El infierno de Tenerife: cómo un brutal choque de aviones cambió para siempre las comunicaciones aéreas
29/07/2024 infobae.america – Nota
Juan Manuel Godoy
El 27 de marzo de 1977, dos aviones Boeing 747 colisionaron en la pista del aeropuerto Los Rodeos en Tenerife, resultando en el peor desastre aéreo de la historia con 583 fallecidos.
El 27 de marzo de 1977, el cielo de Tenerife se cubrió de sombras cuando dos imponentes Boeing 747, uno de KLM y otro de Pan Am, colisionaron en la pista del aeropuerto Los Rodeos. Era un día como cualquier otro en las Islas Canarias , pero el destino había tejido una serie de infortunios que culminaron en el peor desastre aéreo de la historia. Con 583 víctimas fatales, la magnitud de la tragedia aún resuena en la memoria colectiva de la aviación.
A lo largo de la historia, los aeropuertos han sido símbolos de progreso y conexión, portales que permiten a las personas atravesar continentes y océanos en cuestión de horas. Son lugares de reencuentros emotivos y despedidas melancólicas, donde las vidas se entrelazan en un vaivén continuo. Pero también pueden convertirse en escenarios de infortunios, donde el rigor de la técnica y la fragilidad humana se enfrentan en una danza a veces mortal.
El vuelo 4805 de KLM despegó de Ámsterdam con destino a Las Palmas, mientras que el vuelo 1736 de Pan Am partió de Nueva York hacia el mismo destino. Ambos aviones tuvieron que aterrizar en el aeropuerto Los Rodeos debido al cierre temporal del aeropuerto de Las Palmas, provocado por una amenaza de bomba del grupo separatista MPAIAC. Este desvío fue el primer eslabón de una cadena de eventos desafortunados que culminarían en desastre.
Factores contribuyentes: errores y mala fortuna
La tragedia de Los Rodeos no fue producto de un solo error, sino de una serie de decisiones y circunstancias adversas. Ante el temor de una bomba, las autoridades decidieron cerrar temporalmente el aeropuerto de Las Palmas, desviando el tráfico aéreo hacia Los Rodeos.
Este desvío provocó una congestión inusual en el pequeño aeropuerto de Tenerife, que no estaba preparado para manejar tal volumen de tráfico. Los aviones que aterrizaron, incluido el vuelo 4805 de KLM y el vuelo 1736 de Pan Am, se encontraron en un espacio limitado, complicando las maniobras y la gestión del tráfico aéreo en tierra.
La ubicación geográfica del aeropuerto de Los Rodeos , en una región montañosa y propensa a cambios meteorológicos bruscos, también jugó un papel crucial en el accidente. Poco antes del impacto, una densa niebla cubrió la pista, reduciendo la visibilidad a unos pocos metros . Esta falta de visibilidad impidió que las tripulaciones de ambos aviones se vieran mutuamente hasta que ya era demasiado tarde.
Uno de los factores más determinantes fue la serie de errores humanos y fallos en la comunicación entre la tripulación de KLM, la tripulación de Pan Am y la torre de control. El capitán de KLM, Jacob van Zanten, interpretó erróneamente las instrucciones de la torre de control y comenzó el despegue sin la autorización final. En un momento crucial, Van Zanten respondió con confianza al ingeniero de vuelo que el avión de Pan Am había salido de la pista, cuando en realidad no era así.
Las grabaciones de las cajas negras y de la torre de control revelaron interferencias en las comunicaciones de radio , sumadas al uso de un lenguaje no estándar en la aviación. El controlador aéreo no entendió que el avión de KLM estaba despegando, y el capitán de KLM creyó tener la autorización necesaria debido a la ambigüedad en las instrucciones recibidas.
El accidente aéreo de Tenerife, con 583 víctimas, sigue siendo el más mortífero de la historia
Las decisiones tomadas bajo presión también fueron factores críticos en la tragedia. El capitán de KLM decidió repostar 55.000 litros de combustible antes de despegar, a pesar de que tenía suficiente para llegar a Las Palmas. Este repostaje adicional añadió peso al avión, lo que dificultó aún más la maniobra de despegue rápida necesaria para evitar la colisión. Van Zanten, un piloto experimentado y respetado, estaba preocupado por cumplir con los límites de tiempo de vuelo establecidos por las regulaciones de la aviación holandesa, lo que pudo haber influido en su decisión de apresurarse.
En la década de 1970, la cultura en la cabina de vuelo era muy jerárquica. Cuestionar las decisiones del capitán se consideraba inapropiado, y la tripulación tenía menos probabilidades de intervenir si percibían un error. Este ambiente pudo haber contribuido a la tragedia, ya que el copiloto y el ingeniero de vuelo de KLM no insistieron lo suficiente cuando Van Zanten decidió despegar sin autorización.
