La única mujer en el vuelo a China

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21/04/2020 Página 12 – Nota – Sociedad – Pag. 26

Analía Fronti, la vida en un mundo de hombres

Mariana Carbajal

Siempre debió pelear por hacerse su lugar en trabajos de tradición masculina. Ahora está orgullosa de su ocupación.
De una escuela de monjas, en la primaria, donde no se permitían varones en las aulas, pasó a una secundaria en la Base Aérea Militar de Morón, con orientación técnica en mecánico de aviónica. Ahí la rareza eran ellas: en un curso de cuarenta alumnos, solo cinco eran mujeres. Algo similar vivió en el vuelo de Aerolíneas Argentinas que viajó la semana pasada a Shanghai, China, a buscar toneladas de insumos médicos para enfrentar la pandemia de coronavirus: entre los 18 tripulantes voluntarios –12 pilotos, 4 personal técnico y uno de carga– ella, Analía Fronti, despachante de aeronaves, fue la única mujer.
–¿Por qué te ofreciste a ir en ese vuelo a China? –le preguntó PáginaI12.
–Amo lo que es social. Cada vez que puedo me engancho en algún voluntariado. Y en ese vuelo se unían dos cosas. La pasión por mi trabajo y lo que tanto valoro, que es dar una mano y la ayuda a otro.
Cuando terminó el secundario con su título de técnica aviónica, en 1997, “todo el ambiente aeronáutico era muy masculino”, recuerda. Y seguramente por esa razón, le costó unos cuatro años conseguir trabajo. “Tiraba currículums y nada. En aquel momento era impensable ver una mujer en un hangar.
Nadie se imaginaba que una mujer pudiera meter las manos adentro de un avión”. Solo podían ser azafatas.
Una técnica aviónica se encarga de “la parte interior de los aviones, la electrónica, los instrumentos de la cabina de tripulantes, los equipos de comunicación”, describe. Cuando en 2001 entró con un puesto en el aeropuerto de San Fernando, también fue la única mujer. “En el hangar no sabían cómo tratarme.
Los mecánicos me dejaban los repuestos en el escritorio.
No me decían nada. En un momento pensé en irme. Pero terminé siendo una más entre ellos”, cuenta. Como en otros espacios laborales cuasi vedados a las mujeres, no estaba previsto un baño o vestuario para ellas.
Al principio le impusieron un uniforme, de pollera y camisa.
Pero lo terminó usando muy poco. No le resultaba práctico.
“No sabían si ponerme uniforme o no. No sabían qué hacer conmigo”, se ríe. Tiene la voz fresca, suena muy juvenil.
Por muchos años, dice, no conoció tripulantes mujeres.
Como despachante de aeronaves, su tarea consiste en hacer el plan de vuelo y luego distribuir la carga para balancear el avión.
Analiza la meteorología, los lugares por donde va a pasar el avión, los aeropuertos disponibles, entre otros factores, previendo que pueda haber problemas y cómo resolverlos. Los datos se cargan en un sistema que propone la mejor ruta y la cantidad de combustible necesaria.
La ruta se conversa con el comandante.
No siempre se elige la misma ruta para el mismo recorrido.
Las tormentas o un cielo despejado son aspectos clave que se tienen en cuenta.
Analía tiene 42 años y el cabello corto, castaño. Es pequeña.
Mide 1.56. Su cuerpo está tatuado, las piernas, las manos, otras partes también. Con mandalas, con símbolos de reiki, con dibujos hindúes. Es vegetariana.
Estuvo casada pero se divorció hace 15 años. Y no tiene hijos.
Vive en Morón, en el oeste del conurbano bonaerense, en una casa, donde –desde que llegó de China, el sábado– cumple la cuarentena obligatoria para quienes regresan del exterior.
