Informe especial sobre Seguridad aérea
NEOLIBERALISMO: FLEXIBILIDAD LABORAL Y SEGURIDAD AEREA
«Si tuviera que definir el siglo XX, diría que despertó las mayores esperanzas que haya concebido nunca la humanidad, y destruyó todas las ilusiones e ideales» Yehudi Menuhin.(Violinista estadounidense-británico de origen ruso. 1916-1999)
NEOLIBERALISMO
Al largo Siglo XIX (1789-1914), le ha seguido el corto Siglo XX (1914-1991), según la periodización prevaleciente en la historiografía actual. El Primero, se caracterizó por instaurar y pregonar la convicción en el progreso ilimitado, tanto material como espiritual o moral. El cual sería mundialmente propagado por la nueva organización económica, social y política, que durante su era se consolidó. El segundo, nuestro corto siglo, se caracterizó por refutarlo. A un fabuloso progreso material, tecnológico y científico -que si ocurrió-, se le contrapuso una agobiante involución moral; cuya prueba más notoria son los miles de millones de seres humanos que viven en la más absoluta pobreza a lo largo de todo el planeta. Sumado al acelerado aumento de las desigualdades sociales, en especial en las zonas menos desarrolladas del mundo, provocadas por el determinismo o fundamentalismo del mercado. El Siglo XX demostró, no sólo que el gran progreso material no provoca inexorablemente el mismo avance en lo social y moral, sino además, que pueden coexistir en cada área dinámicas con direcciones absolutamente opuestas. Una situación impensable para la ideología del Siglo XIX.
El ultraliberalismo expandido al mundo mediante la globalización, e instrumentado a través de la desregulación y flexibilización, ha sido más allá de toda duda razonable, el ideólogo y ejecutor de ese ominoso rasgo distintivo que definitivamente caracterizara al Siglo XX. Un vergonzoso rasgo, que derrumbó ilusiones y esperanzas reemplazándolas por un horizonte de angustia e incertidumbre, que sin duda será su más grande y gravosa herencia.
¿Pero cómo interpretar con sentido estricto y apropiado la lógica histórica de nuestro tiempo, si ni la globalización ni el liberalismo constituyen una novedad en el devenir humano?. Fue globalización: las conquistas imperiales de Egipto y Roma; las cruzadas; la expansión colonial de Europa; la revolución industrial del Siglo XVIII; y las guerras mundiales del Siglo XX, entre muchos otros sucesos históricos. El liberalismo, por su parte, tiene más de 200 años de vigencia. Lo nuevo, fue la virulenta manifestación de ambos en el último cuarto del Siglo XX, consecuencia tanto de la revolución tecnológica que dió origen a la era informática -que expandió colosalmente el desarrollo de los medios de comunicación y transporte-, como del surgimiento de una versión fanática del liberalismo llamada «neoliberalismo».
Esta versión liberal de fin de siglo se caracteriza por la desaparición del Estado, no solo como propietario, sino como redistribuidor del ingreso que evite la generalización de la pobreza. Además en la Argentina, se lo eliminó como agente regulador de inversión social (salud pública y educación); la divinización del mercado, perfecto y todopoderoso, considerado el único mecanismo capaz de resolver todos los problemas de la sociedad; y la exaltación del individualismo, si alguien fracasa es exclusivamente por su culpa, no por razones impersonales, ajenas a él y mucho más poderosas. El Estado no admite ninguna responsabilidad. Por lo tanto, cada uno tiene la necesidad y el deber, de perseverar por si sólo en la obtención del máximo beneficio personal.
Fue así que la globalización de fin de siglo, se ha convertido en el mensajero universal de la ideología utilizada para abolir derechos; destruir los sistemas de seguridad social; o reducir al máximo cualquier función del Estado, a los efectos de disminuir el gasto fiscal y hacer los países más competitivos para recibir capitales y pagar sus préstamos. Con ello, también se redujeron los márgenes de acción con que contaban los Estados, para evitar los desarrollos negativos del modelo instaurado. Desarrollos, que son mucho más devastadores en los paises pobres o subdesarrollados, que en los industrializados o acreedores, que poseen un vasto mercado de consumo y de capital.
