resultando mucho más que el relato de un terrible accidente e inf luya en el diseño de la geopolítica global.

Asia, el espacio amplio donde se precipitó la desgracia del vuelo MH370 de Malaysia, está en el centro de una disputa de poder. Y es el eje de una mirada renovada en esta parte del mundo, que creció desde fines de la década pasada pero que reconoce una fragua previa, incluso centenaria, por la importancia de ese espacio que concentra la mitad de la población mundial y una equivalente promesa en magnitud de oportunidades económicas.

A partir de las administraciones de Bill Clinton, pasando de un modo menor por las de George Bush, y muy enfáticamente en las de Barack Obama, EE.UU. se propuso un giro radical en los intereses estratégicos internacionales.

La doctrina del “pivot to Asia” plantea un profundo rebalanceo de la relación con aquel mundo, desplazando hacia esos confines el foco tradicional en Oriente Medio y Europa. En una perspectiva académica, la estrategia pretende ser mucho más que la evidente competencia con el impetuoso gigante chino que, por cierto, era el destino y la nacionalidad de la mayoría de los pasajeros del MH370.

Este giro consiste en reescribir la agenda típica de seguridad y de la lucha contra el terrorismo para enfocar la economía y la globalización y colocar el concepto de cooperación en el lugar del unilateralismo. El historiador francés Justin Váisse, autor de The Foreign Policy of Barack Obama, describe esta mutación como el camino y colofón de “un cambio de actitud hacia el mundo, una reformulación y actualización del liderazgo de EE.UU.”.

El alcance de estas ideas es tal que explica la actual presión norteamericana sobre Israel para un acuerdo que acabe de una vez con más de medio siglo de crisis palestina. “Obama necesita poner distancia entre su país e Israel para obtener la cooperación de los estados árabes”, dice Váisse, para aliviar la tensión en ese área y priorizar el nuevo rumbo geopolítico. También bajo esa luz debería colocarse el ambicioso acercamiento actual entre la Casa Blanca e Irán. Y el que, no hace tanto como para olvidarlo, se empeñó con la Rusia ahora fustigada.

Esta transformación se ha acelerado porque el mundo experimenta un proceso de profundo reacomodamiento en los vértices de poder a partir de la finalización de la unipolaridad que legó el final de la Guerra Fría. EE.UU. hoy ya no corporiza la hegemonía que marcó la era Bush. Se visualizan límites al poder militar y crece la alternativa hacia una acción negociadora y realista.

“Se trata de buscar modos menos costosos de acción, pero efectivos”, agrega el historiador francés, en la línea del “poder blando” de Joseph Nye.

Esta visión, sin embargo, no es ingenua ni implica con exactitud lo que parece. En sus años de canciller de Obama, Hillary Clinton definía en Foreign Policy al espacio asiático como vital para el interés estratégico norteamericano.

“Existen oportunidades sin precedentes de inversión, comercio y para el desarrollo tecnológico”, se entusiasmaba. Su formula incluía media docena de cursos de acción desde la profundización de la relación con los países del area, la participación en instituciones multilaterales o el intercambio comercial. Coronaba la lista de buenas intenciones con la forja de una “vasta presencia militar”. A mitad de la década pasada, el Pentágono ya anunciaba que desplazaría 50% de su fuerza de submarinos a esas zonas tan distantes pero en las que EE.UU. se percibe como un vecino más.

En Asia, como sabemos, se encuentra China que tiene sus propias ideas y demandas sobre ese espacio. Y que asume al mar de la China como un “mare nostrum” en el cual el tamaño de las espaldas debería definir la voz dominante. Por eso, el “pivot” eleva como incondicional la libre navegación por esas aguas donde se han multiplicado las disputas territoriales entre Beijing y casi todo su vecindario, esencialmente Japón que junto a Corea del Sur forma con Washington el triangulo de seguridad en esa zona.

Es interesante observar que cuando el avión de Malaysia Airlines se perdió el 8 de marzo, la búsqueda internacional desnudó la debilidad satelital del gigante asiático. El South China Morning Post comentó en aquellos días que el gobierno chino halló una oportunidad en la desgracia para justificar una significativa expansion de la estructura de monitoreo. Es la mirada inversa hacia la doctrina occidental que el ministerio de Defensa chino reduce a una mera excusa para acumular poder en el patio trasero ajeno.

La cuestión que abrió la tragedia la resumió en un párrafo el profesor Liu Yu de la Universidad de Beijing: “Los servicios de observación desde el espacio están dominados por EE.UU. y los europeos. Si China coloca 50 satélites posicionados en diferentes ubicaciones, el paisaje cambiaría de modo radical y el mundo quedaría en nuestros ojos. Se tendría una mejor interpretación de un area de alto interés”.

Los analistas debaten ahora si la crisis de Ucrania, con el ácido cruce con el Kremlin, debilitó los planes del “pivot”.

Parece difícil. Una cuestión es lo que sucede en la coyuntura y otra en el paisaje de décadas. El destino de Rusia es el de una alianza crítica con EE.UU.

Porque pasa por ese vínculo un manojo de intereses comunes pero aún más cruciales para Washington.

Se trata de lo que este proyecto requiere hacia atrás para desarmar los callejones en que se empantanó Washington, y hacia adelante, esencialmente respecto a la contención de China, que es el punto más alto de la agenda estratégica norteamericana. Hace apenas horas justamente EE.UU. alzó el dedo hacia Beijing advirtiendo que no suponga en la toma rusa de Crimea un precedente para usar en sus conflictos de soberanía en el Mar de la China. Pero el régimen chino maneja su propia perspectiva. Como su espejo norteamericano entiende que las naciones definen sus intereses sólo en términos de poder. En un antiguo artículo, “El Realismo ante la Guerra”, el jurista español Miguel Herrero, al aludir al derecho internacional que nace de las hegemonía, usó una cita insuperable de Platón: “Hércules estimaba que de acuerdo con el derecho natural los bienes del más débil y menos vigilante eran propiedad del mejor y del más fuerte”. Asi de brutal, de eso, lamentablemente, todavía se trata.


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