El piloto que plantó bandera en Malvinas

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08/09/2022 Crónica – Nota – Informe Especial – Pag. 18

HACE 58 AÑOS. Crónica, protagonista de una primicia anunciada

Hugo Ferrer

Un día como hoy, 8 de septiembre, pero de 1964, el piloto Miguel Fitzgerald festejó su cumpleaños 38 con una aventura personal histórica: fue el primer argentino que voló y aterrizó en las Islas Malvinas, donde plantó la bandera celeste y blanca.

Su odisea solitaria la concretó con un avión Cessna 185. El monomotor de 260 HP, con la matrícula LV-HUA, dejó una huella inolvidable en los cielos argentinos.

Fitzgerald, hijo de irlandeses, ya había logrado otra hazaña, dos años antes. En 1962 realizó un vuelo sin escalas desde Nueva York hasta Buenos Aires. Aquella vez fue con un Cessna 210.

Un apasionado de la aviación que fue empleado de Aerolíneas Argentinas, y a quien en sus vuelos como taxi aéreo le encantaba hacer fotos aéreas.

El 29 de julio de 1963 Héctor Ricardo García fundó el diario Crónica. Casi 14 meses después, también fue protagonista de esta historia.

Desde estas páginas tantas veces hemos dicho que «Crónica es Malvinas». Esta cobertura y primicia fue el vector que marcó toda una trayectoria y compromiso.

García empezó a acuñar la calificación de «piratas» a los ingleses y grabó a fuego que «las Malvinas fueron, son y serán argentinas».

Con esta historia del viaje a Malvinas, el diario Crónica agotó, como tantas veces, sus ediciones durante días. Fue una proeza que marcó la historia del periodismo argentino.

Fitzgerald murió el 25 de noviembre de 2010. Como lo adelantó en Crónica hace 58 años, luego reiteró innumerables veces cómo fue el paso a paso.

La idea «Me di cuenta de que en ese año, 1964, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) trataría en su agenda temas relacionados con la descolonización de territorios. Decidí que era hora de pasarle el plumero sobre el sentimiento nacional, para mantener viva en el país la reivindicación sobre el suelo arrebatado de manera inadmisible.

«Comenté mis intenciones sobre hacer este vuelo a Ciro Comi.
Él era el representante de Cessna en la Argentina y yo le había traído muchos aviones desde Estados Unidos. Se mostró dispuesto y me ofreció un avión, que fue sometido a algunas modificaciones. Se trataba de un Cessna 185 de 260 HP matrícula LV-HUA, al cual nombré Luis Vernet.

«Mantuve el plan en total reserva.
Casi nadie estaba enterado del tenor del vuelo que realizaría el avión que se estaba modificando.
Horacio Franco era uno de los pocos informados. Fue responsable de agregar tanques de combustible con una capacidad total de 200 litros. Pedro Roldán, el dueño del taller, y el resto de los mecánicos presumían que el avión enfrentaría un viaje largo e importante. El radiotécnico, Roberto Quintana, colocó una radio UHF de larga distancia en el asiento del copiloto.

También se agregó una bomba eléctrica (la misma que se utilizaba para traer los aviones en vuelo, desde fábrica)».
La primicia de Crónica «Una vez que el plan estaba en marcha, la discreción era fundamental para mantener vigente el factor sorpresa. Una vez llevado a cabo, resultaba imprescindible que la noticia trascendiera inmediatamente.
En caso de ser tomado prisionero o que algo llegase a salir mal, debía haber personas informadas del plan, con el fin de reclamar por mi persona (de ser necesario). Yo quería lograr difusión una vez consumado el hecho porque si me suspendían la matrícula como piloto comercial, me iban a condenar al hambre a mí y a mi familia. Con la difusión, quería poner a quienes me sancionaran en un terreno antipático.

Fui en búsqueda de algún medio que le interesara. Fui a La Razón. Conocía al periodista Juan Carlos Navas, pero a su director Félix Laíño no le interesó. Para entonces, acababa de salir un diario nuevo llamado Crónica. Su joven director se entusiasmó inmediatamente.

Me ofreció el avión, la nafta, pagarme los gastos y que me acompañara un fotógrafo. Pero ese viaje era mío. Yo sólo quería la nota, para cubrirme.

«Me gustaba viajar solo. Y por otro lado, el vuelo iba a ser visual y tenía que llevar combustible extra.
Era preferible llevar 80 kilos de combustible que a una persona, a la que también se sometería a algún riesgo. García me advirtió que el 9 de septiembre se jugaba una fecha muy importante del campeonato de fútbol, y que si se demoraba un día la noticia, no iba a poder garantizar la noticia en tapa» (ese partido fue el de Independiente- Inter de Italia. Ganó el Rojo 1 a 0 con gol de Mario Rodríguez, por el partido de ida de la final de la Copa Intercontinental).

