Nueva privatización de Aerolíneas Argentinas

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Para LA NACION Ricardo Cirielli

La Asociación Personal Técnico Aeronáutico (APTA) estuvo y está en desacuerdo con la privatización de Aerolíneas Argentinas. Privatizarla es entregársela nuevamente a empresas extranjeras, a las que solo les interesa quedarse con sus activos y mercados. La vaciaran y llevaran a la quiebra, o la absorberán y harán desaparecer. La comprarán solo para eliminar competencia, como ya pasó con Iberia y Marsans. Una empresa estatal es tan deficitaria o superavitaria según el gobierno que la administre. El gobierno de Milei, no debe sentirse capacitado para hacer bien esa administración. Por ejemplo, Singapore Airlines, la aerolínea de bandera de Singapur -el país elogiado por Milei como modelo de desarrollo- es pública. De excelencia mundialmente reconocida y superavitaria, administrada como una empresa privada. López Obrador refundó hace un año Mexicana de Aviación. Una aerolínea del Estado Mexicano, fundada en 1921, que había quebrado en 2014. Petronas, una de las mayores petroleras del mundo, es una empresa estatal de Malasia. Equinor, que hace trabajos Off Shore con YPF, es de control estatal noruego.

El gobierno nacional y sus aliados en el Congreso quieren privatizar incluso empresas rentables como Banco Nación y Arsat. Es fanatismo ideológico. Siguiendo la máxima menemista de Dromi: nada de lo que deba ser estatal permanecerá en el Estado. O tal vez es legítimo sospechar ante tanto fundamentalismo, para hacer negocios espurios. Si Aerolíneas se privatiza o desaparece. Las empresas extranjeras que la reemplacen solo irán a los destinos rentables, y no siempre con las mismas frecuencias de Aerolíneas. Es lógico, son empresas con fines de lucro. Para cubrir los demás destinos nacionales indispensables, van a exigir subsidios. No hacen beneficencia. A los privados, de hoteles, gastronomía y empresas de turismo, con lo cual se encarecerán sus servicios. O públicos, del Estado municipal, provincial o nacional. Es decir, los mismos dineros de los contribuyentes que recibe ahora Aerolíneas, pero, dirigidos a aéreas extranjeras.

Un arraigado axioma de nuestro neoliberalismo y ahora también del libertarismo autóctono, dice que los dineros públicos destinados a empresas estatales argentinas son un despilfarro inaceptable. Pero, esa misma plata destinada a empresas privadas extranjeras es virtuosa. Nuestros neoliberalismo y libertarismo, a diferencia de los desplegados en el hemisferio norte, son xenófilos y aperturistas: solo promueven y defienden al capital y a las empresas extranjeras. En desmedro del capital y las empresas nacionales: sean grandes o pequeñas; privadas o públicas.

Un país con la extensión de la Argentina (casi 2,8 millones de kilómetros cuadrados), es aerodependiente. Máxime, cuando carece de las rutas necesarias y, entre las existentes, muchas son deficientes. Agravada la situación por la paralización de la obra pública. El sistema ferroviario fue desmantelado durante los 90 por Carlos Menem, un atroz crimen económico y social del que el país aún no se recuperó.

Si desaparece Aerolíneas Argentinas como instrumento de desarrollo económico y social nacional (controlado y dirigido por argentinos), se cometerá un crimen aún mayor. En Aerolíneas Argentinas viajan todas las clases sociales, y produce riqueza para todas las clases sociales. La utilicen o no. Genera 100.000 empleos entre directos, indirectos, catalíticos e inducidos. Aporta al PBI de Nación y provincias, como al PBA (Producto Bruto Aeroportuario), cientos de millones de dólares anuales. No debe remitir ganancias en divisa estadounidense, a una casa matriz en el exterior. Como lo hacen todas las empresas extranjeras. Agravando nuestra restricción externa o falta de dólares. Si Aerolíneas Argentinas no existiera, habría que crearla.

Por supuesto, debe ser administrada con productividad, eficiencia y competitividad, para alcanzar al menos el equilibrio de sus cuentas. No dar pérdidas; ser productiva y eficiente, como las mejores aéreas del mundo. Aumentar también sus ingresos por transporte de pasajeros y carga; por trabajos a terceros en su área técnica y por la instrucción de pilotos de otras compañías. Todo es posible de lograr con un gerenciamiento de excelencia y trabajando en equipo con su personal.

APTA dará todas las luchas necesarias, por los métodos convenientes y eficaces, para que Aerolíneas Argentinas siga siendo la línea de bandera pública de nuestro país. Para impedir que sea vaciada como sucedió cuando lo hizo Iberia y Marsans. Para que no se las desguace vendiendo, por ejemplo, su área técnica, sus simuladores de vuelo, su servicio de rampa o Aerohandling, su Centro de Capacitación y/o su call center, y sin afectar con sus decisiones a los pasajeros de la empresa. Porque los usuarios son parte de Aerolíneas y la quieren tanto como sus empleados. No merecen ser dañados. Ellos nos ayudan a salvarla. Son también pueblo. Con al pueblo se puede lograr todo, sin el pueblo nada.

Durante el 2001 solo hubo nueve días de paro, para reincorporar 500 despedidos por IBERIA/ SEPI. Luego, se logró salvar a Aerolíneas Argentinas mediante siete meses de constantes movilizaciones, actos y negociaciones, gremiales, sociales y políticas. No hubo un paro más. Los paros no son la única herramienta de lucha.

Todas las medidas de fuerza realizadas hasta ahora no lograron ni un peso de aumentoEn cambio, crearon un descontento entre los pasajeros y la sociedad generalizado, lo que permitió al Gobierno reactivar sus planes para la privatización de Aerolíneas Argentinas; se declaró servicio esencial a la actividad aérea; se desreguló el servicio de rampa perjudicando a Intercargo; se habilitó la operación de aeronaves y tripulaciones extranjeras en cabotaje; la Justicia dispuso que los paros aeronáuticos deben ser anunciados con cinco días de anticipación. Todas pérdidas, ningún logro. Todas ganancias para los planes del gobierno, que nunca imaginó avanzar tanto, en tan poco tiempo.

Es insensato e infundado suponer que seguir haciendo lo mismo puede dar resultados diferentes. Es no querer o no poder ver la realidad.

El autor es Secretario General de la Asociación Personal Técnico Aeronáutico (APTA). Ex subsecretario de Transporte Aerocomercial.

Por Ricardo Cirielli
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