El pariente rico
Los aviones son carísimos, pero eso no quiere decir que sus operadores o sus pasajeros sean ricos (foto: Bianchini).
Hace muchos años yo trabajé como contratista en uno de los más prestigiosos hoteles de Buenos Aires. Como parte de mi entrenamiento para desempeñarme allí hice un curso sobre el hotel, diseñado para el personal ingresante. Lo que más me llamó la atención fue la frase “somos el mejor hotel de Buenos Aires, y el más caro. En el futuro seremos más caros, porque seremos mejores”.
Hoteles y otras empresas turísticas actúan exitosamente en el mercado turístico argentino (imagen Alvear Palace Hotel).
Era una fórmula muy sencilla: la excelencia da dividendos, y vaya si los daba, porque la firma era floreciente y el índice de satisfacción de sus clientes excelente. Todos volvían en busca de calidad. Era (y es) un excelente ejemplo de lo que se piensa que debe ser el turismo receptivo para el país y la empresa era beneficiaria directa de todas las promociones turísticas encaradas por las autoridades en el exterior para traer pasajeros.
Distinto hubiera sido el caso, si hubiera entrado a trabajar en una aerolínea. Allí el mensaje aproximado hubiera sido: “Tratamos de ser la línea más barata de nuestro mercado y en el futuro trataremos de reducir aún más el servicio para ser aún más baratos”.
Son dos modos de hacer un negocio relacionado con el turismo, con posiciones que, a lo largo del tiempo, los protagonistas han elegido. Nadie le dijo al hotel que debería optimizar sus ganancias ni a la línea aérea que la idea era que el pasaje fuera la parte más barata de cualquier viaje. El resto de la industria turística, por lo general, piensa como el hotel.
La industria turística
El sol creado por Joan Miró en 1983 como imagen corporativa del turismo español es uno de los símbolos más famosos de la promoción de un país.
El turismo es un negocio que se sirve a sí mismo y además derrama, porque los viajeros, además de viajar, alojarse y comer —que ya es mucho— compran todo tipo de bienes y servicios, y todo el dinero que se produce por otras ventas es dinero que viene del exterior, o sea, mejora la balanza de divisas.
Resulta evidente que este turismo receptivo debe ser fomentado, por cualquier política razonable. Algunos países como España, Italia y Francia lo saben desde hace mucho y tienen poderosas oficinas de turismo financiadas por el fisco que tienen la misión de que la gente viaje a sus países.
Argentina comenzó a ocuparse del turismo de modo relativamente inorgánico alrededor de 1920. En 1934 se creó la Dirección de Parques Nacionales y en 1939 una ley de fomento turístico previó la construcción de hoteles por parte del Estado. Durante el peronismo se fomentó el turismo social, ampliando la cantidad de turistas en el país. En 1958, bajo la presidencia de Frondizi, se sancionó la primera Ley Nacional de Turismo, que rigió hasta 2005.
En 1967 se creó la Secretaría de Difusión y Turismo, que fue el primer organismo de jerarquía que evolucionó, con diversos cambios, hasta el actual Ministerio de Turismo y Deportes.
Símbolos adoptados por la Argentina para su identificación, alrededor de 1970. Hoy se llamarían “marca país”.
La Ley Nacional de Turismo
La Ley Nacional de turismo vigente fue sancionada en diciembre de 2004, durante el gobierno de Néstor Kirchner.
Declara al turismo actividad de interés nacional estratégica y esencial para el desarrollo del país, prioritaria dentro de las políticas de Estado y declara como objeto “el fomento, el desarrollo, la promoción y la regulación de la actividad turística y del recurso turismo mediante la determinación de los mecanismos necesarios para la creación, conservación, protección y aprovechamiento de los recursos y atractivos turísticos nacionales, resguardando el desarrollo sostenible y sustentable y la optimización de la calidad, estableciendo los mecanismos de participación y concertación de los sectores público y privado en la actividad”.
Para la conformación del sector turístico la ley crea diversos organismos: Comité Interministerial de Facilitación Turística, Secretaría de Turismo, Consejo Federal de Turismo e Instituto Nacional de Promoción Turística.
Las autoridades turísticas argentinas tienen su sede desde comienzos de los años sesenta en el edificio Brunetta de Suipacha 1111 (foto Wikimedia Commons).
Como herramientas financieras crea el Fondo Nacional de Turismo y el Programa Nacional de Inversiones Turísticas, que tendrán financiación específica a través de un nuevo impuesto del cinco por ciento del precio de los pasajes aéreos y marítimos al exterior; y los fluviales al exterior, conforme lo determine la reglamentación, vendidos o emitidos en el país y los vendidos o emitidos en el exterior para residentes argentinos en viajes que se inicien en el territorio nacional.
Por último establece la protección al turismo y el turismo social. En un anexo enumera las actividades comprendidas dentro del alcance de la ley (según la OMT), que son alojamiento, agencias de viajes, transporte (incluido el aerocomercial), servicios profesionales de licenciados, técnicos y guías de turismo, gastronomía y otros varios.
El estudio de la ley nos muestra una norma que aumenta la importancia del turismo dentro de las actividades del Estado Nacional, y hasta lo define como estratégico. No fija políticas específicas, como la Ley de Transporte Aerocomercial, pero genera una importante burocracia estatal para cumplir con su cometido. Del análisis también surge que los fondos necesarios para el funcionamiento del sistema saldrán del presupuesto nacional, con la única excepción de un impuesto específico creado aquí, que grava con un 5% el precio de los pasajes aéreos, marítimos y fluviales al exterior.
Podrían haber gravado cualquier cosa (la lista de las actividades comprendidas es larga y sabemos que muchas son prósperas), pero la opción fueron los pasajes internacionales que, en su gran mayoría, corresponden a los pasajes aéreos. Como esto no bastó, en el presupuesto de 2017 la alícuota se aumentó al 7%, que es lo actualmente vigente.
Marca país actual de Argentina. Cambió no menos de ocho veces desde 1970.
Hay que reconocer que es un impuesto muy fácil de cobrar. Eso es técnica fiscal y no entra en el debate, pero por el otro lado este criterio tributario parece estar fundado en la antigua suposición de que los pasajeros aéreos internacionales son potentados que pueden tributar por un servicio de lujo sin sufrir. Eso nunca fue del todo cierto y hoy, decididamente, un error.
Es cierto que hay otros impuestos, pero éste es el único previsto por la Ley Nacional de Turismo, de donde surge que el Estado piensa que la aviación comercial es quien debe financiar todo el sistema turístico. Como en una familia en la que hay un pariente rico que sostiene a todos los demás.
Fuente: gacetaeronaútica.com