Desolada y silenciosa. Casi sin vuelos, Ezeiza intenta retomar la normalidad

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28/10/2020 LaNacion.com – Noticias
Diego Cabot

Esta nota empezará con un pedido. Recuerde el lector que ha tenido la posibilidad de estar en Ezeiza, la primera imagen que se plante al rememorar el paso por la principal puerta de ingreso y salida que tiene la Argentina.

Despedidas y algunas miradas tristes al subir un tramo de las escaleras mecánicas. Molinetes que pasan de rojo a verde, colas, valijas, o carcajadas desatadas antes de algunas vacaciones. Ahora, este cronista sumará una postal más que seguramente, salvo algún empleado de madrugada, poca gente pudo ver.

Ezeiza, lunes 26 de octubre, 14.58. En el hall de acceso, todo es vacío, silencio y enorme al desaparecer la escala humana. Literalmente, no hay nadie. O muy pocos, en realidad.

Así está el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, Ezeiza. Con una estructura que soportaba alrededor de 1 50 vuelos diarios, actualmente apenas convive con diez que, además, llegan o salen con centenares de asiento vacíos. Apenas un puñado de pasajeros. Y después, gente de seguridad o empleados de alguna empresa, todos con la identificación, con el plástico que habilita al hall central de la estación. Solo ellos y los pasajeros pueden entrar. Ya no hay más remiseros con nombres, ni parientes, ni amigos, que despiden. Eso sucede afuera, a varios metros, en el medio de la calle techada que alguna vez se utilizaba como dársena para bajar o subir de un auto.

Todo parece normal. Pero no lo es. Desde el balcón que conduce a la zona de embarque, el enorme lugar donde están los mostradores de las aerolíneas parece una postal borgeana. Más de la mitad del hall es un ordenado laberinto de cintas azules, con el logo de Aeropuertos Argentina 2000. Las ideas y vueltas son más amplias que las que históricamente recorría cada viajero que llegaba para entregar sus valijas. Ahora los recorridos que dibujan son algo más espaciados. Sobre el piso, cuadrados naranjas marcan dónde se debe parar cada viajero.

Todo está perfectamente preparado para que lleguen los viajeros. Casi que la señalética es el único cambio que se registra de la vieja apariencia que tenía la zona de check in. Pero más allá de la apariencia de normalidad, muchas cosas cambiaron, varias, detrás de escena.

Dijo Borges alguna vez: «En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente». La cita se podría referir al aeropuerto: todo parece simple a la vista; la complejidad está por dentro. En cada rincón se aprecia el orden, la limpieza y la quietud, como si fuese la ciudad de la película The Truman Show antes de que el protagonista se levante.

Ezeiza, antes y después de la pandemia
La estación aérea internacional más importante del país es el epicentro de la todavía escasa actividad aérea. Con el Aeropuerto Jorge Newbery cerrado, la operación internacional y de cabotaje se consolida en el sur bonaerense. Según estadísticas oficiales de la Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA), durante septiembre de 2019, la región metropolitana, sin contar San Fernando, tuvo 16.811 movimientos. En el aeroparque porteño se registraron 8835; en Ezeiza, 6976, y en El Palomar, 1000. Un año después, en septiembre de 2020, con dos de esas estaciones cerradas y sin operar, la estación ubicada en el sur bonaerense solo anotó 751 movimientos.

«Estamos con muy poca gente en Ezeiza -dijo el inspector de la PSA Oscar Cardozo, un ex Casco Azul que está a cargo del aeropuerto internacional y que accedió a recorrer el lugar con LA NACION-. Por acá pasaban 150 movimientos diarios y hoy, por ejemplo, hay 9 internacionales y 9 al interior.» En Aeropuertos Argentina 2000 coincidieron: «Hay poca actividad pero de a poco se suman vuelos. Proyectamos que en noviembre vamos a estar en el 10% de lo que era el tránsito un año atrás», dijo uno de los ejecutivos de la concesionaria. Cuentan que la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) les pasa el detalle de los velos autorizados un día antes. «Si bien hay programación semanal y hasta mensual, hay muchos cambios por diferentes razones que tienen que ver con la pandemia», dice la fuente.