A la mayoría de la tripulación con la que compartió el vuelo de ida y vuelta a Shanghai, la conocía apenas de pasada o de un “hola que tal”. A los mecánicos, ni eso. Fueron 62 horas de vuelo de convivencia full life dentro el avión.
–Desde que cerramos la puerta, un piloto me dijo, agarrate vos un baño y personalizátelo. Al principio, me pareció que no era necesario.
Pero después sí, acepté.
Nuestros necessaire es tres veces más grande que el de ellos.
La travesía comenzó el miércoles 15 a las 18.30. El vuelo tuvo una escala en Auckland, Nueva Zelanda. Ese trayecto tuvo una duración de 16 horas y media y fue más extenso de lo previsto por los fuertes vientos en contra que se encontraron.
Aun así, la aeronave llegó sin inconvenientes a ese aeropuerto desde donde despegaron una vez que cargaron el combustible. A partir de ese momento el trayecto hasta Shanghai llevó unas 13 horas y 11 minutos más de vuelo por lo que el viaje completo se realizó en 29 horas y 42 minutos.
Mismo recorrido de regreso.
Para el aseo personal tuvieron “baños secos”, paños esponjosos, que se humedecen y no se necesitan enjuagar. El uniforme quedó solo para las escalas. La compañía previó su menú vegetariano, que incluyó abundantes frutas.
Ella –por las dudas– se había llevado sus viandas.
Analía trabaja en la Terminal C del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, de Ezeiza.
Entre los 25 despachantes de aeronaves de AA con quienes comparte oficina, solo cinco son mujeres. En Aeroparque, hay más, aclara: son 15. En las escalas, en aeropuertos “del interior”, la aerolínea de bandera tiene 11 mujeres despachantes de aeronaves, precisa Analía. Y hay otras 12, que asisten a diferentes sectores de la compañía.
Con ellas tiene un grupo de WhatsApp, desde donde la acompañaron, con mensajes de aliento, cariñosos, durante el vuelo a China, quiere destacar.
A Aerolíneas Argentina ingresó en 2007. Trabaja solo como despachante de aeronave.
Se formó en esa especialidad mientras trabajaba en San Fernando en los hangares. Ya en ese momento, alrededor de la mitad del curso de despachante de aeronaves eran mujeres.
Cuenta que se subió a un avión primero para hacerle mantenimiento que para viajar hacia algún lugar.
–Cuando empecé a volar me di cuenta que me gustaba mucho volar. De pendeja nunca volé.
A la escuela de la Base de Morón llegó porque su papá trabajaba ahí como personal civil de la Fuerza Aérea: era inspector.
–Cuando entré no tenía ni idea de qué se trataba. Con 13 años, al principio la electrónica mucho no me gustaba.
Ahora no se imagina con otro trabajo. Aunque los horarios que cumple son muy distintos a los de otros empleos: trabaja tres días seguidos en un turno, por ejemplo, de 15 a 23, luego tiene dos días de descanso, y cuando regresa, lo hace de 7 a 15, y luego, otros dos días de franco, y tres, de 23 a 7. Dice que siempre piensa en sus compañeras, que tienen hijos pequeños (3 en la oficina de Ezeiza), que llegan a las 8 de la mañana a su casa cuando hicieron el turno nocturno, y tienen que darles el desayuno a les niñes y llevarlos a la escuela. “Yo las aplaudo”.
–¿Y no te cuestan esos horarios tan dispares? –El cuerpo se acostumbra. El sueño se acomoda solo. Lo único que me cuesta es cuando estoy con el período, que te dormís parada, te duele todo el cuerpo.
¿Cómo lo explicas? Hoy no me lo cuestiono. Todo el sistema aeronáutico funciona así. Es lo que elegí.
En su perfil del WhatsApp, Analía tiene una imagen de dos alas de pájaros y la siguiente frase: “Tu tiempo como oruga ha expirado, tus alas están listas”.

Analía Fronti en su trabajo en el avión de Aerolíneas Argentinas que voló a Shanghai.  

 

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