La latinoamericanización de Argentina: pérdida del ascenso social, destrucción de la clase media y deterioro del empleo formal

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Agustín Salvia advirtió que la pobreza está «sobrerrepresentada en la caída» ante la falta de actualización de la canasta básica y alertó sobre el estancamiento de la movilidad social y el deterioro de la clase media.
Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), explicó que aunque la pobreza según el INDEC bajó al 31,6% en el primer semestre de 2025, la desactualización de la canasta básica no refleja la composición de los gastos de los hogares. “Por más que los ingresos superen a la inflación en algunos rubros, la gente no está consumiendo más. Eventualmente consume menos y paga más cuentas”, explicó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).
Agustín Salvia es investigador principal del CONICET y director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Es sociólogo especialista en temas de estructura social, especialmente en los hogares de menores recursos con exclusión juvenil y estrategias de evaluación de políticas sociales.
Sos un experto sobre cuán correctos son los índices de pobreza. Muchas veces debatimos sobre cuánto las estadísticas reflejan la realidad de la pobreza y cómo son comparables con otros países. La pobreza parece descender de manera astronómica y esa no es la sensación que tiene la gente que está fuera de la pobreza, incluso la que está dentro de la pobreza.
Es cierto. Siempre hay que tener en cuenta que las mediciones de cualquier fenómeno social son aproximaciones al mundo de lo real y no son la realidad, no son representaciones de lo real. Sobre la pobreza, más allá de que uno ponga un dato estadístico a través de un método, de una u otra manera el método mide lo que los instrumentos de medición permiten medir y es una forma de acercarse. Lo importante de la validez y fiabilidad de cualquier indicador está en que capture justamente lo que quiere medir y que sea fiel en cuanto a la capacidad de hacerlo en distintas condiciones que sean aleatorias.
En este caso, nosotros observamos una caída de la pobreza muy importante con respecto al primer semestre del año 2024 y así lo registran las estadísticas oficiales, incluso usando el mismo instrumento, pero donde los componentes de lo que se está viviendo -que es la capacidad de consumo a través de los ingresos monetarios de los hogares para llegar a cubrir una canasta de bienes y servicios básicos que les permita tener una vida mínimamente digna- se modificó en varios aspectos. Se modificó porque, a partir de la devaluación, de la liberalización de precios y de tarifas, lo que enfrentaste fue un cambio en el sistema de precios relativos de la economía, pero también en la composición de los gastos de los hogares, que cada vez más se componen de servicios como gas, transporte, comunicación, consumos fijos.
Es cierto que los productos alimentarios al mismo tiempo bajaron mucho más en términos inflacionarios. La reducción de la inflación tuvo mucho más que ver con factores asociados a los alimentos y a otros bienes, y menos con los servicios, que quedaron por arriba de la inflación promedio. Entonces, los hogares en realidad experimentan una situación donde tienen más ingreso, pero también más gastos fijos. Por lo tanto, la capacidad de consumo corriente es menor.
Este es el fenómeno que no están midiendo las estadísticas oficiales, producto de varios factores, entre ellos no haber actualizado hace unos años la composición de la canasta básica total, que es la que mide la pobreza y la que justamente evalúa el componente no alimentario dentro de los consumos de los hogares. Al no hacer eso, tenemos una pobreza sobrerrepresentada en la caída. Ha caído, sí, porque los ingresos le fueron ganando lentamente a la inflación en un escenario de caída inflacionaria. Esto hace que los salarios respecto a la canasta básica alimentaria o a la canasta básica total den mejoras con respecto a la inflación, que empaten con respecto a noviembre de 2023, pero que, si lo medís en cuanto a capacidad efectiva de consumo que tienen esos salarios o esas jubilaciones, vas a encontrarte con que no consumen lo mismo ni más, eventualmente consumen menos en consumos corrientes y pagan más cuentas y obligaciones.
Por más que se modifique la canasta y se diga que la gente gasta más dinero en otro tipo de consumos, como por ejemplo abonos de internet, si un día cambia un gobierno, hay una mega devaluación y se aumentan los precios de los servicios públicos por arriba de la inflación, por más que estuviese actualizada, vuelve a quedar desactualizada inmediatamente porque los precios relativos los cambia ese gobierno en ese momento.
Esto pasa en un país como el nuestro, que tiene altos desequilibrios macroeconómicos y cambios permanentes en el sistema de precios relativos. Cuando tenés estabilidad macroeconómica y monetaria no ocurren estos fenómenos de esta manera ni de esta magnitud. Lo que ocurre con la magnitud que ocurre acá es que tenés dos problemas: tanto en el contexto del gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa tenías más pobreza de la que deberías tener porque las tarifas estaban planchadas y la capacidad de consumo corriente era mayor, como ahora, cuando tenés tarifas más altas y la canasta no se ha modificado, tu capacidad de consumo real es menor.
