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01/04/2015 - El Cronista Comercial - Nota

Economía & Política - Pag. 2

Fue contundente el paro contra el pago de Ganancias y el Gobierno sintió el golpe

La alianza sindical que convocó la medida celebró, pero Cristina negó cambios en el impuesto y denunció el paro como político. Por falta de transporte fue casi nula la actividad

ELIZABETH PEGER Buenos Aires

La imagen, inapelable, fue ayer la de un país paralizado, casi como un domingo. La contingente alianza sindical que promovió la cuarta huelga general contra la administración de Cristina Fernández, festejó la contundencia de la protesta, que se sostuvo especialmente en el parate absoluto del sistema de transporte, y llevó a los sectores gremiales más entusiastas a amenazar con una profundización de su ofensiva, que se traduciría en una nueva medida, de 36 horas, para fines de abril.

El Gobierno recibió el golpe al punto que la propia Presidenta y por cadena nacional asumió personalmente el repudio oficial contra la huelga. “Me siento con espaldas para bancarla”, dijo, desafiante, Cristina en medio de un acto en La Matanza, clausurando cualquier expectativa respecto a inminentes cambios en el impuesto a las Ganancias, principal fundamente de la huelga.

Es más: en línea con el tenor discursivo impuesto por sus colaboradores directos, la mandataria machacó con la idea de que el paro privilegió la defensa de los intereses de los trabajadores con salarios más altos (el 10% alcanzado por el impuesto) y ahondó en la denuncia de la esencia política de la protesta. “Se trata de oposición”, apuntó.

El fervor que invadió a los promotores de la protesta no logró ocultar, sin embargo, que el solidez del acatamiento al paro estuvo lejos de explicarse por la cohesión de la alianza que lo llevó adelante. Las diferencias en el colectivo sindical aparecieron apenas quedó garantizado el éxito de la medida.

La estrategia del poderoso frente de gremios del transporte, motor principal de la huelga y actor clave para asegurar su contundencia, apuntó a que la imagen de calles vacías y ciudades desiertas constituyera la mejor conclusión de la jornada de protesta. Similar sentido abonaron otros gremios independientes, como los bancarios, cuyo aporte también fue significativo en la huelga.

La foto de los protagonistas se concentró, entonces, en las figuras de los tres líderes de las centrales obreras opositoras, Hugo Moyano (CGT Azopardo), Luis Barrionuevo (CGT Azul y Blanca) y Pablo Micheli (CTA Autónoma), que la semana pasada se plegó formalmente a la medida.

El trío encabezó una rueda de prensa para analizar la amplitud de la protesta y desafiar a la Casa Rosada con la profundización del plan de lucha si no hay respuestas a las demandas sindicales.

Solo Juan Carlos Schmid (dragado), referente de los gremios del transporte asistió a la conferencia, pero sus aliados Omar Maturano (La Fraternidad) y Roberto Fernández (UTA), evitaron compartir el escenario.

“No queremos hablar de resultados ni nada, sino decir que el paro fue contundente. Esperamos con toda humildad y responsabilidad que esta medida sea interpretada por quienes deben dar respuesta legítima a este reclamo legítimo. Más allá de a quién le den esa respuesta”, exigió Moyano. Su intervención se enfocó, además, es castigar con dureza a los gremios enrolados en la CGT oficial, de Antonio Caló, porque “hacen lo que les pide el Gobierno”, mientras –aseguró– sus trabajadores “son rebeldes” y se “adhirieron a este paro”.

Barrionuevo, a su turno, asumió el ejercicio de redoblar la apuesta sobre el Ejecutivo y anticipó que, si no hay definiciones ante los reclamos de los gremios, impulsarán un nuevo paro “de 36 horas y con movilización” antes de mayo. Sin embargo, hasta el propio Moyano pidió esperar por esa definición, convencido que no será sencillo volver a recrear la alianza que aseguró el éxito de la huelga de ayer.

La medida se sustentó sobre todo en la paralización completa del transporte de pasajeros: no hubo colectivos urbanos ni micros de media y larga distancia, tampoco funcionaron los trenes ni el subterráneo porteño y se suspendieron los vuelos de cabotaje e internacionales. El sindicato de Camioneros paró el transporte de cargas y de caudales, los servicios de recolección de residuos y el reparto de diarios.

Los bancos suspendieron la atención al público, al igual que algunos rubros del comercio, no funcionaron los peajes ni las estaciones de servicios, en tanto fue prácticamente nula la actividad en las escuelas y establecimientos estatales.

La falta de transporte público sumado a la decena de cortes que diversas organizaciones de izquierda realizaron por la mañana en los principales accesos a la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano bonaerense complicó también el traslado a los lugares de trabajo de quienes no se plegaron al paro y también dificultó el transito de vehículos particulares y el funcionamiento de los servicios de taxis.

La imagen de una Buenos Aires vacía se repitió en las principales ciudades del interior del país, donde la actividad también fue casi nula por efecto de la huelga. La falta de servicios de transporte urbano y los piquetes fueron también un denominador común en Córdoba, Mendoza, Mar del Plata, Rosario, La Plata y Tucumán, entre otras.

En medio del cuadro recesivo que atraviesa la economía, la medida de fuerza también tuvo su impacto sobre el nivel de actividad.

Según calculó la consultora Orlando Ferreres y asociados, las pérdidas en ventas por el paro alcanzaron los u$s 1500 millones, considerando los sectores alcanzados directa o indirectamente por la protesta.

A las puertas de la nueva ronda de paritarias, la huelga generó preocupación en los principales sectores empresarios que, si bien admitieron la validez del reclamo por Ganancias, deslizaron temores por una profundización de la conflictividad socio-laboral y su efecto sobre la economía justo en medio de un año dominado por la puja electoral.

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