La primera escala
Al llegar al aeropuerto, que por ahora tiene liberados todos los estacionamientos, la primer barrera de control y paso está donde antes había una dársena techada de ascenso y descenso de viajeros. Allí se han colocado los monitores que muestran el estado de los vuelos. Unos pocos renglones. No más que eso. Ese es el lugar de las despedidas, ya no más al pie de los molinetes de embarque. Todo lejos, muy lejos de las puertas corredizas que habilitan el paso al hall central.
En ese lugar empieza el primer laberinto de cintas. Los viajeros se dividen en ocho filas para los que van al exterior y cuatro los que tienen pasajes para el interior de la Argentina. Ese control está a cargo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria. «No hay demasiados casos en que la gente viene sin los requisitos. En general, todos cumplen, no suele haber problemas», dice Cardozo.

«Este dispositivo exterior se realizará bajo techo tomando espacio de vereda y primera vialidad, manteniendo las distancias recomendadas para aquellos momentos o situaciones que la cantidad de pasajeros lo demande. Es un complemento de las medidas que se implementan dentro de la terminal en la zona de los check in. Allí, para quienes deban aguardar el ingreso, habrá pantallas informativas que replicarán las internas, puestos de Self-Check in y un área de nuevos asientos. Asimismo, habrá nuevos espacios de food trucks en el corredor peatonal exterior de la terminal A», dicen en AA2000.

Si el vuelo despega hacia el interior, ese es el lugar donde hay que presentar la aplicación Cuidar que certifique que el viajero tiene autorización para viajar. Por ahora, los vuelos de cabotaje sólo pueden ser abordados por argentinos considerados esenciales según los términos de la cuarentena, o a viajeros que tengan alguna justificación por cuestiones de salud. No muchas más. El turismo, por ahora, está interrumpido.

Los viajeros internacionales deberán presentar ahí, fuera de la terminal, un ticket que acredite el viaje. Pasado ese primer control solamente ingresan al interior los viajeros. El lugar de los últimos abrazos quedó atrás.
Valija en mano, al pasar por las puertas corredizas -solamente hay una habilitada para despegues y otra para llegadas- una cámara ubicada justo en la salida tomará la temperatura de cada uno de los que ingresen. Las fotos se estampan en un monitor controlado por un guardia de seguridad. En cada foto se reproduce la temperatura. No es necesario detenerse y seguramente, varios ni se darán cuenta que un termómetro los analiza; las cámaras captan la foto y temperatura al pasar.

El protocolo si hay fiebre
Cómo en todos lados, el mojón está en los 37,5. Si hay más calor del cuerpo, el viajero es interceptado por la PSA y entonces se activa el protocolo establecido por el Ministerio de Salud y que está a cargo del concesionario.

Según informó Aeropuertos Argentina 2000, todas las estaciones aéreas del país tienen una sala de aislamiento y ahí es conducido el viajero. Luego llega un servicio médico que tomará la decisión de trasladarlo hacia un hospital, o derivarlo a su domicilio. Pero no hay forma de que si la cámara de temperatura detectó más de 37.5 el viajero suba a un avión. Lo mismo sucede al ingreso al país. Si bien el procedimiento está monitoreado por Sanidad de Frontera, los pasos son similares. Aislamiento inmediato, médico y decisión final.

Para la gran mayoría que no presentan ningún síntoma febril, lo que sigue es el despacho de equipaje y el check-in en los mostradores de las aerolíneas. Durante todo el recorrido el barbijo colocado es obligatorio y la señalética lo recuerda a cada paso. Hay 34 estaciones que se reparten en toda la terminal y que con solo colocar las manos debajo de un sensor despachan un soplo de alcohol.

Todas las terminales de atención tienen acrílicos protectores en las áreas de check-in y puertas de embarque. Además, se mantiene diariamente la provisión de alcohol en gel de todos los dispensers colocados en las terminales de higiene.
Tal como sucede con los papeles migratorios o los necesarios para viajar con menores, las líneas aéreas son las que controlan los certificados de Covid negativo que piden algunos destinos, sean internacionales o del interior del país.