Los resultados sociales de esta receta neoliberal en todo el mundo, muestran datos concluyentes. Y así lo expresa el último informe del Programa de las Naciones Unidas (PNUD). Unos 1300 millones de personas en el mundo viven con menos de un dólar diario (950 en Asia, 220 en Africa, y 110 en América Latina y el Caribe); hay 1000 millones de analfabetos; 1200 millones viven sin agua potable. En los paises industrializados hay 37 millones de desocupados; y existen 100 millones de habitantes que viven con menos de 4 dólares diarios. Este informe también revela, que el patrimonio de las 358 personas – que pueden caber en un Boeing 747-, cuyos activos son superiores a 1000 millones de dólares, supera el ingreso anual combinado de paises en los que vive el 45% de la población mundial. La Argentina es el fiel reflejo de esta inequitativa distribución de la riqueza en el planeta: el quintil más bajo de la sociedad recibe apenas el 4,3% del ingreso nacional, y el más alto, el 52% del mismo; en 1995 – plena recesión – las 200 empresas más grandes del país ganaron 4500 millones de dólares (30% más que en 1994), y sólo 10 grupos concentraron más de la mitad de esa ganancia. Al mismo tiempo, la indigencia, la pobreza, y las necesidades básicas insatisfechas, crecen constantemente. En el año 1996 había en la Capital y el conurbano 3.200.000 pobres, 28% de la población total y 400.000 más que el año anterior; a su vez en los partidos del Gran Buenos Aires hay 2.800.000 pobres; sin olvidar nuestro terrible récord histórico de un 30% de la población desocupada y subocupada.
La sociedad dual, con beneficiarios y excluidos, va consolidándose en el mundo, pero aún más en las naciones no industrializadas. El cóctel de ultraliberalismo y globalización no creó las desigualdades planetarias, pero sí las potenció y amplificó. Aumentó la concentración de la riqueza y la expansión de la pobreza. Por eso, el documento de la PNUD calificó de fracaso inexcusable a las políticas socioeconómicas aplicadas en el mundo. El renombrado economista europeo, Michel Albert, que aboga por un capitalismo humanizado, lo explica de esta manera: «Si vamos a dejar librado el progreso de la humanidad a las leyes del mercado, entonces sólo podemos esperar dolores de cabeza. La ley pura del mercado, por fuerza, comporta un aumento de las desigualdades sociales. El mercado es una técnica de selección darwiniana que establece la ley de la selva, donde los fuertes se comen a los más débiles. Cada vez los ricos son más ricos y los pobres son más pobres; la clase media es aplastada. En el último siglo el progreso de la democracia y la economía se produjeron gracias a la clase media». «Hoy la clase media tiene tendencia a ser comprimida. El globo aerostático pierde su panza para adquirir la figura de un reloj de arena. Esto supone una sociedad dual, y se corre el riesgo de entrar en una economía antisocial de mercado». (Clarín 11/05/97)
Es necesario tener en claro que el fin de cualquier política económica que aplique un gobierno, debe ser el bien común, el bienestar general. No la inequidad. El compromiso con las mayorías no es optativo, es esencial; y el único que puede legitimar las políticas empleadas.
Por eso, el déficit social se debe contemplar, al menos, con la misma intensidad que el déficit fiscal.
