Perspectivas de expansión para la industria de biocombustibles

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10/05/2023 ElEconomista.com.ar – Nota

Los biocombustibles pueden o no ser más caros que los combustibles fósiles, dependiendo de las condiciones productivas. Pero el escenario es adecuado para el crecimiento. La mayor dificultad radica en generar un marco regulatorio adecuado.

La industria de los biocombustibles en Argentina está en crecimiento y cuenta con condiciones geográficas y tecnológicas para continuar por esa sena. Más allá del aspecto económico y el potencial incremento de las exportaciones, el mayor beneficio se da sobre la salud y el medio ambiente: el biodiésel reduce las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera hasta en 90%.

Básicamente existen dos tipos de biocombustibles: el biodiésel, que en el país se elabora a base de aceite de soja y que se mezcla con gasoil y el bioetanol, que se produce a partir de caña de azúcar y de maíz y se mezcla con las naftas.

En el primer caso, siempre y cuando las materias primas y el producto final respondan a los estándares de calidad internacionales, no se requiere adaptación técnica y los motores de combustión interna pueden funcionar sin problemas tanto con biodiésel 100% como con mezcla.

En cuanto al segundo, se necesita un ajuste electrónico y, por las propias cualidades técnicas de los vehículos en el país, tan sólo se puede mezclar hasta un 20% con combustibles fósiles.

La ley 26.640, aprobada en 2021, establece un régimen de promoción para los biocombustibles hasta 2030 con exenciones al IVA y al Impuesto a las Ganancias para la adquisición de bienes de capital, entre otros beneficios. Asimismo, obliga a que los combustibles diésel derivados del petróleo tengan un corte de 5% de biodiésel y de 12% de etanol para las naftas. Quedaron exceptuadas de esta obligación sectores como la minería, las centrales eléctricas y el transporte marítimo. Además las empresas petroleras no pueden producir biocombustibles y están obligadas a comprarles a productores locales. Aun así, con condiciones favorables y uno de los polos de biocombustibles más grande del mundo, Argentina queda un tanto rezagada respecto a, por ejemplo, Brasil, que fomenta desde hace décadas su industria.

Existen dos alternativas para los productores en el país: por un lado, la ley establece un sistema de cupos mediante el cual las empresas, en función de su tamaño, proveen un cierto volumen al mercado interno, a las distribuidoras de combustible obligadas a realizar la mezcla. Eso garantiza la venta total mediante un sistema centralizado y con precio regulado. Por el otro, se puede exportar, pero sin participar de este sistema interno.

Sebastián Lagorio, ex Director de Coordinación y Planificación de la Secretaría de Energía de Santa Fe y biotecnólogo, explica que «quizás para una pyme es más simple tener asegurada la compra de producción por ciertos meses que hacer una exportación. Las que exportan son empresas muy grandes y tienen otro nivel de rendimiento. También hay otra distinción entre quienes pueden tener a cargo toda la cadena de producción, desde la soja al aceite y el biodiésel, y quienes sólo producen uno de estos puntos».

Incluso existe la posibilidad de ampliar la industria mediante la producción a partir de otras materias primas, no sólo soja, caña de azúcar o maíz. Por ejemplo, Lagorio trabaja actualmente en el desarrollo de bioetanol a partir de residuos de la industria láctea, un recurso gratuito. «Estamos en proceso de desarrollo con buenos resultados», explica.

Una de las dificultades radica en la gestión de recursos. Según la Comisión Europea, el impacto ambiental del biodiésel puede ser mayor que el del diésel fósil por la deforestación y también porque lleva a desplazar los cultivos alimentarios.

En ciertas regiones de Asia, se utiliza aceite de palma y coco, pero la producción implica una depredación de recursos muy alta.
La Unión Europea paga hasta tres veces más por biocombustibles si se demuestra una performance óptima, si la producción de éstos no tiene problemas de huellas de carbono o hídrica, si se prueba que no hubo deforestación previa para plantar soja, por ejemplo. No es sólo la calidad del combustible lo que cuenta, sino cómo se realiza el proceso de producción.

Por eso es un mercado prácticamente vedado para productores asiáticos y la mayor parte de las empresas energéticas intenta cambiar sus modelos de negocios a versiones más sustentables. Esto tiene que ver con imagen de empresa, pero también implica beneficios económicos a futuro. La performance ambiental abre o cierra mercados.

Diego Roger es investigador de la Universidad de Quilmes y fue, hasta el mes pasado, Director de Biocombustibles de la Secretaría de Energía. Él entiende que el principal desafío para potenciar esta industria es la situación macro y el marco regulatorio: «depende de las políticas nacionales. Hoy hay grandes mercados de exportación pero se están acotando, además el precio de la soja está alto y un productor puede elegir exportar harina o aceite de soja en lugar de producir biocombustibles. Entonces se necesita de un esquema de remuneración adecuado. La ley es acotada, tiene poco margen de maniobra porque la forma en que se fijan los precios está bien desde el proceso productivo del biocombustible, pero desde el mercado macro no es buena y genera incentivos que no van en la línea de fomentar la industria».

El investigador opina que actualmente existe una oportunidad interesante para descarbonizar, pero se necesitan políticas a largo plazo: «Tenemos buenos profesionales, tenemos plantas de procesamiento y capacidad, porque es una industria muy hermanada con la alimenticia. Se necesita un incentivo que promueva una alianza entre petroleras, que tienen el dominio del mercado pero no tienen incentivos porque están imposibilitadas de producir, y productores de biocombustibles. Y un marco regulatorio que inserte esto en la transición energética».
Lagorio concuerda en que se necesita mirar a largo plazo, probablemente hacia 2050 o 2060, porque la matriz energética cambia gradualmente. «Aún no está resuelto qué conviene más: si exportar biocombustible o utilizarlo para agregar valor a otra industria. No hay una sola respuesta a la necesidad de cambio de la matriz energética. Tiene que ser descentralizada y depende de las condiciones, que son distintas según la región, según la locación. No es lo mismo para Argentina que para China», dice.

Los biocombustibles pueden o no ser más caros que los combustibles fósiles, dependiendo de las condiciones productivas. Pero el escenario es adecuado para el crecimiento. Incluso las empresas aeronáuticas (Aerolíneas Argentinas, entre ellas) apuntan a compensar su huella de carbono y a aumentar el uso de combustibles de origen sostenible hasta alcanzar cero emisiones netas de CO2 para 2050. La mayor dificultad radica entonces en generar un marco regulatorio adecuado para que la industria se desarrolle y expanda a largo plazo. Porque las condiciones naturales, tecnológicas y profesionales ya existen.

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