A 20 años de Lapa: Sentí que no estaba en esta vida, que todo sucedía en un sueño

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28/08/2019 00:29 – LaVoz.com.ar (Córdoba) (Tier 1) – Web –  

Miguel Correa no recuerda con precisión cuánto tiempo estuvo en Buenos Aires, prácticamente insomne, luego de la tragedia del avión de Lapa ocurrida hace casi 20 años en el Aeroparque Jorge Newbery. Tiene dudas de si fue un día o si fueron dos o tres.
Dice que sufrió una suerte de shock profundo en el preciso momento en que Valeria, su hermana, le comentó por teléfono, con voz entrecortada por inspiraciones bruscas y un llanto a punto de estallar agazapado en la garganta, que su papá, Miguel Ángel, tenía pasajes para regresar a Córdoba en el vuelo 3.142 de la empresa aérea.

Los hechos que se sucedieron a partir del terrible impacto emocional prolongaron su desconcierto por un lapso indeterminado.
Asegura que la conmoción lo fue aturdiendo cada vez más a medida que la noticia iba delineando en su mente la silueta del desastre provocado por el Boeing 737-204C.
El coloso no pudo despegar en la pista porteña y terminó su carreteo estrellándose contra máquinas viales en Costa Salguero. El impacto terminó transformándolo en una hoguera gigante y mortal, en pocos segundos.
Cuando llegué a casa y vi aquellas imágenes espantosas, empecé a sentir que no estaba en esta vida. Era como si las cosas estuvieran sucediendo en un sueño, trae a la memoria Miguel de aquel desgarro que aún no logra cicatrizar del todo.
Salimos para el aeropuerto de camino a Pajas Blancas para averiguar qué había sucedido, qué se sabía del siniestro, si encontrábamos a alguien que nos pudiera decir algo sobre el destino de mi papá y del resto de las personas a bordo, recuerda y el estremecimiento le ciñe el cuello.
En la estación aérea se encontraron con un tumulto de atormentados reunidos frente a los mostradores de Lapa.
No logramos que nadie nos atendiera y las persianas de las oficinas estaban bajas, comenta con fastidio residual.
La falta de respuestas y contención en ese momento de agobio colectivo comenzó a destemplar el ánimo de los desesperados.
Alrededor de la medianoche, asomaron los primero arrebatos de dolor y llantos de angustia y los presagios sombríos terminaron por anegar la noche eterna.
Funcionarios del gobierno de (José Manuel) De la Sota se hicieron presentes en el aeropuerto y gestionaron la lista de pasajeros. Después supimos que ese detalle era impreciso porque figuraba gente que no había subido al avión y se hallaba dentro de la máquina otra que no estaba en la planilla ¡Era todo tan raro y confuso!, resume sobre episodios iniciales de la historia dramática.
Arrasados por la angustia
Las líneas del locutorio del aeropuerto Ambrosio Taravella, las cabinas telefónicas y los celulares no daban abasto para llamar a los números que figuraban en la guía de las oficinas de Lapa en el aeropuerto porteño.
También estaban saturados los conmutadores de los hospitales, las clínicas y los sanatorios metropolitanos, donde suponían que podrían haber sido derivadas las víctimas del desastre.
Esa misma noche, el Gobierno de la Provincia puso a disposición de los familiares un avión para que fuéramos a Capital Federal. Cuando llegamos, la angustia terminó de aplastarnos, relata y su mirada parece dispararse hacia cualquier parte en busca de alivio.
Hace una pausa en el relato y decide meterse con cuidado en los pliegues de la memoria, donde conserva como intangibles vitales los conjuros contra la ausencia.
Todo el proceso que soportamos en la morgue judicial fue lamentable. También fue penoso lo que sucedió luego de la identificación de los cuerpos, reconoce y cuestiona.
Correa cuenta que, por sugerencia de un profesional que el Sistema de Atención Médica de Emergencia (Same) les había asignado para la contención, no participaron en el reconocimiento de los restos de su padre.
Nos dijo que nos quedáramos con las mejores imágenes de él en vida, recuerda el consejo y se adivina, por el gesto de colofón, que aún le agradece, a dos décadas de aquella velada.
Una serie de errores en la tarea de los forenses para determinar la filiación de las víctimas fatales hurgó varias veces en las llagas de los familiares y les hizo imposible sumir la desdicha.
Como la identificación no se hizo con análisis de ADN, sino a través de fichas dentarias debido al estado en que quedaron los cuerpos, se entrecruzaron datos y se cometieron incongruencias difíciles de explicar, avanza en el reproche.
Así se dieron situaciones como las de familias que estaban esperando en Buenos Aires que les entregaran los restos de sus seres queridos para enterrarlos de una vez, pero que ya se habían inhumado en Córdoba. Muchos tuvimos que exhumar los cadáveres e intercambiarlos entre nosotros. Nos pasó con mi padre. ¡No puedo explicar lo que se siente en esas circunstancias!, asume la limitación y enmudece.
A segundo plano
La transición entre las elecciones presidenciales de octubre de 1999 y el traspaso del mando de Carlos Menem a Fernando de la Rúa, el 10 de diciembre de ese año, hicieron que las noticias relacionadas con la tragedia aérea quedaran al margen del interés periodístico de los principales medios del país. En ese tramo, la instrucción de la causa pasó casi inadvertida y el inicio del juicio, años después, reactivó, apenas, la atención.
El extenuante derrotero del proceso judicial en Comodoro Py concluyó con otra decepción para los sobrevivientes de la catástrofe y para los familiares de las víctimas.
El fallo de la Justicia demostró que cualquier empresario del mundo puede venir a la Argentina a hacer negocios muy rentables en aviación comercial, con bajos riesgos, porque sólo tiene que preocuparse en contratar una buena compañía de seguros que responda cuando se caigan los aviones y listo, critica.
Había pasado antes con el avión de Austral que se cayó en Fray Bentos (Uruguay) y ocurrió lo mismo después con el de la empresa Sol que se precipitó en Río Negro; quedaron impunes, sin culpables; no pasó nada, concluye Correa al contar la segunda tragedia que atravesaron después de Lapa: la judicial.
A 20 años de Lapa

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