El componente de la canasta se podría haber actualizado en 2019 o 2020 para reflejar mejor los consumos y precios actuales genera distorsiones, así como también lo es con el índice de precios. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha recomendado, o más bien indicado, la tarea de actualizar metodológicamente el Índice de Precios al Consumidor (IPC), porque el de la Ciudad está dando mucho más inflación que el índice nacional de consumo. ¿Por qué? Porque el componente de gastos fijos no está debidamente ponderado y se sobreponderan otros aspectos que las familias consumen como básicos, pero no se ponderan otros consumos complementarios como combustible, transporte y comunicación.
Por un lado, es obvio que, por más que se hubiese actualizado como lo hizo la Ciudad, si vos cambiás los precios relativos con un cambio de política macroeconómica muy draconiana, esa representación se va a modificar. Hay una que sí aparece, que es la que hace el centro de estudios del PRO, que mide la cantidad de dinero disponible que tiene la familia para consumir después de pagar los servicios. Y lo que eso indica es que las familias tienen 7% menos para consumir que en noviembre de 2023. Ahora, en noviembre de 2023 la pobreza era del 40% y ahora es del 31,6% y pico. Eso no cierra cuando uno lo mira de esa manera.
Muestra que el termómetro de la medida de pobreza por ingresos, de forma indirecta y a través de la canasta, es muy frágil y poco fiable para enfrentar escenarios como los argentinos. Podemos estar midiendo cualquier cosa sin que lo que se mide sea efectivamente lo que pasa. Esto habla de un problema metodológico con respecto al instrumento de medición de la pobreza.
Cuando analizamos indicadores directos de pobreza y privaciones, como el estrés alimentario o el estrés económico de los hogares, muestran que grandes cambios no hubo con respecto a lo que ocurría después de la pandemia, en 2021 y 2022. Los salarios, cuando los comparás en términos corregidos o sin corregir, te das cuenta de que no mejoraron. Al mismo tiempo, el empleo privado no creció y que sí creció el empleo informal, y uno de cada cuatro argentinos desocupado o buscando un trabajo porque el trabajo que tiene es muy malo. En ese contexto te das cuenta que eso no cambió sustantivamente más allá del pico de la crisis que hubo entre 2023 y el primer trimestre 2024.
Entonces, con esas medidas directas, decís que está sobrexagerada la caída de la pobreza. Tenemos una cifra estadística que no corresponde o no ajusta exactamente a lo que le está pasando a la gente. Pasó un momento difícil y muy malo en el primer trimestre del 2024, es cierto. Pero claramente que estamos mejor, pero estamos tan mal como cuando estábamos mal, como en 2018, 2019, 2022, 2021, 2022 y 2023. No hubo cambios sustantivos en las privaciones económicas en un tercio de la población argentina que sigue sometida a situaciones de privaciones más estructurales: alimentación, salud, hábitat, vivienda. Esa es la pobreza en Argentina, más allá de cómo la miramos.
No convendría actualizar ahora la canasta básica total, porque políticamente al Gobierno le estaría dando mucha más pobreza que la que tenés. Entonces, no solo estaría dando una que no bajó tanto, sino que te estaría dando por arriba del 40% si actualizás la canasta básica total. Es decir, el componente del precio de los bienes y servicios no alimentarios ha subido por arriba de los alimentarios. El riesgo de ser pobre para la clase media es mayor desde el punto de vista estadístico y el riesgo de ser indigente es menor por ahí. Por eso tal vez la caída de la indigencia es más genuina que la caída de la pobreza.
Por tu experiencia en otros países de la región con los que vos estás en contacto, ¿la capacidad de consumo no es un indicador bastante sólido respecto de si relativamente mejora o empeora, más allá del porcentaje de pobreza, que obviamente es un cálculo que parte de una especie de protocolo, el que siempre es subjetivo? Si la gente consume más o consume menos, ¿no es esto un indicador de empobrecimiento o enriquecimiento del total de la población?
No siempre. Para una economía con mayor nivel de formalidad laboral o económica, sí. Para una economía como la uruguaya, la chilena o las europeas, cualquier variación que vos tengas en el ingreso per cápita familiar entre un mes y otro, entre un trimestre y otro, marca claramente qué está pasando con tu movilidad social o económica. Pero eso no pasa cuando tenés una economía tan informal y precarizada como las del resto de América Latina, y como tienen Brasil y Argentina Incluso Brasil tiene menos nivel de formalidad laboral que la que tiene Argentina en este momento.