Testimonios de sobrevivientes: voces desde el infierno
Robert Bragg, quien en ese fatídico día cumplía el rol de copiloto en el Boeing 747 de Pan Am, relató con detalle los momentos previos y posteriores al impacto. “No podía creerlo. No podía creer que se estuviera moviendo. No podía creer que estuviera despegando”, expresó Bragg en una entrevista con la BBC en 2016. Bragg recordó cómo las luces del avión de KLM aparecieron de repente en medio de la densa niebla que envolvía la pista. “Supimos que venía por la pista hacia nosotros por las luces de aterrizaje que estaban brillando. Al principio no nos asustó porque pensé que sabía que estábamos ahí”, agregó.
Los errores de comunicación y el uso de lenguaje no estándar contribuyeron al desastre en Los Rodeos. Cuando Bragg y su comandante, Victor Grubbs , finalmente vieron claramente al KLM, ya estaba a unos 60 metros de ellos. “Estaba viniendo por la pista directamente hacia nosotros,” recordó Bragg con voz temblorosa. Desesperado, Bragg gritó: “—¡Sal de la pista! ¡Sal de la pista! ¡Sal!” Pero el tiempo se les había agotado. El KLM, en su intento desesperado por despegar, golpeó la parte superior del Pan Am con sus motores, desatando el infierno en la pista.
Tras el impacto, Bragg actuó rápidamente. La cabina del Pan Am estaba destrozada, la tapa había desaparecido y el avión comenzaba a incendiarse. “Cuando me di cuenta del daño, salté, había unos cuatro metros de la cabina al suelo”, relató Bragg. “Felizmente caí en una superficie de pasto. Si hubiera caído en el pavimento, me hubiera roto las piernas”. Al levantarse, Bragg vio a unas 50 personas en el ala izquierda del avión. “Les empecé a decir que bajen. Después de que habíamos estado ahí unos cinco minutos, el avión explotó. El avión se deshizo”, añadió.
El comandante Victor Grubbs también sobrevivió a la tragedia y respaldó la versión de Bragg sobre el despegue no autorizado del KLM. Grubbs describió los momentos de confusión y pánico que siguieron al impacto. “Todo ocurrió tan rápido, que apenas tuvimos tiempo de reaccionar. Estábamos tratando de salir de la pista, pero la niebla nos impidió ver claramente las salidas”, dijo Grubbs en una declaración posterior. “Vi a Robert saltar de la cabina y seguí su ejemplo. Sabía que teníamos que salir de allí antes de que el avión explotara”.
La rígida jerarquía en la cabina de vuelo fue un factor que influyó en la tragedia aérea
Entre los pasajeros que lograron escapar del infierno estaba John Cooper, uno de los mecánicos a bordo del Pan Am. “Cuando se partió el avión, yo quedé colgado de mi cinturón de seguridad. Salí unos minutos después, aferrándome a las chapas del fuselaje”, recordó Cooper. Su relato añade una perspectiva sobre el caos y la lucha por la supervivencia que se vivió en esos momentos críticos.
Consecuencias del accidente
Este trágico evento reveló múltiples fallos y áreas de mejora en la coordinación, comunicación y gestión de vuelos, desencadenando una revisión exhaustiva de las normas y prácticas de la industria.
Uno de los cambios más importantes fue la revisión de los procedimientos de comunicación entre las tripulaciones y las torres de control. El accidente puso de manifiesto que las interferencias y la falta de claridad en las comunicaciones contribuyeron al desastre. Por ello, se implementó el uso obligatorio del inglés estándar en las comunicaciones aeronáuticas, asegurando que todos los mensajes fueran claros y entendidos correctamente. Además, se prohibió el uso del término “take-off” (despegue) sin una autorización expresa de la torre de control, sustituyéndose por “departure” (salida) para evitar confusiones.
El accidente también resaltó la necesidad de mejorar la dinámica en la cabina de vuelo. En los años 70, cuestionar las decisiones del capitán era inusual y se consideraba una falta de respeto. Sin embargo, la tragedia de Los Rodeos mostró que la falta de un entorno colaborativo y cuestionador en la cabina podía tener consecuencias catastróficas. Como resultado, se introdujeron nuevas normativas para fomentar un ambiente de trabajo en equipo en la cabina, donde todos los miembros de la tripulación pudieran y debieran cuestionar las decisiones del capitán si consideraban que había un riesgo.
El impacto emocional y social del accidente también se refleja en la memoria de las víctimas. En Tenerife, se erigió un monumento en el Parque de la Mesa Mota para recordar a los fallecidos. Esta estructura, diseñada por el artista holandés Rudi van de Wint, simboliza una escalera de caracol que asciende a las nubes, representando el viaje interrumpido de aquellos que perdieron la vida en la tragedia
La tragedia de Los Rodeos no solo transformó la industria de la aviación, sino que también dejó una huella imborrable en la memoria colectiva. Los cambios implementados tras el accidente han contribuido a hacer los cielos más seguros, recordándonos siempre la importancia de aprender de los errores del pasado para evitar que se repitan en el futuro.
Foto: Dos Boeing 747 colisionaron en la pista del aeropuerto Los Rodeos el 27 de marzo de 1977 (Getty Images)