Perón, el hombre que cambió el rumbo de la Argentina moderna
clarin.com
Tres veces presidente constitucional, ungido por los votos y derrocado por un golpe militar. Pasó de «tirano prófugo» a «león herbívoro». Y murió reconciliado con la sociedad.
El 1° de julio de 1974, hace hoy 50 años, en la Residencia presidencial de Olivos, a esa altura ya un Hospital de campaña, el ejército de cardiólogos, médicos clínicos, enfermeras y técnicos especialistas en manejo del monitoreo cardíaco, que atendía al enfermo ilustre desde hacía al menos 15 días en forma continuada, aceptaron que todo había terminado. Algunos de ellos, con lágrimas y los sollozos propios de un rotundo desconsuelo, se miraron entre sí y comprendieron que ya no quedada maniobra de resucitación por ensayar. Sólo acordaron, como indica el protocolo, fijar la hora de la muerte. Establecieron que había sido a las 13.15, luego de casi dos horas de infructuosos ejercicios para recomponerlo.
Juan Domingo Perón, figura central de la Argentina de los últimos 30 años, había fallecido y sumía al país en estado de perplejidad, dolor y angustia. María Estela Martínez de Perón, “Isabel” según su pasado artístico ya lejano, pasaba a ser la presidenta de los argentinos. La incertidumbre institucional se sumaba a la congoja de los sentimientos: nueve meses antes Perón había asumido por tercera vez la más alta magistratura de la Nación con un respaldo del 62% de los votos.
El día anterior al desenlace, el domingo 30, Clarín había advertido a los lectores sobre una gravedad que hasta entonces se había mantenido a considerable lejanía de la opinión pública porque el círculo íntimo del viejo general había decidido llevar a cabo un apagón informativo sobre el verdadero estado de salud del jefe peronista. Lo contrario a lo sugerido por los doctores Jorge Taiana padre (médico personal) y Pedro Cossio (cardiólogo de cabecera). Con un título de dos líneas en cabeza de página, en tipografía catástrofe, el diario decía: “Perón delegó el mando en la vicepresidenta”. También hizo lugar para sintetizar los últimos partes médicos y filtraciones oficiales, que al unísono habían pretendido instalar la idea de que lo peor ya había pasado. Clarín reflejaría esas contradicciones en la comunicación gubernamental en un título igualmente significativo en su portada: “El presidente experimentó una sensible mejoría”. En tono similar, y con la misma oferta editorial, todos los diarios se orientaban informativamente en ese sentido. Ese mismo día, otra noticia de tapa reflejaba: “Apoyo de los políticos a la gestión de María Estela Martínez de Perón”.
En verdad, mientras esos diarios se vendían como pan caliente y volaban literalmente de los quioscos, Perón libraba los momentos cruciales de una batalla final contra una rebelde isquemia coronaria de décadas, las huellas de dos infartos consecutivos desde que había llegado al país el 17 de noviembre de 1972 y las consecuencias devastadoras de su carácter de fumador empedernido.
Una medida gremial, disparada por la decisión de Perón de delegar el mando presidencial en su esposa y vicepresidenta en ejercicio, hizo que los diarios no se editaran el 1° de julio, cuando el general de las multitudes, los brazos en alto, y la estampa gardeliana, se despedía de este mundo a las 13.15, según el parte médico oficial difundido apenas una hora después del deceso con las firmas de Jorge Taiana, Pedro Cossio, Domingo Liotta, Pedro Eladio Vázquez, que así diría: “El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardiaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica… El día 1° de julio, a las 10.25, se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paso sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone. El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15.”
La portada de Clarín del 2 de julio, en tres inusuales líneas de título principal, diría: “Inmenso dolor popular por la muerte de Perón”. Y al pie de página remataría con el estado de ánimo que reflejaba entonces el sentimiento del país, mortificado por la pérdida: “Solidaridad y adhesión de todos los sectores”. Costaba digerirlo, pero así era: el hombre que tres décadas atrás, el 17 de octubre de 1945, había estremecido a la sociedad, sentado las bases de un nuevo orden político y que literalmente había sido llevado a los balcones de la Casa de Gobierno por una marea de trabajadores movilizados, había superado lo que parecía el último de los desafíos: pulverizar con el olvido añejas querellas terrenales y partir en paz con su conciencia, reconciliado con la mayoría de la sociedad, la clase política y las Fuerzas Armadas, en su condición básicamente de soldado de la Nación.
Sólo le quedaría pendiente una tarea que su corazón exánime le habría de impedir: domesticar la rebeldía armada de los jóvenes peronistas insubordinados y del trotskismo terrorista, cuyos activismos criminales llevarían al golpe de Estado más sangriento de la historia, apenas un año y nueve meses después
Juan Perón había llegado al poder el 24 de febrero de 1946, con una coalición sindical y alguna dirigencia mínima del radicalismo disidente, con 53,71% de los votos se impondría a una vastísima coalición de radicales, socialistas, comunistas y demócratas de distinto origen, que lograrían 45,65%. Junto a María Eva Duarte de Perón construirían un poder inmenso, con gran apoyo de los trabajadores. la naciente clase media, los sindicatos, la Iglesia y el Ejército. Reformó la Constitución para lograr su reelección en 1951.Muerta Evita al año siguiente, con señales de un poder desgastado y rasgos de una administración autoritaria, sería derrocado por un violento golpe de la llamada Revolución Libertadora. Lo tacharon de “tirano prófugo”, pero después de 18 años de destierro regresaría para reconciliarse con la UCR a través del simbólico abrazo con Balbín. Y hasta se permitió la humorada de definirse como “un león herbívoro”. Justo él, que toda la vida había sido un guerrero político.
Presidente por tercera vez y acompañado por tres generaciones de argentinos, un día como hoy de hace 50 años se volvía un mito de la política. Y con el moriría para siempre el “peronismo histórico”. Quienes lo sucedieron, por izquierda y por derecha, ganarían elecciones gracias a sus votos heredados, pero nunca dejarían de ser una mala copia de su liderazgo imbatible.