Malvinas. En plena guerra, militares exigieron sobornos para comprar aviones

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23/03/2022 La Nación – Nota – Política – Pag. 15

Dos intermediarios revelaron la maniobra que involucró a oficiales de la Fuerza Aérea y el Ejército; Israel fue el principal proveedor, con apoyo de Perú
Hugo Alconada Mon

Durante la Guerra de Malvinas, militares argentinos pidieron sobornos para comprar aviones de combate, municiones y otros pertrechos que la Argentina necesitaba con desesperación para combatir contra el Reino Unido y evitar un eventual ataque de Chile, confirmaron a la nación dos intermediarios involucrados en aquellas negociaciones.

Los pedidos de sobornos alcanzaron a oficiales de alto rango de la Fuerza Aérea y del Ejército argentino, que pidieron comisiones que oscilaron entre el 5 y 20 o incluso 25% del valor de las operaciones, y que cobraron en efectivo en pleno conflicto bélico.

Esas exigencias descolocaron en ocasiones a los vendedores, que objetaron que los militares buscaran beneficios personales mientras la Argentina se encontraba en guerra, sus camaradas combatían en el Atlántico Sur y los principales comerciantes de armamentos mantenían un embargo contra el país.

En ese contexto, Israel fue el proveedor bélico más importante de la Argentina -con el apoyo logístico de Perú, que ayudó a triangular las compras-, a través del holding de empresas CLAL, liderado por un puñado de argentinos que habían emigrado a Jerusalén.

El número uno del holding CLAL era Aaron Dovrat, nacido en la Argentina con el nombre de Arturo Dochansky en1930, aunque emigró a Israel muy joven. Abocado al comercio exterior, Dovrat solía viajar a Buenos Aires, donde residió su madre hasta morir. Y fue en la Capital donde abrió una oficina, Isrex Argentina, en la que comenzó a sobresalir el santafesino Santiago José Gitrón, quien ascendió en el escalafón hasta convertirse en accionista minoritario, con el 25% de esa empresa.

Gitrón procuró exportar todo tipo de bienes de Israel a la Argentina a principios de los 70. Y uno de los sectores que contactó fue el de las Fuerzas Armadas, aunque debió chocar con el antisemitismo imperante y las expectativas exageradas de sus contrapartes. Los pedidos de comisiones llegaban al 25%, alentados por los entonces ejecutivos de la empresa rival Siemens.

Mientras las reuniones militares se sucedían, Dovrat decidió levantar sus oficinas en Buenos Aires. Pero no lo concretó. Un vendedor local, Abraham Perelman, le hizo una propuesta: que sostuviera una base mínima en Buenos Aires -alquiler de una oficina, una secretaria y otros gastos básicos- y que si él obtenía nuevos negocios para Isrex Argentina, se quedaría el 30% de la ganancia y el resto sería para el holding CLAL. Dovrat aceptó, sin saber que su suerte estaba por cambiar.
Los militares al poder Tras el golpe de Estado de1976, el antisemitismo imperante empeoró, pero la propuesta de Perelman fructificó. Cuando la dictadura declaró nulo el laudo arbitral con Chile de 1977, los militares buscaron comprar armas y municiones para una eventual guerra, y comenzaron a revisar catálogos de venta. Así fue como buscaron adquirir aviones Mirage y recurrieron a Francia, pero chocaron con los plazos de entrega, de dos años y medio.

Perelman se enteró del interés argentino por comprar material bélico y convocó a Israel «Cacho» Lotersztain. Eran muy amigos y terminaron como compañeros de trabajo. «Tras la Guerra de los Seis Días, Israel empezó a fabricar aviones cazabombarderos Mirage V, tenía muchos usados y surgió la posibilidad», rememoró Lotersztain a la nación.
«Los militares argentinos salieron desesperados por el mundo a buscar armamento, pero solo los israelíes aceptaron los locos plazos de entrega», abundó el empresario, hoy octogenario. «Por ejemplo, querían tener  20 aviones cazabombarderos volando con el personal adiestrado en cinco meses», indicó.

En esas negociaciones participaron oficiales de la Fuerza Aérea, más Perelman, con el apoyo de la embajada israelí, en tanto que Gitrón iba y venía desde Jerusalén. Se mostraba entre interesado y receloso.

«Perelman trabajaba en nuestra oficina como agente de ventas, no como asalariado, e iba a porcentaje. Era muy inteligente, muy versátil y muy peligroso», dijo Gitrón a la nación desde Israel, donde reside desde hace 65 años. Allí se lo conoce como Gad Hitron y, a los 87 años, pasa sus días en Savyon, en las afueras de Tel Aviv.

El interés argentino por los aviones de combate tomó forma de contrato. Se fijó el monto en US$180 millones -unos US$775 millones en la actualidad-, de los que un porcentaje se repartiría entre las partes como comisión. «El 5% era para los militares; el otro 5%, descontado los gastos, fue para los ejecutivos y se repartió según lo acordado: 70% para Isrex Israel y 30% para Perelman», afirmó Lotersztain. Es decir, casi US$39 millones para los militares y otro tanto para Dovrat y Perelman.

