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02/09/2015 - El Cronista Comercial - Nota - Opinión - Pag. 15

Irritante cambio de discurso en Aerolíneas

Federico Muñoz

Economista

En un recordado discurso de abril de 2013, la Presidenta sostuvo que absolutamente todas las líneas aéreas del mundo eran deficitarias. La evidencia empírica dista mucho de avalar esa afirmación. Por caso, apenas cuatro de las 21 líneas aéreas presentes en el listado de empresas Forbes 2000 mostraron resultados negativos en 2013.

La tesis presidencial pretendía expiar las culpas de la gerencia por las persistentes pérdidas de Aerolíneas Argentinas tras su reestatización.

Pero lo cierto es que ninguna línea aérea del globo presenta indicadores económicos siquiera cercanos a los de nuestra línea de bandera bajo gestión estatal.

Según los Balances Consolidados, en cada año entre 2009 y 2013 Aerolíneas y Austral perdieron al menos u$s 530 millones o el equivalente a más del 35% de sus ingresos.

En consecuencia, el fisco ha tenido que transferir al grupo un promedio de u$s 730 millones anuales entre 2009 y 2014.

En 2009, Mariano Recalde estimaba que la empresa alcanzaría el equilibrio presupuestario hacia 2012; para 2013, la proyección del fin de las pérdidas se había postergado hasta 2017. Pero a comienzos de este año, presenciamos un giro muy significativo en el discurso oficial. En enero, Recalde sostuvo: “No nos desvela si la empresa tiene o no rentabilidad; no nos desespera llegar al déficit cero”. Vale decir, la conducción de la empresa ya no se esfuerza en ofrecer excusas por la persistencia del déficit, sino que ahora directamente reniega de la conveniencia de su eliminación.

Más aún: lo que era una evidente carencia en la gestión de la empresa (la incapacidad para dotarla de sustentabilidad económica) se terminó convirtiendo en motivo de jactancia: “Nosotros no ajustamos” es el orgulloso mensaje implícito.

Detrás de este nuevo relato subyace un prejuicio bastante difundido en las huestes kirchneristas: que el concepto de ‘restricción presupuestaria’ es una noción propia de la derecha neoliberal a la que no están dispuestos a someterse. Esta peculiar lectura no sólo los faculta a mantener sin culpa a las cuentas de Aerolíneas en rojo intenso, sino que - prácticamente- convierte a ese déficit en un acto de militancia.

Personalmente, encontramos muy irritante a este giro del discurso.

Nosotros no pedimos que la empresa dé ganancias. Pero sí consideramos un verdadero despropósito que, cinco años después de estatizada, la empresa haya seguido mostrando pérdidas superiores a las de 2008 y reclamando fondos públicos en consecuencia. Primero, porque la inmensa mayoría de las empresas aéreas del globo demuestran que, con una gestión responsable, es posible garantizar la conectividad del territorio sin cargar semejante lastre en las espaldas de los contribuyentes.

Segundo, y principal, porque hay innumerables usos alternativos más legítimos desde el punto de vista social para los más de u$s 700 millones anuales que ha estado demandando la Aerolíneas de Recalde al fisco. El ejemplo más claro en estos días es la inversión en infraestructura hídrica, a la que el Estado federal destina cada año menos de la mitad de lo que transfiere para sostener la línea de bandera.

Que se entienda bien: de ninguna manera estamos pidiendo la privatización de Aerolíneas.

Sólo abogamos por que la lí nea de bandera sea gestionada por profesionales solventes que no consideren que perder cantidades obscenas de dinero público es una epopeya heroica, sino -como es obvio- una inmoralidad indefendible.

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