El acuerdo de Aerolíneas con SAS

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27/09/2024 El Economista – Nota – Política – Pag. 9

Lecciones para este momento de una negociación favorable para Argentina. Por Horacio Losoviz (*)

En 1988, siendo presidente del Directorio de Empresas Públicas durante los últimos dos años del gobierno de Raúl Alfonsín, impulsé junto con el ministro Rodolfo Terragno un acuerdo con la aerolínea Scandinavian Airlines System (SAS) para mejorar la administración de Aerolíneas Argentinas. No nos motivaba ninguna ideología particular, sino la certeza de que el Estado Argentino no estaba en condiciones de gestionar adecuadamente algunas de sus empresas públicas.

Aerolíneas fue el primer caso que abordamos. Los pilotos y técnicos recibieron positivamente el acuerdo, ya que lo vieron como una oportunidad para avanzar en su formación y mejorar la imagen de la compañía, dado que SAS era una de las aerolíneas más prestigiosas del mundo en ese momento. Sin embargo, el personal administrativo ?que se sabía excesivo en número? no compartió el mismo entusiasmo.

El acuerdo con SAS establecía que la aerolínea escandinava aquiriría el 40% de las acciones de Aerolíneas Argentinas por US$ 204 millones. El Estado mantendría el 51% y los empleados el 9%. Además, el Estado argentino recibiría el 70% de las utilidades y se comprometía a pagar los impuestos. SAS, por su parte, tendría la responsabilidad de administrar la empresa y actuaría como su agente comercial a nivel global, aunque no podría vender ni transferir sus acciones. El Estado nombraba al presidente y al vicepresidente de Aerolíneas, y conservaba la mayoría en el directorio.

En caso de vuelos que se realizasen por interés nacional y generasen perdidas, el Estado compensaría a SAS con 40% de las mismas.
Durante todas las negociaciones, solicitamos la presencia del Banco Mundial para que certificara la transparencia y honestidad del proceso, lo cual fue ratificado por la institución.

Además, sometimos el acuerdo al Congreso El acuerdo era beneficioso para la Argentina, ya que se aseguraba el control de la línea de bandera y recibía la mayor parte de las ganancias, además de ingresar a una red internacional con probada habilidad para manejar el negocio rentablemente.

También resultaba atractivo para SAS, quien se expandía a nuevos territorios, con personal técnico muy calificado, tal como destacó el propio Jim Carlson, presidente de SAS, quien se quedó particularmente impresionado con el plantel de pilotos. Finalmente, los empleados tendrían un futuro promisorio, no sólo en oportunidades de desarrollo, sino también con la participación en las ganancias futuras.

Sin embargo, el Senado argentino rechazó el proyecto, liderado por el senador Eduardo Menem, quien afirmó: «¡Jamás le pondremos bandera de remate a las empresas del Estado!».

Poco después el Gobierno de Carlos Menem vendió 100% de Aerolíneas Argentina libre de deudas a la empresa estatal española Iberia, competidora de Aerolíneas en la principal rutas de ambas: la transatlántica. Aerolíneas terminó semivaciada y quebrada.

El negocio aeronáutico es muy complejo. Las privatizaciones improvisadas son siempre riesgosas. (*) Ex presidente del Directorio de Empresas Públicas.

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