Ahora, en Estados Unidos, los tecno-libertarios aman al estado

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26/06/2024 Clarin.com – Nota
Quinn Slobodian

En los últimos años, los titanes de Silicon Valley, muchos de los cuales antes abogaban por “salir” de los EE.UU., hacen cola para pegarse al gobierno federal como una lapa. Su supuesta oposición principista al estado se desvanece en cuanto se convierten en un cliente importante.

El multimillonario inversor tecnológico Balaji Srinivasan, nacido en Long Island, se hizo famoso como cruzado antigubernamental en 2013, cuando disertó sobre la “salida definitiva” de Silicon Valley, en la costa oeste, de lo que denominó la “Microsoft de naciones”. Quizá lo más memorable fue que Srinivasan describió al “Cinturón de Papel” de Estados Unidos: Washington dedicado a la vigencia de las leyes y regulaciones, Boston con educación superior, Los Ángeles con entretenimiento y Nueva York con publicidad y editoriales, en referencia a un moderno Cinturón del Óxido (Rust Belt), apelativo de los años 80 para aquellos estados dedicados a la industria pesada, el acero y las automotices, que luego cayeron en decadencia y en la desindustrialización.

En su opinión, Silicon Valley estaba usurpando esas cuatro ciudades, antes centros de poder del EE.UU. de posguerra, al adelantarse a las reglamentaciones, menospreciar el prestigio académico, crear servicios de streaming y reinventar el marketing directo al consumidor. En los años siguientes, Srinivasan redobló su mensaje tecno-libertario. Pronunció largos discursos sobre su desprecio por el estado y se mostró combativo con sus enemigos, a menudo hablando líricamente de un “estado en red” o un nuevo tipo de sistema de gobierno en el que todas las decisiones se tomaran a través de la propiedad, el consentimiento y los contratos. Luego, a principios de 2017, Srinivasan borró su historial de Twitter.

¿Adónde estaba? Resulta que el gobierno federal había ido a golpearle la puerta en busca de sus conocimientos. En 2017 el recién electo presidente Donald Trump había recurrido al inversor tecnológico Peter Thiel, amigo de Srinivasan y también libertario, para que lo ayudara a formar su gabinete, y Srinivasan estaba siendo considerado para dirigir la Administración de Alimentos y Fármacos. Años de declaraciones antigubernamentales se disolvieron en cuanto Srinivasan tuvo la oportunidad de acceder al poder político a la vieja usanza.

No se trata de un caso aislado. De hecho, esta hipocresía es la nueva normalidad. En los últimos años, los tecno-libertarios han hecho cola para pegarse al gobierno estadounidense. ¿Qué ocurre? ¿Se trata simplemente de falta de sinceridad o refleja una lógica más profunda?

La respuesta está cada vez más clara: los principales tecno-libertarios de Silicon Valley están en contra del estado sólo en la medida en que no los enriquece personalmente. Cuando se enfrentan a la perspectiva de que el gobierno se convierta en un cliente importante, la oposición antes principista al poder del estado se disipa.

Se puede ver esta transformación en el propio Thiel. En 2009, declaró que “la gran tarea de los libertarios es encontrar un escape de la política en todas sus formas”. Pero en 2016, Thiel estaba totalmente involucrado en la política partidaria y habló en la Convención Nacional Republicana. Entretanto, Palantir, la empresa de análisis de datos que cofundó, se ha convertido en un gigante, beneficiándose con jugosos contratos del gobierno. Ahora casi la mitad de sus ingresos proceden del erario público.

Otro ejemplo es Marc Andreessen, fundador de Andreessen Horowitz (conocida como a16z), la principal empresa de capital riesgo de Silicon Valley, de la que Srinivasan fue socio durante un breve lapso. En octubre de 2023, Andreessen escribió The Techno-Optimist Manifesto (El manifiesto tecno-optimista), un largo y muy comentado texto en el que alababa el poder prometeico de los mercados libres y los tecnólogos emprendedores. La palabra “gobierno” no aparecía ni una sola vez en el texto de 5.000 palabras, mientras que las dos únicas referencias al “estado” lo ubicaban como el enemigo.

Pero el estado es el pan de cada día de Andreessen. El estado pagó la universidad con concesión de tierras en la que él ayudó a desarrollar el primer navegador de internet. Y, como informa Bloomberg, e16z es una cara conocida en Washington en estos días y gasta muchísimo más en hacer lobby que otros fondos de riesgo para impulsar su iniciativa, “American Dynamism”, que consiste en respaldar a empresas que buscan obtener contratos con el gobierno en materia de defensa, energía y logística. La lógica interna de este cambio puede explicarse por uno de los escritos públicos de Thiel, que ahora son muy esporádicos.

En 2020, Thiel escribió un nuevo prólogo para el libro de James Dale Davidson y William Rees-Mogg de 1999, The Sovereign Individual: Mastering the Transition to the Information Age, (El individuo soberano: Dominando la transición hacia la era de la información), de James Dale Davidson y William Rees-Mogg, que prevé la posibilidad de escapar del estado con cibermonedas y abandonando la ciudadanía convencional.

El prologuista Thiel identificó dos acontecimientos que los autores no habían tenido en cuenta: el ascenso de China y los avances en inteligencia artificial.

En el Silicon Valley de la década de 1990, era posible ocultar el hecho de que el financiamiento público era responsable de los avances más importantes, y en cambio cultivar el mito del genio y artífice exclusivo de su éxito. Pero el meteórico ascenso de China en el nuevo milenio mostró que era necesario otro ingrediente para la supremacía tecnológica: un estado dispuesto a entregar resmas de información personal sobre sus ciudadanos.

Elon Musk, CEO de Tesla, al igual que Thiel, se oponía a las formas de vigilancia masiva, postura que ha cambiado desde entonces, dado su reciente viaje a China para obtener precisamente ese tipo de datos. Aunque la valuación de las acciones de Tesla ha bajado, Musk aún puede confiar en los elementos más sólidos de su cartera: SpaceX, hoy el principal lanzador de satélites estadounidenses, y Starlink, su servicio de internet satelital, que actualmente da apoyo al esfuerzo bélico de Ucrania. Estas empresas, sin embargo, son más un reflejo del complejo militar-industrial tradicional que un replanteo radical de la relación entre una élite cognitiva dotada y el estado, como se imaginaban en El individuo soberano.

Hablar de la salida de Silicon Valley de los Estados Unidos ha sido siempre hablar de parasitismo con otro nombre. Ahora ésto empieza a alcanzar su forma definitiva y desnuda. Quizá los tecno-libertarios necesiten un rótulo más preciso, aunque menos glamoroso. Al fin y al cabo, no están forjando un mundo misterioso alejado de la política, en los confines del continente o en los mares del mundo, y mucho menos en planetas lejanos, ni están necesariamente acelerando un descenso hacia el tecno-feudalismo. En realidad, no son más que tecno-contratistas que se preparan para presentar su próxima factura al Cinturón de Papel.

Quinn Slobodian, historiador de las ideas canadiense, es profesor en el Wellesley College desde 2015. Autor de El capitalismo de la fragmentación, en Planeta.
©ProjectSyndicate. Traducción: Elisa Carnelli

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