FLEXIBILIDAD LABORAL
Dentro del contexto político, social y socioeconómico de la «Revolución Neoconservadora», la política de flexibilización laboral coincide ideológicamente con el neoliberalismo, del cual es uno de sus medios de realización más importantes, y se ha convertido en el eufemismo con el que hoy se llama al desempleo o al severo deterioro de las condiciones de trabajo. Lo que se busca, cada vez que se habla de flexibilizar el mercado y las relaciones laborales, es eliminar y cambiar sustancialmente las leyes y regulaciones que consagran en la legislación, la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores, para liberalizarlas o «abrirlas», y dejarlas expuestas a las exigencias del mercado. Un mercado donde trabajo y capital, o trabajadores y empresarios, no participan con la misma relación de fuerza, por lo cual la también denominada «modernización de las relaciones laborales», termina siendo una paradoja, con la que se pretende a principios de del Siglo XXI, retrotraernos al Siglo XIX. Un momento histórico donde la única ley válida era la de los patrones, y el único propósito de la economía, aumentarles sus beneficios. A través del tiempo, gracias a las incansables y duras luchas de los trabajadores, acompañadas con legislaciones surgidas al amparo de las más diversas ideologías y partidos políticos, se obtuvieron los derechos y garantías que humanizaron el trabajo y defendieron a los asalariados de los más crueles abusos, en cuanto a sueldo, seguridad y salud. Eso es lo que hoy se quiere revertir. Llevarnos hacia atrás con el pretexto de hacernos progresar.
Si la fundamentación macroeconómica es la inevitabilidad de ajustar las relaciones y el mercado del trabajo, a los cambios producidos en las formas de producción, en las nuevas tecnologías, y con las reformas del Estado, es totalmente refutable y reprochable, que los que deben pagar todos los costos – vía flexibilización – sean los trabajadores. Máxime, cuando ya han sido sus principales víctimas y perdedores, mediante la baja permanente de sus ingresos y el incremento constante de la desocupación. En ambos casos, las cifras de nuestro país son bien elocuentes: casi el 50% de la población cobra menos de $500 al mes y la desocupación ronda el 18% (ambos datos según cifras oficiales). Sin embargo, tanto el gobierno como el empresariado nacional, argumentan que para combatir esos males -pobreza y desocupación – deben aplicarse rigurosamente los libretos flexibilizadores dados por los organismos financieros internacionales. Los mismos, casualmente, que anteriormente dictaron los planes de ajuste, que produjeron las reformas económicas estructurales, que a su vez causaron los graves problemas de desigualdad social; los que hoy se tratan de solucionar -créase o no- con más de lo mismo. Paradójicamente, el tan promocionado éxito asiático se basa en el «crecimiento compartido», donde desarrollo / acumulación; y superación de la pobreza / distribución de la renta, han sido procesos simultáneos no asincrónicos. Un hecho reconocido y elogiado por los mencionados organismos financieros mundiales, lo que no impide que en Latinoamérica impulsen políticas absolutamente opuestas.
La revisión de la legislación laboral, implicará cambios decisivos en la vida de todos los trabajadores argentinos. Aunque no pocos ya han ocurrido con la flexibilización normativa – y de hecho -, que en los últimos años se ha estado aplicando en las empresas de nuestro país. Lo que ahora se busca es ampliarla mucho más, y legitimar totalmente esa flexibilización, o desprotección laboral. Es indispensable por lo tanto, explicitar los objetivos de toda flexibilización para poder predecir y analizar sus consecuencias. En términos generales se la puede dividir en cuatro temas y propuestas básicas: SALARIOS: Eliminar el salario mínimo ajustado por costo de vida. La fijación del valor de los salarios estará dada por la productividad de cada empresa, y/o por la oferta y demanda de mano de obra en el mercado de trabajo.
DOTACIÓN: Modificación de los planteles de trabajo -ampliación o disminución-, eliminando o reduciendo todo tipo de restricciones legales y económicas. Esto implica la posibilidad de contratar personal temporario de corta duración, eximidos de cargas sociales o cualquier otro costo salarial extra. Se reemplaza el anterior sistema de indemnizaciones, por otro que las rebaja sustancialmente o las anula. Se busca también hacer desaparecer la obligatoriedad del preaviso.
