La escandalosa deuda de las aerolíneas: 650.000 millones de dólares
TRAS DOS AÑOS CATASTRÓFICOS
El reto de “arreglar balances tan deteriorados” se convertirá en “un desafío monumental” para la aviación, advierte el director general de IATA
Según los datos recabados por IATA, 2021 se cerró con unas pérdidas globales de 42.000 millones de dólares. Pese a lo abultado de la cifra, se trata de una quinta parte de los más de 200.000 millones de 2020, año en el que sufrieron con especial crudeza las restricciones a los viajes.
De cara a 2022, el potente lobby aéreo estima que la situación mejorará de forma significativa. Sin embargo, la recuperación de la demanda no será lo suficientemente intensa para devolver los beneficios a las compañías aéreas, que perderán 9.700 millones de dólares. Según las estimaciones de IATA, el sector volverá a números negros en 2023.
“Somos resistentes y nos estamos recuperando, si bien el entorno empresarial es desafiante”, admite el director general de la patronal, Willie Walsh, quien hace referencia al aumento desbocado de la inflación y al impacto de la “invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia”, entre otras cuestiones.
“El Covid-19 no será la última pandemia mundial”.
El que fuera CEO de IAG ha destacado en el marco de la asamblea general, que se celebra en Catar, que “las perspectivas son optimistas”. Sin embargo, alerta de que las aerolíneas tienen ante sí el reto de “arreglar balances deteriorados” con deudas de 650.000 millones de dólares. “Será un desafío monumental”, reconoce.
“No hay forma de endulzar las amargas realidades económicas y políticas que enfrentamos, pero el deseo de viajar y la necesidad de mover mercancías son sólidos. La historia reciente respalda el optimismo de la aviación en tiempos difíciles”, subraya (IATA avisa: los cierres de fronteras por Ómicron son letales).
Walsh ha aprovechado su intervención para advertir a los gobiernos de que “el Covid-19 no será la última pandemia mundial”. “Es vital que aprendamos de los errores cometidos. Cuando llegó el Covid-19, los gobiernos cerraron las fronteras e impidieron que la gente volara. No consultaron con la industria. No siguieron los consejos de la OMS. Sí, las decisiones se basaban en la ciencia, pero era ciencia política, no ciencia médica o de datos”, lamenta.
A su juicio, el coste de la mala gestión política “fue sustancial”. “Devastó economías, interrumpió cadenas de suministro y destruyó empleos. Las restricciones incluso dañaron la salud de las personas”, sentencia.