Según Lotersztain, la venta de los Mirage V israelíes -también conocidos como Dagger- se debió, en primer lugar, «a la enorme suerte». «Luego fue el gran mérito de Perel- man y de Gitrón en lo comercial y de la industria aeronáutica israelí en lo técnico legal. Y solo cuando se concretó esa operación es que se dieron cuenta de que necesitaban ayuda local con urgencia y me convocaron junto a otros dos amigos de Perelman. Por eso tuve acceso a todo, el lado B de los negocios también», completó.

Ese lado B incluyó las comisiones, que siempre se pagaron en efectivo. Según Loter- sztain -un ingeniero e historiador argentino que conserva una memoria prodigiosa-, el dinero lo llevaban en mano hasta las oficinas castrenses. Pero en ciertas ocasiones optaron por entregarlo en casas de cambio de la City. Entre ellas, Giovinazzo, que luego participó en operaciones ilegales vinculadas a la ruta del dinero K y el Lava Jato argentino.

Tras esa venta de1978, Israel se transformó en proveedor usual de las Fuerzas Armadas, siempre con un lado B incluido. «Repetimos lo mismo con los simuladores de vuelo para entrenamiento y con los navegadores para esos aviones. Y también aplicamos ese método para venderle municiones al Ejército, en una operación contra reloj», detalló Lotersztain. «Logramos vender a pesar del antisemitismo que tenían», añadió.

Gitrón también recordó incidentes en aquel contexto. «Digamos que el antisemitismo en la Argentina es como una enfermedad. A algunos les pica; a otros, no», ironizó, y confirmó que Isrex sirvió de intermediaria entre los militares argentinos y el gobierno israelí.

La antesala de la Guerra de Malvinas significó, en ese sentido, un punto de inflexión. Israel se convirtió en proveedor de la Fuerza Aérea -con comisiones del 5%, para los involucrados- y del Ejército, pero no de la Armada. Según Lotersztain porque el comandante de esa fuerza, Eduardo Massera, mantenía vínculos preferenciales con otras empresas.
«Nuestra oportunidad se dio cuando todos los proveedores habituales de la Argentina se cerraron por la guerra. Inglaterra, obviamente, pero tampoco Estados Unidos, Francia, Italia o España quisieron venderle a la Junta, así que Israel fue el único vendedor, aun cuando Washington y los judíos ingleses presionaban para que no vendiera», señaló Lotersztain.

Cuentas pendientes ¿Por qué accedió Israel avender armamento a! país? Según Lotersztain, por viejas cuentas pendientes entre israelíes y británicos. Así, rememoró el encuentro que el primer ministro israelí Menajem Begin mantuvo con el entonces vicepresidente de la industria aeronáutica israelí, Moshé Keret, y Dovrat.

Begin arrastraba una cuestión personal desde 1947, cuando los ingleses controlaban Jerusalén y capturaron a Dov Gruner, su mejor amigo, tras un atentado en un hotel. Lo ahorcaron y quien luego sería el primer ministro israelí juró vengarse. «¿Estas armas van a servir para matar ingleses?», habría sido su pregunta cuando Keret y Dovrat le hablaron de la eventual venta a la Argentina, para dar su visto bueno a continuación. Solo impuso una condición: que triangularan la venta a través de otro país sudamericano con todos los papeles en regla, para tener una coartada si los ingleses se quejaban.

Luis Guterzon, empleado de Isrex Argentina, viajó entonces a Perú, que prestó todo su apoyo, basado en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). La triangulación vía Perú fue posible, en tanto, tras negociaciones que lideraron el entonces jefe de la Fuerza Aérea argentina, brigadier general Basilio Lami Dozo, y el agregado militar, comodoro Andrés Dubós, según reconstruyó el periodista e historiador Hernán Dobry en Operación Israel. El rearme argentino durante la dictadura, un libro insoslayable sobre aquel período, sustentado en fuentes argentinas y peruanas, y documentos inéditos.

A tal punto llegó el apoyo del entonces presidente peruano Fernando Belaúnde Terry que su jefe de la Fuerza Aérea firmó y selló veinte órdenes de compra en blanco, con sus correspondientes certificados de destino final en su país, que terminaron en manos de Lotersztain. «¡En blanco! ¿Se da cuenta de lo que eso significa? Los tuve yo, sobre mi escritorio», relató.

El siguiente paso fue contratar cinco vuelos de AeroPerú, que volaron desde Jerusalén y aterrizaron en el aeropuerto de El Callao, donde se completó el trasbordo de la carga a aviones de Aerolíneas Argentinas.