En economías de alto nivel de informalidad laboral, donde los ingresos el cambio en los ingresos formales afecta solo a una parte de la población y otra parte de la población lucha por subsistir y no tiene claro cuánto gana y eventualmente hasta recibe ayudas sociales para llegar a fin de mes, la medición por ingresos no es tan clara en cuanto a cuánto te genera mayor o menor bienestar y capacidad de invertir con ese bienestar en mejor capital humano.
Lamento decir esto, pero las tendencias en términos latinoamericanos en buena parte de los países de ingresos medios ha sido la mejora, incluso Brasil, si lo comparamos con la Argentina en términos de estos últimos 25 años, en cuanto a inclusión, a incorporación de clases medias y a la estructura social. En la Argentina lo que viene ocurriendo es un proceso inverso de deterioro. En los últimos 15 años se ha cristalizado y tiende a ser más volátil, a veces aumentar y bajar, pero tenemos clases medias que se van reduciendo en su capacidad de invertir en capital humano. No logran invertir en mejorar la educación de sus hijos, en la salud de sus hijos o propia y no logran mejorar su vivienda. No son motores del crecimiento, están logrando resistir, no caer en una situación de pobreza.
En otros países esas clases medias tienden a ser un motor del crecimiento y hacen que sus hijos salgan más educados, más calificados, sean una oferta laboral más productiva, demandan más bienes y servicios de consumo a través de esos mejores ingresos, mejoran la vivienda, mejoran el hábitat donde vive, en el barrio. Incluso se invierte en la salud a través de tener salud preventiva. Se invierte en la educación porque los jóvenes terminan el secundario y van a la universidad, privada o pública, y la pueden financiar. Cuando eso no ocurre, tenés un estancamiento en el proceso de movilidad social, que es el problema estructural que está teniendo Argentina. A pesar de que ha caído la inflación, que cae la pobreza estadística y que hay mejora con respecto a algún momento del tiempo anterior, estamos estancados en ese contexto.
La indigencia baja porque el Estado ha aumentado por arriba de la inflación los subsidios a esas personas. Al mismo tiempo, esas personas no pagan los servicios públicos porque casi que no pueden acceder a ellos. Y el consumo, que baja 7% respecto de lo que era antes de diciembre de 2024, indica es que la clase media y media baja se empobreció. ¿Es correcto plantearlo de esta manera?
Sí, es correcto. Con un agregado, que es que esos sectores indigentes son menos indigentes gracias a la asistencia pública. Si no tuviesen esa asistencia pública estarían muy mal, pero tampoco es suficiente la asistencia pública. Parte de sus ingresos lo logran en la economía de subsistencia, en trabajos de muy baja productividad en donde hay una mayor autoexplotación del grupo familiar para lograr esos ingresos. Los chicos dejan de ir a la escuela, o tienen menos tiempo de estudio. La mamá y el papá salen a hacer changas, como la venta ambulante. El estrés psicológico que todo eso genera hace que los problemas estructurales que marcan la indigencia de Argentina sean muy fuertes en términos de lo que implica intergeneracionalmente, de lo que se está desinvirtiendo en el capital humano de la infancia que surge en contextos de indigencia e incluso en los segmentos de la clase media más baja de los niveles de pobreza que están cercanos a la indigencia.
Cuando vas a la parte superior de la pobreza, te encontrás con una crema de clases medias, en donde en contexto de crecimiento económico y estabilidad macroeconómica monetaria, van a lograr salir adelante. Es decir, esas clases medias que todavía tienen cierto capital humano, físico y social van a tener posibilidades si le bajás la inflación y estabilizás la economía para tener un proceso de recuperación más rápido que los que están abajo, los hundidos, o los que están entre medio de los hundidos y esta crema de pobres. La Argentina tendría en el mejor de los escenarios un cuarto de la población sometida a una situación de pobreza estructural y crónica por mucho tiempo, si no logra un cambio de modelo de crecimiento.
Creo que tenemos que revisar los termómetros. Hay cambios que ocurren en la realidad que obligan a cambios metodológicos y que todavía en ese sentido el INDEC tiene algunas deudas vinculadas a cómo abordar el estudio de la pobreza con mayor actualización y justamente con capacidad de permitir que esa actualización permita un mejor diagnóstico y mejores políticas.
TV/ff
Imagen: Agustín Salvia, economista | Twitter



