La low cost líder, contra las cuerdas

No se imaginan bien la gravedad de las protestas de los usuarios en Estados Unidos por el anuncio de Southwest, la mayor low cost del mundo, de empezar a cobrar las maletas facturadas en bodega a partir del 28 de mayo próximo.
Southwest se convirtió en una aerolínea popular porque era barata y simple. Y no tenía trucos. Por ejemplo, no había asientos asignados. Y las maletas eran gratuitas. ¿De dónde sacaba margen para tener precios competitivos?
Durante muchos años Southwest ofrecía rutas a aeropuertos secundarios, con rotaciones muy altas. Y vendía sin intermediarios, online. Y tiene aún hoy una única flota de Boeing 737. Todo eso es muy económico y le permitía tener precios mejores que las grandes americanas.
Pero Delta, United y American han cambiado y hoy compiten casi de igual a igual. Un poco lo que ha pasado en Europa: Iberia, Air France, British Airways o Lufthansa ya no son tan desmedidamente caras como hace treinta años.
Y ahí empiezan los problemas de Southwest. Porque no gana dinero. Sobrevive. Mientras en Europa, mucho más listas, las low cost crearon los ingresos adicionales, los ‘ancillary’, que son aquellos diferentes del billete básico. Esos ingresos adicionales se obtienen por elegir asiento, por llevar maleta de mano tipo trolley, por facturar en bodega, por consumir a bordo, por hacerse un seguro, etcétera. Lo que les permite diferenciarse y ganar dinero.
Ahora Southwest ha entrado en una espiral peligrosa: debe cobrar por servicios que eran su señal de identidad, con lo que su imagen quedará muy tocada. En todo caso, como Ryanair ha demostrado, lo más importante en una aerolínea es la seguridad y el precio. Todo lo demás no importa mucho y hasta esta crisis se puede superar.
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