ORGANIZACIÓN: Disponibilidad de los trabajadores para llevar a cabo distintas tareas y funciones (polifuncionalidad). Ello incluye la factibilidad de traslados dentro de una misma unidad de producción, o fuera de ella, hacia otras dependencias de la empresa. Otra modalidad de la flexibilización en lo que hace a este tema , es la subcontratación externa o tercerización, consistente en contratar a otra empresa, para realizar lo que antes se hacía en la misma unidad productiva.
TIEMPOS: Variación de los tiempos totales de trabajo, redistribuyéndolos, según la conveniencia empresarial, mensualmente o anualmente. Esto supone: extender o disminuir la jornada laboral; alterar los turnos de trabajo; redistribuir la utilización de horas extras; y modificar los períodos de vacaciones.
Es muy oportuno recordar que la flexibilización laboral comenzó a aplicarse en Europa a mediados de la década del ’70, como una de las decisiones para superar la crisis económica que afectaba a ese continente; adaptando las estructuras y normas de producción y trabajo europeos a las de Japón y EEUU. Otro de los motivos fue el problema del desempleo, que ya comenzaba a preocupar al viejo mundo. Transcurridos más de veinte años el tiempo demostró, incuestionablemente, su total fracaso para generar empleo. Más recientemente el gobierno español de José María Aznar, condenó las reformas de flexibilización porque crea mucho empleo precario, con lo cual se atenta contra la reactivación económica, dado que el trabajador temporario – por su inestabilidad y menores ingresos – consume menos. Además, las empresas se descapitalizan, porque a los trabajadores temporarios no hay tiempo ni interés para capacitarlos. La conclusión de los españoles fue, que para movilizar el consumo se debía tener estabilidad: «mucho contrato laboral por tiempo indefinido», según su Ministro de Trabajo. Por lo tanto, el Presidente Aznar decidió que los «contratos basura» o sea los flexibilizados (corta duración; bajos salarios; sin pago de cargas sociales y que no brindan formación laboral), debían eliminarse porque agobiaban a España e impedían su recuperación.
Mientras tanto en la Argentina, se incentiva vía disminución de los pagos empresariales por cargas sociales, la contratación temporaria. Esta práctica, que implica un subsidio de toda la sociedad a los empleadores, para que obtengan mano de obra mucho más barata, llega ya al 15% de nuestra fuerza laboral; mientras que el 80% de todos los nuevos contratos de trabajo se efectúa bajo alguna forma de «contrato basura». Sumados estos datos al de los 3.000.000 de trabajadores «en negro» que existen, resulta que en la Argentina, de cada dos trabajadores uno está precarizado. El sistema instaurado, además de perjudicar la economía sólo favorece a la rotación laboral, pero no al empleo. Esto sucede porque en nuestro país se continúa creyendo que la estabilidad laboral es la culpable del alto índice de desempleo, y no todo lo contrario; como ya lo saben en el mundo industrializado, y ahora lo acaba de comprobar España. Al respecto, es útil reproducir opiniones de otros expertos no provenientes de Wall Street o del FMI, Banco Mundial, o BID, cuyas prescripciones son las únicas que nuestros gobiernos oyen y llevan a cabo. El economista estadounidense Jeremy Rifkin, asesor del Presidente Bill Clinton, así opinó de nuestra reforma laboral: «- Para el gobierno argentino, la solución pasa por flexibilizar las condiciones de contratación ¿qué resultado tienen las reformas de este tipo? – Creo que no sirven. En realidad con eso se está reduciendo el poder salarial de cada trabajador y a la larga, eso tiene un impacto directo en las empresas» (La Nación 01/06/97). Idéntica conclusión, sustentada por similar fundamentación, que la española. Como de costumbre, elegimos para copiar de los paises desarrollados sólo los errores y fracasos.
Lo que la recta razón nos está indicando en este tema, es que nuestro Estado debe combatir todo tipo de empleo precario, y estimular la contratación de trabajadores por tiempo indefinido junto con el refuerzo de las prácticas de estabilidad laboral; con ello se conseguiría reactivar y recuperar la economía vía consumo interno, mejoraría la recaudación fiscal, y por sobretodo, se posibilitaría la creación de nuevos puestos de trabajo. Una elección obvia y obligatoria, siempre y cuando se halla optado por un proyecto de Nación con una estrategia de desarrollo industrial, dirigida hacia un crecimiento duradero y equitativo.
