Arquitectura del equipo: Estos camiones cuentan con un chasis sobre el que se monta un sistema de elevación, generalmente de tipo tijera (scissor-lift) o de mástil vertical, accionado hidráulicamente. La cabina trasera puede elevarse desde el nivel del suelo hasta una altura de aproximadamente 5,8 metros, suficiente para atender desde un Embraer 190 hasta el umbral de un Airbus A330 o Boeing 787.

Puntos críticos de seguridad: Para operar, el vehículo debe desplegar patas estabilizadoras (stabilizers) hidráulicas que se fijan al suelo. El sistema cuenta con múltiples redundancias:

  • Válvulas de retención (check valves): ubicadas directamente en los cilindros hidráulicos. Su función es bloquear la salida del fluido si una manguera se rompe, impidiendo que la cabina caiga en caída libre.
  • Interlocks: sensores que impiden que el vehículo se mueva si la cabina no está abajo, o que la cabina suba si los estabilizadores no están firmes.

Hipótesis técnica de la falla: Una «caída» como la descrita en el incidente implica una falla catastrófica poco común. Si las válvulas de seguridad funcionan correctamente, una pérdida de presión debería resultar en un descenso lento y controlado. Un descenso brusco sugiere una posible falla estructural en los pernos del mecanismo de tijera, una ruptura simultánea de los cilindros de elevación o un fallo masivo en el bloque de válvulas que anuló la retención de seguridad.

La investigación deberá determinar si el equipo cumplía con los programas de MRO (Mantenimiento, Reparación y Operaciones) preventivo, cruciales para detectar fatiga de materiales en los brazos de elevación o desgaste en los sellos hidráulicos.

Impacto operativo

El evento no afectó la aeronavegabilidad del avión involucrado ni la operación general de la terminal, aunque activó los protocolos de respuesta de emergencia (PSA, Bomberos y Sanidad). El vehículo quedó inoperativo y bajo custodia para el peritaje técnico que determinará las causas raíz del colapso.