Varias provincias y varios países requieren esta constancia de negativo con 48 o 72 horas de haberse tomado la muestra. Depende del lugar. Para que el viajero se prepare, no hay ni en el ministerio de Salud, ni en ninguna página oficial, la información consolidada de los requisitos de destino. Sí lo hacen las empresas aéreas y a ellas deberá dirigirse cada uno de los que quiera saber como son los trámites para subir al avión y cual debería ser la conducta a la hora de bajar en el destino. Por caso, los vuelos más llenos son los de México y Miami. Ninguno pide cuarentena. Lo mismo, Brasil. Pero esas condiciones cambian dependiendo de la situación sanitaria.

La razón por la cual no hay un lugar de información consolidada es que existen constantes cambios de los reguladores, sean provinciales o internacionales.

Del chequeo a embarque rápido
Una vez completado el check-in, todos los pasajeros deben subir inmediatamente a la zona de embarque. El protocolo armado por los ministerios de Saludo y Transporte y el concesionario establece que no haya pasajeros circulando por el hall. Prefieren que estén ya con el paso por Migraciones realizado. En la zona de embarque todo es más amplio, hay menos circulación y hay más espacio para esperar.

Arriba, como dice Cardozo de la PSA, hay más lugar para estar y para esperar el vuelo. Durante todo el trayecto por Migraciones y por Seguridad del Viajero, hay centenares de indicaciones en el piso marcando las distancias. Avisos naranjas indican en qué lugar hay que pararse a esperar el turno.

Se puede pasar por los escáner de seguridad con alcohol pero, como sucede con perfumes o líquidos, hay un máximo de entre 100 y 200 centímetros cúbicos qautorizados. Cada aerolínea informará. La PSA no quitará esos suministros mínimos para el vuelo.

Cardozo muestra que todo el personal de la Policía ha sumado protocolos, como el uso de antiparras, barbijos y máscaras de plástico. Nada que no se vea en cualquier caja de un supermercado.

De ahí en más, prácticamente no hay ninguna diferencia con lo que pasaba en la terminal antes de la pandemia. Solo carteles en cada uno de las filas de asientos clausurando algunos. Las salas VIP están cerradas por ahora y el Free Shop, con protocolo y tope de clientes, está abierto desde hace unos 10 días.

Al llegar al avión ya no hay control de documentación más allá del pasaporte o del documento de acuerdo donde sea el viaje. La mayoría de las aerolíneas vuelve a tomar la temperatura pero no mucho más.

En la aeronave, sí se aprecian algunos cambios. En los vuelos que tienen comida ya no se verán esos carros que pasaban por los pasillos. Sea un viajero de turista o de primera, la empresa aérea entregará al subir una bolsa sanitizada que contiene el alimento para el vuelo. No hay más que eso. Arriba del avión, los asistentes de vuelo ya no recorren tanto la cabina. Está prohibido levantarse en el vuelo, salvo, para ir al baño.

El barbijo es obligatorio todo el tiempo que dure el trayecto. Además, algunas empresas exigen un determinado barbijo, algo más profesional que el tapabocas de uso obligatorio en toda la terminal. Nadie se quedará abajo por la falta de esta protección. Para el caso, la aerolínea se lo entregará al abordar. En los vuelos al interior los cambios en los que incurren las provincias a la hora de recibir viajeros son constantes.

En algún hilo de Twitter el presidente de la compañía estatal, Pablo Luis Ceriani explicada que hubo sólo dos casos de positivo detectados en sus vuelos. También menciona que no existe en el mundo ninguna evidencia de contagio masivo arriba del avión. Pero la línea de bandera ya advirtió que no tendrán contemplaciones con quiénes quieran esconder información epidemiológica a la hora de subir al avión. Quién oculte la tenencia del virus, sabiendo que está contagiado, será denunciado penalmente por la empresa. Además, le prohibirán viajar por hasta cinco años en la compañía.

El recuerdo de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que cambio la manera de viajar, condiciona a muchos viajeros, que creen que subir a un avión se ha tornado una operación compleja. Pero nada más alejado de lo que efectivamente ocurre. No hay tal complejidad ni, al momento, tampoco existe en la terminal ninguna aglomeración de gente. No sólo hay menos vuelos. Además, cada uno de ellos sale con la mitad de los asientos vacíos.

Por caso, uno de los últimos vuelos de Air France que llegó desde París arribo con poco más de 60 pasajeros. Al menos dos tercios de los asientos estaban vacíos. Todo está quieto en Ezeiza y nada indica que habrá una fiebre de viajeros. Ni pasajeros con fiebre.


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