El plan «El 6 de septiembre de 1964 partí con todo listo desde el aeródromo de Monte Grande con destino a Olavarría, provincia de Buenos Aires. Mi esposa Palmira y mis hijos Gustavo y Diego fueron a despedirme. De ahí seguiría viaje a Trelew, Chubut. Ahí me abastecí de combustible y pasé la noche en Puerto Madryn, por la prohibición de volar de noche para los monomotores. La mañana del 7 de septiembre pasé por Comodoro Rivadavia y por Caleta Oliva El motor empezó a ratear y tuve que aterrizar en Pico Truncado.

Quité el capot y detecté que el problema se debía a unos cables de bujías. Seguí camino hacia Río Gallegos, donde había tres pistas.
La del aeropuerto (jurisdicción de la Fuerza Aérea), la base aeronaval y el aeroclub (con presencia de Fuerza Aérea). Cargué combustible en el aeropuerto y luego fui al aeroclub, donde solucioné el problema del motor. En Río Gallegos estaba Ignacio Fernández, comandante de Austral y gerente.

Yo le había confiado mi propósito con el fin de que me diera toda la información técnica necesaria, como la información meteorológica de la zona, de tal manera que yo no apareciera para nada. A su vez, había hecho participar al operador de la radio del aeropuerto de Río Gallegos, despachante de Austral, a quien él le tenía mucha confianza. Con este último coordinamos una frecuencia por radio.

Yo llamaría al marcarse cada hora en punto y a las ?y veinte?. En el hangar, encontré un asta para la bandera y dejé todo preparado para el día siguiente. Periodistas del diario Crónica ya habían sido enviados para cubrir la noticia.
Entre ellos, el fotógrafo Enrique Capotondo y el periodista Raúl Coiriaur. En el hangar, con Ignacio Fernández partimos juntos para el pueblo junto a un oficial.

Nos alcanzó y se ofreció a llevarnos al aeródromo al día siguiente para que yo siguiera rumbo a Ushuaia (el destino que yo había declarado).

Al día siguiente, el 8 de septiembre, llegamos todos al aeródromo y el amigo de Fernández no nos dejaba ni a sol ni a sombra.

«Yo tenía que tomar la bandera y despegar, pero no sabía cómo hacerlo sin despertar sospechas.
Entonces Ignacio Fernández, llevando al límite la confianza que tenía con su amigo militar, le dijo: ?Che… Miguel se quiere ir a Malvinas».

Fue un momento crucial.
Silencio. Fueron segundos que parecieron horas. Silencio. De repente, surgió una sonrisa en su cara.
?Me alegro que lo tome así?, le dije y él respondió: ?¡Por favor! Si usted se la va a jugar… ¡Cómo no vamos a jugarnos nosotros!?. Respiré aliviado.

Tomé la bandera que supo adornar mi hogar en las fiestas patrias y puse el motor en marcha.
Despegué y salí de Gallegos. Era el 8 de septiembre de 1964 y ese mismo día cumplía 38 años. Cuando uno está volando y está haciendo algo arriesgado no piensa en nada más que en eso. Volé mar adentro, a las tres horas y quince minutos vi el archipiélago, casi un rectángulo con cien islas e islotes. Fui diciendo ?operación normal?, y en Gallegos había gente que entendía mis palabras. Cuando sobrevolé el archipiélago, una capa muy densa de nubes no me dejaba ver. No pude zambullirme entre las nubes, porque en alguna parte de ese rectángulo hay un cerro de seiscientos metros de altura.
Esperé un claro y me lancé hacia abajo de la capa de nubes. Llevaba un bote salvavidas sobre mi traje.

Por la radio se escuchaba ?Mi Buenos Aires querido?, de una AM de Río de Gallegos» (N. de R.: era la aún vigente e histórica LU12 AM 680, que emite todos los mediodías desde hace 94 años el micro de Carlos Gardel).
«Decidí continuar el vuelo en forma visual, por lo cual no podía superar los 150 metros de altura.

Avisé al aeroclub de Río Gallegos que había encontrado lo que buscaba y les dije que estaba cruzando el estrecho de San Carlos.
Consideré que esa iba a ser una referencia que nadie iba a tener en cuenta. Yo planeaba llegar a Malvinas al mediodía, la hora de mayor calor y la más adecuada para que las nubes estuvieran lo más alto posible. A las 3.15 horas de vuelo, por primera vez me sentí seguro del éxito. Ya estaba sobre Malvinas. Realicé dos virajes sobre el pueblo para que todos lo vieran. Busqué una cancha de carreras, que me habían pasado el dato que existía. Había quedado con la torre de Río Gallegos que iba a informar periódicamente mi ubicación, por cualquier cosa que sucediera, al menos sabrían por dónde había estado. Había escrito un mensaje. Su lectura era indicio de que volaba sobre la capital de nuestras islas».

