Desde su perspectiva, ¿cuál es el balance que hace sobre la política de Defensa Nacional en los últimos años? ¿Qué logros o retrocesos considera más significativos en materia de equipamiento, planeamiento y conducción civil del sistema de defensa?

Yo diría que lo más visible en estos años fue justamente la ausencia de una política de defensa real. Hubo avances parciales, algunos programas que intentaron ordenar la cuestión industrial, pero el sistema sigue funcionando más por inercia que por visión. Lo más preocupante es que cada gestión empieza de cero, sin continuidad ni planificación de largo plazo y en defensa eso es letal, porque los proyectos tardan décadas en madurar. No hay que mirar muy lejos, alcanza con mirar los países vecinos, que sostienen políticas estables durante 20 o 30 años. Eso explica por qué ellos avanzan y nosotros seguimos discutiendo lo básico. Si tuviera que resumirlo, diría que hubo excelentes intenciones y discursos de reivindicación, pero seguimos sin despegar del escritorio. Por supuesto me quedo con los F16 como un aporte importante de esta gestión.

¿Cómo describiría hoy la situación de las Fuerzas Armadas argentinas en términos de capacidades, personal y financiamiento? ¿Cree que el actual rumbo presupuestario y salarial permite sostener una defensa creíble y profesional?

Hoy las Fuerzas sostienen el sistema a pura vocación, prácticamente sin medios. Tienen un capital humano impresionante, con formación de excelencia y compromiso, pero los recursos son mínimos y los salarios, directamente indignos. El problema no es sólo la plata, el dinero. El problema es que el modelo de gestión está agotado. Tenemos estructuras que responden a amenazas de hace 50 años o más y una burocracia que mata cualquier iniciativa.

Por ejemplo EL FONDEF, fue una excelente idea pero pesimamente ejecutada, sobre todo durante el kirchnerismo que destruye todo lo que toca. No alcanza con destinar fondos si no hay un plan estratégico que defina qué queremos construir. Hoy nuestra defensa es un rompecabezas que no está en condiciones de controlar nuestros espacios soberanos en todas sus dimensiones. Como diría el vocero Adorni: fin. Lo que necesitamos es un cambio cultural, además de presupuesto.

En su opinión, ¿cuáles son los principales problemas estructurales que todavía persisten dentro del sistema de defensa? ¿Qué temas considera prioritarios para encarar en una próxima agenda institucional —por ejemplo, IOSFA, FONDEF o recomposición salarial?

El primer paso es recuperar la dignidad del personal. No hay Fuerzas Armadas fuertes con soldados desmotivados o familias angustiadas por la cobertura médica. El IOSFA hoy está en crisis, y eso repercute directamente en la vida cotidiana de los uniformados. Hay que sanearlo de raíz o tercerizar los servicios, pero en manos idóneas y con calidad. No puede ser que el sistema colapse y nadie se haga cargo.

Después hay que modernizar las leyes que son de otra época. Personal Militar, Reserva y Movilización, Justicia Militar, darle un marco y potenciar la industria de defensa, con foco en ciencia y tecnología, que es una gran generadora de divisas y empleo en todo el  mundo menos acá. Y todo esto requiere voluntad política, saber de qué estamos hablando, por eso los funcionarios deben ser profesionales idóneos y decisión.

¿Cómo evalúa el actual escenario internacional y sus implicancias para la Argentina? ¿Qué rol deberían tener las Fuerzas Armadas dentro de un entorno regional marcado por tensiones crecientes, competencia tecnológica  en materia de defensa?

“Estamos frente a un momento geopolítico único. Por primera vez Estados Unidos,  la principal potencia económica y militar del planeta, nos está invitando a jugar en serio, a ser aliados estratégicos en el hemisferio. Y eso, para Argentina, es una oportunidad histórica. Entre 1940 y 1970, nuestras Fuerzas Armadas eran reconocidas como las más modernas y profesionales de Sudamérica, teníamos una industria aeronáutica avanzada, una marina de guerra con proyección oceánica y submarinos, y un Ejército fuerte y bien equipado, con doctrina de origen europeo y estándares de formación altísimos.

