Córdoba - Nota - Sup. Negocios - Pag. 1
Negocios ROXANA ACOTTO
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Los argentinos toleramos de nuestros líderes políticos definiciones que jamás soportaríamos de otros referentes sociales.
¿Hubiéramos aceptado que René Favaloro dijera en un reportaje: “Si yo no hubiera inventado el bypass muchos habrían muerto”?
¿Qué pensaríamos de David Nalbandian si al ganar un partido por la Copa Davis hubiera declarado: “Si no fuera por mí, este equipo desciende”?
¿Aceptaría la comunidad cordobesa que”la Mona Jimenez postulara: “Sin mí, el cuarteto no es nada”?
Seguramente, buena parte de la obra de Favaloro, los logros de Nalbandian y la popularidad de Jiménez perderían brillo ante tan infelices comentarios, aun cuando otros pudieran afirmar tales cosas sin faltar del todo a la verdad.
De la misma manera, la Presidenta (¿de los 40 millones de argentinos?) empequeñece la enorme tarea de poner en órbita un satélite nacional al sostener: “Si yo no hubiese ganado, ¿tendríamos el Arsat en el espacio?”.
Sin duda que la decisión política del Gobierno que ella encabeza fue clave en este logro, de la misma manera que en su gestión Fadea no logra poner en vuelo ningún proyecto anunciado.
No somos ingenuos: todos los políticos “tiran” algún golpe bajo, algunos más que otros, pero es excesivo ver a la primera mandataria en ejercicio hacer de estas chicanas y vilezas una política de Estado.
Algún ministro todavía en gestión dijo hace algunos años: “A la diferencia la pongo yo”, en alusión a un subsidio millonario que –lejos de salir de su frondosa billetera– iba a ser cubierto por las arcas públicas. La confusión entre Estado y gobierno es mala. La simbiosis entre Estado y partido fracasó con el comunismo. La amalgama entre Estado y una persona es tan anacrónica como el absolutismo monárquico.
Si es verdad que –como sostienen algunos encuestadores– estas embestidas de la Presidenta reditúan favorablemente en su consideración pública, el próximo gobierno tendrá una tarea aún más titánica que encarrilar la economía y encauzar la inflación. Deberá conducir a una parte no menor del electorado en el camino de entender que el Estado debe ser una síntesis de intereses que trasciende a una persona, a un grupo, a un partido e, incluso, a toda una generación.
Si en cadena nacional se aplauden chicanas políticas de tan baja estofa, posiblemente los argentinos tengamos problemas mucho más serios que la falta de dólares o la recesión. La Presidenta no es el Estado. La sola enunciación de esta negación nos muestra lo cerca del abismo que podemos estar.
