La Casa de Diana Mondino no está en orden (episodio III)
letrap.com.ar
Una diplomacia patas para arriba. La canciller, intervenida y desautorizada. Las sombras de Basset y Werthein. Choque
A casi ocho meses de gestión de Javier Milei, la política exterior del país, formalmente a cargo de Diana Mondino, sigue sin rumbo. Como se vio en una fallida irrupción de Karina Milei y en el mal manejo de la crisis con Venezuela, las relaciones exteriores permanecen como un compendio de mal diseño, incomprensión de la lógica diplomática, intervenciones cruzadas y errores. La Casa no está en orden.
Una antipolítica exterior, jalonada con peleas fútiles con literalmente medio mundo, ha sido la marca en el orillo del gobierno paleolibertario, así como el alineamiento declarado con Estados Unidos e Israel, de espaldas a la importancia que el mundo emergente –China, Brasil, el mundo árabe…– tiene en la estructura del comercio exterior y hasta en las inversiones que han llegado en años recientes.
Se suman, con el paso del tiempo, una recurrencia de tiros no forzados fuera del fleje y un estado de cosas que denota falta de línea y una conducción peligrosamente fragmentada e intervenida.
Diana Mondino, canciller argentina, ve su autoridad perforada por intervenciones y limitaciones que deciden Javier y Karina Milei.
Aunque el personal de carrera y pertenencia peronista reconoce que la persecución ideológica es menor que en tiempos de Mauricio Macri, se siguen generando congelamientos arbitrarios de carreras y ascensos meteóricos dados más por la ideología que por los méritos.
En varios destinos importantes para el país, personal que tenía rangos de segunda, tercera o hasta cuarta categoría pasó a ocupar el sillón principal de las embajadas. Así ocurrió en España, Reino Unido, México y Perú, por ejemplo. Algunos de esos casos son especialmente curiosos: de ser parte de un staff que trabajaba bajo una administración peronista, esos funcionarios saltaron al primerísimo plano en representación de una que les impone lineamientos opuestos y que no deja de provocar a varios de esos mismos gobiernos.
Diana Mondino y la intervención de Karina Milei
La ministra de Relaciones Exteriores es economista, pero, a poco de ser designada, sufrió un recorte de atribuciones inesperado dado su perfil: Karina Milei le arrebató la Agencia Nacional de Promoción de Exportaciones e Inversiones, un área importante que supone atribuciones y presupuesto. Fue un primer aviso.
Hace poco, la hermana del Presidente impuso en el Palacio San Martín una suerte de intervención para bajar línea ultraderechista en la previa de la 54° Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Se trató de la abogada ultracatólica Úrsula Basset, quien se fijó como meta –fracasó con modos prepotentes reprochados por varios países– torpedear la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, en especial los ítems vinculados al cuidado ambiental y a los derechos humanos y más especialmente a los de mujeres y minorías de género.
Va de suyo que Mondino no fue la única víctima de esa movida; también la padeció Sonia Cavallo, hija de Domingo, el exministro de Economía, y actual representante ante la OEA.
Cuentan en la Cancillería que, en la previa de esa reunión multilateral, Basset sometía a videoconferencias de más de tres horas a diferentes directores de áreas. La mencionada, se supone, es la interventora en todo lo referente a los valores de la ultraderecha gobernante ante los organismos internacionales, aunque no tiene un cargo formal.
Por eso, el grupo peronista de representantes argentinos en el Parlamento del Mercosur elevó un pedido de informes para conocer qué posición ocupa Basset en la Casa y qué políticas fija. Se aguarda respuesta.
Malas señales para Diana Mondino
Como contó Ingrid Beck en Letra P, Karina Milei buscaba ubicar a Basset como jefa de Gabinete de la Cancillería en reemplazo del ahora embajador a Portugal Federico Barttfeld. El cambio de destino de este diplomático fue interpretado en la interna como una señal ominosa sobre el futuro que la secretaria general de la Presidencia le reserva a Mondino: ¿quién, si no intuyera cambios grandes, dejaría un puesto de definición de lineamientos para hacerse cargo de una sede diplomática en un país encantador, pero de escasa relevancia para la Argentina?
El Presidente excluyó a Mondino de viajes importantes. Así ocurrió, entre varios otros ejemplos, en la reunión del Grupo de los 7 (G-7) que se realizó en Italia, lo que supuso un desprestigio para la funcionaria frente a colegas con quienes debe seguir interactuando.
Sí fue de la partida en la última cumbre presidencial del Mercosur, en la que reemplazó a Milei, lo que, en lugar de subirle el perfil, la expuso a cierto ninguneo, como quedó claro en la exposición del uruguayo Luis Lacalle Pou.
Mondino ha ejercido su cargo con pocas luces, pero con lealtad. Su foco económico y comercial fue segado desde el vamos y su búsqueda de logros quedó limitada a lo que en su entorno se define como «control de daños».