A pesar de la supervisión constante del Mossad, el servicio secreto inglés MI5 se enteró. «Tenían todos los datos, los documentos, las fotos. Todo. Sospechamos que tenían un informante en la Argentina», señaló Lotersztain, quien por sugerencia del Mossad -que no descartaba represalias contra los involucrados- no pisó Londres durante dos décadas.
Apoyados en datos fehacientes, Margaret Thatcher y Ronald Reagan se quejaron ante Israel, que de todos modos siguió adelante. La Fuerza Aérea Argentina pidió al menos cincuenta tanques adicionales de combustible para extender la autonomía de vuelo de sus aviones Mirage y así se lo comunicaron a Lotersztain. «Israel ofreció 200 de 1700 litros cada uno y los cobró 3450 dólares cada uno, lo que significó un descuento del 30% sobre el valor de catálogo, cuando pudo haberlos cobrado diez veces más por el estado de necesidad de la Argentina», afirmó. «Para llevar esos tanques se alquilaron dos Jumbo a través de Isrex Israel que pagó la Argentina, pero la condición fue que el Mossad aprobara a la empresa carguera, y extraoficialmente dijeron que eligieron una firma de la CIA», completó.

Pero las misiones de combate en el Atlántico Sur significaron un costo elevadísimo en vidas y materiales para la Fuerza Aérea. La pérdida de aviones puso en riesgo la protección del espacio aéreo continental y el brigadier general Basilio Lami Dozo temió que Chile lo aprovechara para atacar. Por eso buscó opciones. Y otra vez Israel fue una opción.

«Sí o sí» «En 1980 habíamos invitado a tres oficiales de la Fuerza Aérea a Israel, donde vieron unos Mirage III-C que estaban a la venta, pero muy usados y sin mantenimiento, por los que Israel pedía apenas US$100 millones, con repuestos y todo», repasó Lotersztain. Pero la Fuerza Aérea declinó comprarlos por su estado. «Eso cambió con Malvinas, cuando Lami Dozo habló por teléfono con Perelman y le dijo que quería esos aviones sí o sí. No quería que Chile creyera que el sur estaba indefenso».

Incluso en ese momento de urgencia extrema, los militares argentinos pidieron una tajada para cerrar la compra de los aviones Mirage. «Lógicamente, el porcentaje es el de siempre», fue, según el recuerdo Lotersztain, lo que le comunicó Lami Dozo a Perelman. Ambos fallecieron hace unos años, y la nación consultó al Ministerio de Defensa, desde donde declinaron hacer comentarios.

Para Israel, aquel pedido fue demasiado. Durante el conflicto de Malvinas se negaron a pagar sobornos y reclamaron a sus representantes en la Argentina. Plantearon que era inconcebible que los compradores pidieran comisiones cuando su país estaba en guerra. Pero los militares insistieron. Incluso cuando Israel, que antes había fijado el valor de venta en US$105 millones lo redujo a US$72 millones, más otros US$6 millones en repuestos y acondicionamiento de las unidades. Pero desde Buenos Aires no cedieron: pidieron su 5%, es decir, casi US$4 millones.

La negativa israelí no detuvo la operación, lo que llevó a un malentendido. Del lado argentino, interpretaron la concreción de la venta como una aceptación del soborno y, por tanto, que existía «una deuda».

La compra de los aviones se completó con la ayuda de Perú, a través de una empresa fantasma que el Mossad tenía en Suiza, más una cuenta en el Credit Suisse, que retaceó los fondos ante la sospecha, correcta, de que se trataba de una triangulación de armas, hasta que, transcurridos quince días, Gitrón se presentó en el banco con un escribano.
La operación conllevó, también, la redacción de un contrato con todos los detalles, pero que jamás se firmó, ni del que hubo copias. El original permaneció en la caja fuerte del jefe de Materiales de la Fuerza Aérea hasta que, cinco años después, alguien se presentó en las oficinas de Isrex para devolverlo. «Lo quemamos en el inodoro», detalló Lotersztain.

Pero los israelíes mantuvieron su decisión de no pagar esa coima, a pesar de los planteos de Dovrat, que anticipó lo que iba a ocurrir. Isrex Argentina comenzó a sufrir represalias desde las Fuerzas Armadas, que se prolongaron durante años, hasta bien entrado el menemismo, y a pesar de otras muestras de apoyo israelí. ¿Qué muestras? Israel desplegó técnicos en las Malvinas para asistir con la maquinaria que vendieron. Entre ellos, a dos hombres -Gil Or y su asistente Ika Orgad-, que ayudaron en Puerto Argentino a mantener las comunicaciones abiertas con el continente hasta el final. Salieron en el último Hércules C-130 antes de la capitulación.

Eso no fue todo. Los pedidos del Edificio Cóndor eran constantes. «En un momento, inteligencia militar vio en la BBC imágenes de soldados ingleses con máscaras de gas y temieron un ataque de ese tipo, así que le pidieron a Gitrón que enviaran 1250 máscaras, pero la comisión de control en Israel desconfió. ?¿Por qué quieren 1250 máscaras si tienen 15.000 soldados en las islas??», preguntaron.

39 Mirage Dagger y 23 IIIB/C quedaron involucrados en la maniobra

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