«Frecuentemente los trabajadores no son responsables por un trabajo defectuoso. Ellos simplemente lo entregan. El sistema es el responsable» W. E. Deming. (Físico matemático estadounidense. Experto en control de calidad)
SEGURIDAD AÉREA
La puesta en práctica de las distintas ideas sobre flexibilización de la gestión laboral, puede generar dentro de una industria los beneficios buscados por los empresarios, en cuanto a productividad, calidad y ganancias; como todo lo contrario. Los resultados dependen de la pertinencia y oportunidad con que decidan su implementación, como de la forma en que se la haga. Si no son los esperados, la consecuencia será la pérdida de competitividad por parte de la empresa, manifestándose sus perjuicios en las mencionadas cuestiones de productividad, calidad y ganancias.
Existen sin embargo, actividades como la aerocomercial que poseen un ámbito más donde la flexibilización va a incidir: LA SEGURIDAD. Específicamente, en el Area Técnica, no puede caber duda que esa incidencia será muy negativa. La precarización laboral, que forzosamente conlleva toda política de flexibilización de las relaciones y el mercado de trabajo, agravará inevitable y severamente, todos los problemas que los factores o errores humanos – también conocida como cadena de eventos- ocasionan en dicha área. Los cuales – como ya hemos visto – contribuyen en gran medida para generar incidentes y accidentes aéreos. Esta última comprobación, agravada por las cifras de catástrofes aeronáuticas ocurridas durante 1996 -culminación de una tendencia creciente de más de 15 años-, llevó a que la atención original sobre los problemas de seguridad aérea por factores humanos, desde hace más de dos décadas exclusivamente enfocada hacia las labores de los Pilotos, se desplazara ahora hacia el análisis del trabajo de los Técnicos Aeronáuticos. El objetivo buscado: romper la cadena de eventos o errores a nivel de mantenimiento, para que el accidente nunca ocurra.
La flexibilización laboral viene a convertirse en parte del problema, contribuyendo a su empeoramiento, y no a sumarse a su solución. En especial, cuando se pone en práctica dentro de un extendido marco desregulatorio – económico y estatal -, que refuerza sus efectos más dañinos.
Trataremos de exponer a continuación, la correlación o influencia (negativa) existente entre flexibilidad laboral y factores humanos, dentro del ámbito del mantenimiento y reparación aeronáutica. Los factores humanos que mencionamos, son los mismos a los que nos hemos referido en el capítulo respectivo.
Si los argumentos presentados no resultan por si solos suficientes, baste recordar como ejemplo real de nuestras afirmaciones, la catástrofe de ValuJet, cuyas causas -según la NTSB- fueron: falta de capacitación; sobrecarga de tareas; exceso de horas de trabajo; desorganización; falta de comunicación entre los grupos de trabajo; y deficiencia de los controles de calidad tanto dentro de la empresa, como hacia afuera con sus subcontratistas. Si bien éste es un caso paradigmático, por todos los tipos de falencias halladas, de ninguna manera es el único. Existen otros ejemplos, como el de «American West Airlines», la primera empresa que recibió una inspección de la FAA luego del caso ValuJet, la cual fue observada en dicha ocasión por dos razones: 1) por poseer personal con exceso de trabajo, y por lo tanto incapaz de prestar atención suficiente a las normas regulatorias de sus tareas (antes de la inspección la aerolínea contrató 20 personas, luego de la misma debió incorporar otras 43); 2) porque la supervisión de los servicios subcontratados debía mejorarse.
Estos problemas, que se ha comprobado comprometen seriamente la seguridad en vuelo, constituyen algunas de las consecuencias negativas que inevitablemente se derivarán o agravarán, de aplicarse la flexibilidad laboral en el Area Técnica de la Industria Aerocomercial.