La proclama «Al pasar por arriba de las estancias, sorprendí a los malvinenses porque el avión no tenía flotadores, como ellos estaban acostumbrados a ver. Aterricé en la cancha de cuadreras y sin detener el avión, bajé. No había ninguna persona.

Coloqué el mástil de la bandera en el enrejado de la cancha. Empezaron a llegar personas de todas partes. Uno de ellos se me acercó convencido de que yo estaba perdido.

Me preguntó de dónde venía y si necesitaba combustible. Le agradecí y le contesté que no necesitaba nada. El diálogo fue en inglés.

Le entregué la proclama y le pedí que se la diera a la autoridad.
Subí al avión y regresé a Gallegos.
La proclama estaba en castellano.
Haberla escrito en inglés hubiera sido contradecir el espíritu argentino de la aventura».
Cuando Miguel Fitzgerald regresó a Río Gallegos «le tributaron su calor fraterno», tal como reflejaron las crónicas de la época.

«Firmó autógrafos a compatriotas que le expresaron su admiración por la hazaña. En el mostrador le preguntaron los detalles de su extraordinario raid sobre las Malvinas.
Parecía algo extraño, lo que Fitzgerald contaba ya era un hecho histórico».

Y así celebró y culminó su cumpleaños muy especialà Para ese entonces Héctor Ricardo García ya tenía la primicia en tapa, en letra de molde: «Malvinas: hoy fueron ocupadas».
Sanción y reunión con Illia «Antes de partir de Río Gallegos, la autoridad de la Fuerza Aérea me labró un sumario. Era una posibilidad, previamente contemplada, que así ocurriese. Partí hacia Bahía Blanca, donde hice noche.

A la mañana siguiente continué rumbo a Buenos Aires. Bajé en Azul, donde me ofrecieron un homenaje en nombre del partido político del gobierno municipal, pero mi causa no era política. Ni radical, ni peronista. La soberanía argentina sobre las islas nos atañe a todos por el solo hecho de ser argentinos, sin distinciones. Presenté mis razones y seguí viaje hacia Buenos Aires.

«Yo quería poner en una situación incómoda a los encargados de sancionarme al regreso del vuelo de las islas. El recibimiento popular impidió que me suspendieran la matrícula, pero fui sancionado.

A los pocos meses, por disposición del presidente Arturo Illia, se dejó sin efecto la sanción y el expediente, limpio. Eso no sería todo. Recibí una invitación a una audiencia con él para el 21 de diciembre, a las 18.30».

De Río Gallegos a Buenos Aires El 10 de septiembre llegó a la Capital Federal y fue ovacionado por una multitud. Bajó del avión y se abrió paso. El primer abrazo fue para Ciro Comi, quien le había prestado el avión. Estaban su familia y amigos: Moira Fitzgerald (hermana), Elizabeth Lawler (madre) y Aldo Comi, hermano de Ciro, quien había intentado volar con César Álvarez, en 1952, a las islas.

El recibimiento y posterior caravana lo sorprendieron. El recorrido terminó en la redacción de Crónica y revista Así, donde lo esperó Héctor Ricardo García.

Y también estuvieron los demás diarios, como La Prensa, La Nación y La Razón.
Todos coincidían en que era una primicia como hacía años no había. El olfato periodístico del creador de Crónica, más su espíritu malvinero y la historia protagonizada por Fitzgerald hicieron que este viaje de hace 58 años sea cada vez más histórico e inolvidable.

Mientras tanto, Crónica va rumbo a cumplir los 60 años y mantiene intacto el sentimiento de que «Crónica es Malvinas».

Qué decía la proclama

Este fue el texto que Miguel Fitzgerald entregó en Malvinas: «Han transcurrido casi 132 años del acto de piratería y avasallamiento de la soberanía argentina en las Islas que hoy ocupo simbólicamente. El despojo perpetrado por los corsarios de la fragata Clio conmovió en aquel entonces a la patria, muy joven aún, y, a través de las generaciones, se ha mantenido en los hechos una usurpación que nunca fue admitida por los argentinos, por los latinoamericanos y por todos aquellos que, en el mundo, ajustan su quehacer al respeto de los derechos inalienables de cada nación.

Hoy, en que también mi patria despierta de un largo sueño consciente de su grandeza moral y material, está decidida a recuperar este su territorio insular. De ahí que constituyo la avanzada de este ideal patriótico y justo que crecerá, no lo duden ustedes, como formidable avalancha. Los argentinos estamos resueltos a no permitir que Inglaterra siga ocupando un archipiélago que por razones geográficas, históricas, políticas y de derecho, pertenece a la República Argentina».

Documental Télam, la TV Pública y Radio Nacional produjeron un video que se verá esta noche desde las 22 por la TV Pública en todo el país. Tratará sobre la cobertura durante la batalla de 1982.

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