Mondino aplicó esa praxis reiteradamente en la relación con Brasil, por caso cuando Petrobras se negó a descargar gas natural licuado (GNL) en medio de una prematura ola de frío por falta de avales de pago del Gobierno. También esta semana, cuando una serie de posteos insensatos del Presidente en Twitter puso en peligro la evacuación de la embajada en Caracas, la salida del personal diplomático asignado allí, la seguridad de seis opositores al chavismo refugiados y la asunción de la representación de la Argentina por parte de enviados de Luiz Inácio Lula da Silva.
La cuestión del «control de daños» merece una referencia más. No sólo es lo que hace Mondino con el Presidente, sino lo que afirma realizar el personal intermedio, de funciones ejecutivas, respecto de los errores no forzados de la propia canciller. Un ejemplo clamoroso de esto fue la desmentida que el ministerio hizo, vía comunicado, del reconocimiento que ella realizó a título personal de Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela, lo que volvió a poner en riesgo el destino de los refugiados.
La diplomacia nacional se la pasa atajando los penales que ella misma se patea.
Gerardo Werthein, canciller blue
En tanto, la relación con Estados Unidos es coto personal del representante en ese país, Gerardo Werthein. Tampoco allí llega el brazo de la canciller formal.
Colaborador premium de la campaña de Milei, el embajador en Washington ganó puntos decisivos incluso antes de la asunción del actual mandatario al acompañarlo, con avión privado incluido, a su primera excursión, justamente, a Estados Unidos.
Antes de que fuera confirmada Mondino, Werthein era uno de los candidatos a la jefatura del Palacio San Martín. Como la economista, carecía de conocimiento, experiencia y contactos, pero le sobraba voluntad.
Del mismo modo se desempeña ahora en la embajada en Washington, a donde llevó a Francisco Tropepi, exladero de Sergio Urribarri hasta que el exgobernador entrerriano cayó en desgracia con la Justicia. Sin embargo, quien en verdad realiza el trabajo de número dos es Adrián Nador, sobreviviente de la gestión previa al 10 de diciembre.
Werthein acompaña a Milei en casi todas sus salidas al exterior –por ejemplo, a la del G-7, esa que excluyó a Mondino– e influye en la fijación de posiciones en temas que van más allá de la relación con Estados Unidos. Parece un canciller blue.
El embajador carece todavía de una red suficiente de contactos en la hiperpotencia, aunque se muestra activo y aprende el oficio sobre la marcha. Su llegada al gobierno de Joe Biden y a la virtual presidenciable demócrata Kamala Harris es más que limitada y sólo tiene lazos sólidos con el partido de gobierno a través de Bill y Hillary Clinton.
La arriesgada apuesta por Donald Trump
Werthein resulta funcional al Plan Aguantar del Gobierno, jugado a un eventual triunfo del republicano Donald Trump, en cuyo entorno sí tiene vínculos más fluidos.
Ese proyecto, claro, está lejos de ser una fija: falta que Harris sea coronada formalmente, que se vote, que Trump gane, que asuma recién en enero y que quiera y pueda volver a forzar, como lo hizo en favor de Macri en 2018, al Fondo Monetario Internacional(FMI) para que vuelva a enterrar dinero fresco en Argentina.
Algo de esto señaló quien era el representante de Trump ante el organismo cuando se gestó aquel préstamo sin precedentes, Mauricio Claver-Carone, quien reconoció en 2020 que ese megacrédito tuvo una motivación eminentemente electoralista.
«Milei no es Macri. Macri tenía una relación de más de 30 años con Trump. Trump fue socio de Franco, el padre de Mauricio. Con el presidente Trump nosotros apoyamos a la Argentina en un momento, pero había una confianza y una relación de más de 30 años. La política de ganar tiempo pensando que con Trump va a conseguir más dinero del Fondo es una ilusión, es ilógica y va a llevar al fracaso, porque, primero, no funciona de esa manera y, segundo, (porque) Milei y Trump todavía no tienen relación», dijo en una entrevista con El Observador.
Así, cuando la antidiplomacia de Milei se vuelca a liderar la tabla regional del ascenso en el expediente venezolano y renuncia a conciliar posiciones con Brasil y con los propios Estados Unidos, cabe preguntarse si el Gobierno está alineado con la hiperpotencia, como dice, o con la idea de una segunda administración trumpista.
En el caso de la reelección impuesta de prepo por Nicolás Maduro, Argentina se apresuró al desconocimiento, mientras que los otros dos países mencionados se dieron el tiempo de reclamar la publicación de las actas de votación, un modo más inteligente de exponer al chavista.
No se trata, como dijo Mondino en la OEA, de que se deba «denunciar y actuar»; desde 2017 se sabe que a Maduro que no le importan demasiado los votos.
Se trata de entender que la diplomacia es una herramienta para perseguir resultados en beneficio del interés nacional y que contribuir a baños de sangre por presunto principismo se parece más a una zoncera peligrosa que a una política exterior.