REFORMAS DEL MERCADO Y LAS RELACIONES LABORALES
QUÉ PROVOCAN O AGRAVAN, RIESGOS QUE AFECTAN LA SEGURIDAD EN VUELO
MEDIDAS DE FLEXIBILIZACIÓN LABORAL > FACTORES HUMANOS DEL AREA TECNICA QUE CONDUCEN, SOLOS O JUNTO A OTROS, A INCIDENTES / ACCIDENTES AEREOS
Todas las medidas de flexibilización laboral descriptas, en cuanto a salarios, dotación, organización y tiempos de trabajo. > Dificultades económicas. Trastornos de la vida familiar y patologías psicoanalíticas diversas. En conclusión: lo comunmente llamado stress, junto con todo tipo de trastornos psicológicos destructivos.
Polifuncionalidad. Temporalidad o alta rotación laboral. Tercerización. > Deterioro del trabajo en equipo para identificar y solucionar problemas. Mala comunicación grupal o intergrupal.
Capacitación insuficiente.
Variación de la jornada laboral y turnos de trabajo; redistribución de horas extras; y modificación de los períodos de vacaciones. > Fatiga y fallas de atención: por exceso de trabajo, o mala distribución de descansos.
Bajos salarios; inestabilidad laboral; sobrecarga de tareas por modificación de dotación. Y toda política que menoscabe la autoestima del trabajador. Necesidad de doble empleo. Desidia / Dejadez.
COROLARIO
El modelo económico y social neoliberal establecido desde hace dos décadas, ha comenzado a evidenciar graves signos de deterioro en todo el mundo. Pero es en las naciones subdesarrolladas, con estructuras socioeconómicas y políticas más endebles, donde ya se ha llegado al límite de su gobernabilidad. Estas sociedades, en las que está incluida la Argentina y el resto de Latinoamérica, han sido sometidas a ajuste tras ajuste, cada uno más salvaje que otro, bajo la coerción del camino único y la eterna promesa de la felicidad para el mañana. Felicidad que únicamente podría alcanzarse, si se llegaba al paraíso terrenal de la modernización, vía: globalización, desregulación, privatización, y por supuesto, flexibilización laboral. Sería el fin de la Historia, y la plena realización de la humanidad en un mundo feliz, conocido de ahora en más como: El Mercado. Las realidades que resultaron para los pueblos, fueron absolutamente opuestas a las buenas nuevas que se les anunciaron. Nunca se alcanzó tal paraíso terrenal – ni algo semejante -, sólo hubieron mortales pesadillas que horrorizaron y devastaron a millones de seres humanos, mediante impiadosos monstruos llamados pobreza, desempleo, inseguridad, enfermedad e ignorancia. Nuestro país, no escapó a ninguno de estos padecimientos, sin embargo, la única receta que nuestros funcionarios dicen que existe para remediarlos, es la remanida flexibilización del mercado laboral. Más de lo que desde el comienzo ha sido una de las causas del problema, puesto que entre nosotros la flexibilización del mercado de trabajo – de hecho y de derecho -, rige desde los inicios de la presente década; y ni la desocupación ni ninguno de los otros males del modelo dejaron por ello de aumentar.
En lo concerniente a la seguridad aérea dentro de la actividad aerocomercial, las consecuencias de este tipo de respuestas o «remedios» sólo pueden ser funestas. Todos los factores de riesgo que perjudican la seguridad en vuelo serán potenciados, y otros nuevos se les podrán sumar. Las pesadillas de muerte convertidas en realidad, surgidas con la desregulación, se verán ahora potenciadas con la flexibilización. Habrá más y nuevas víctimas que seguirán siendo inmoladas, por quienes tienen su consciencia adormecida a causa de una avidez ilimitada de riqueza y poder. Por aquellos, que han reemplazado sus valores humanos por simples valores de cambio, sujetos únicamente a la amoral puja competitiva por el predominio del mercado.