Brasil, en ese momento, todavía estaba en un proceso de modernización militar más dependiente del apoyo estadounidense, y su proyección industrial recién empezaba a desarrollarse. De hecho, para su desarrollo exitoso de la industria aeronáutica  vinieron a capacitarse acá. Y acá es donde aprendieron todo lo bueno y todo lo que no había que hacer, como por ejemplo depender exclusivamente del cliente Estado.  Recién a partir de los años ’80 y ’90, con la recuperación democrática y los recortes en defensa, la Argentina comenzó a perder esa primacía. Brasil consolidó su liderazgo regional, Chile invirtió de forma sostenida, especialmente con la Ley del Cobre, y el histórico triángulo A-B-C desapareció definitivamente. Lo que deja en evidencia que el enemigo más poderoso al se viene enfrentado la Argentina desde Malvinas, es su propia clase política.”

¿y eso se pude revertir?

Sí, claro que se puede. Y justamente por eso digo que estamos ante un momento único. Hoy el mapa regional nos juega a favor. Brasil y Chile tienen gobiernos de izquierda, lo cual los aleja parcialmente de la agenda occidental, y eso abre un espacio para que Argentina retome el vínculo estratégico con Estados Unidos y el eje atlántico. Al mismo tiempo, Colombia atraviesa un deterioro institucional grave, con un Petro que actúa casi como un factor desestabilizador, y Venezuela con Maduro ya es un régimen colapsado. En ese contexto, los planetas se alinean para reconstruir el ABC regional, pero esta vez con una Argentina democrática y confiable, algo que el propio Estados Unidos necesita para estabilizar el hemisferio sur.

Al mismo tiempo, el Atlántico Sur y la Antártida entran en una etapa de competencia abierta entre potencias extrarregionales. Si no actuamos ahora, otros van a ocupar el lugar que nos corresponde. Tenemos que decidir si queremos ser una potencia regional con autonomía o un satélite ideológico del pasado. Nuestro espacio natural es el Atlántico Sur, y ahí debemos ser un actor relevante. Incluso para recuperar Malvinas, ese posicionamiento es clave. Porque además, como digo siempre, las Malvinas se recuperan en Washington, no con discursos”.

Desde el Foro Argentino de Defensa, ¿qué propuestas o líneas de acción consideran fundamentales para fortalecer el sistema de defensa nacional y asegurar una política sostenida, más allá de los cambios de gestión?

El futuro de la defensa argentina depende de si somos capaces de pensar estratégicamente y actuar con continuidad. Hay que dejar atrás el péndulo ideológico y partidario y pasar, de una vez por todas, a una Política de Estado. La defensa del siglo XXI ya no se mide sólo en tanques o aviones: se mide en capacidad tecnológica, ciberdefensa, inteligencia, logística moderna y alianzas estratégicas sólidas.

Desde el Foro Argentino de Defensa venimos trabajando sobre tres ejes concretos: primero, profesionalizar la conducción política y militar, para que las decisiones se tomen con conocimiento y no por reflejo político; segundo, modernizar el marco normativo, que hoy está totalmente desfasado de la realidad global; y tercero, reconstruir la base industrial y tecnológica, con una mirada de futuro, capaz de generar capacidades propias y empleo calificado.

El Foro está integrado por profesionales de altísima formación y trayectoria, muchos de ellos veteranos y héroes de Malvinas, reconocidos por sus acciones en combate, junto a académicos, diplomáticos, historiadores y ex jefes de las Fuerzas. Entre todos conformamos un espacio plural de pensamiento y acción, con una convicción profunda: hay que volver a poner en valor la palabra Patria.

Porque sin defensa, no hay Nación, y sin dignidad en el uniforme, no hay soberanía posible. Somos optimistas: creemos que en esta nueva etapa el presidente Milei puede lograr esa coherencia entre volver a ser potencia y tener con qué defenderla”.

¿Le daría algún consejo al próximo ministro?

Le aconsejaría no olvidar algo que parece obvio, pero que en la práctica las administraciones no terminan de entender. El verdadero pilar de las Fuerzas Armadas es su gente. Podés tener el mejor equipamiento del mundo, pero si descuidás al personal, no tenés fuerza. Ese descuido no se compensa con palmadas en la espalda ni con compras esporádicas o discursos bonitos. Sostener, asistir, formar y entrenar al personal, y también cuidar a sus familias, es una responsabilidad indelegable del Estado, en todos sus poderes, y debe hacerse de acuerdo a la Constitución y las leyes. Esto, más allá del próximo ministro, debería ser una preocupación de todos los argentinos, porque la defensa no es un tema de los militares, la defensa debe ser una causa nacional“.