Las periodistas Beatriz Reynoso y Silvia Cordano hablaron con once mujeres cuyas vidas fueron atravesadas por la contienda, como profesionales o como familiares. Sus desafíos, la lucha de género, lo que ven 42 años después.
Por Redacción Cultura – Infobae.com
“¿Es demasiado sencillo decir que los hombres hacen la guerra y que las mujeres recogen los pedazos después y hacen la paz?” Con esta pregunta, tal vez provocadora, empieza Nuestras mujeres de Malvinas, el libro que escribieron las periodistas Beatriz Reynoso y Silvia Cordano y que no deja ningún preconcepto en su lugar. Quien formula la pregunta no son ellas sino Geoffrey Cardozo, el militar británico que llegó a las islas cuando terminó la guerra para dar apoyo a sus soldados y terminó ayudando a identificar a soldados argentinos enterrados allí.
¿Es demasiado sencillo decir que las mujeres recogen los pedazos y hacen la paz? No, no lo es -parecen decir Reynoso y Cordano– pero hay más. Y ellas fueron a buscarlo.
Para encontrar ese “más” entrevistaron a once mujeres cuyas vidas fueron impactadas por la guerra. Madres de soldados, hermanas, hijas, novias. Y también las que, por sus trabajos, estuvieron en la contienda. E incluso hablaron con la antropóloga que llegó a las islas años después de la guerra, en un avión cargado de familiares que esperaban encontrar a su caído, devolverle el nombre a su sepultura, abrazarlo otra vez, aunque no hayan dejado de hacerlo ni por un momento.
El libro -que la editorial Leamos publicará en formato digital durante el mes de abril- muestra las caras que hoy tienen esas mujeres, en fotos que tomó Gabriel Machado. Y, de manera entrañable, desarrolla estas once voces que miran el conflicto desde puntos de vista diversos pero siempre desde el compromiso y el amor. El planteo no jerarquiza a unas sobre otras sino que, justamente, sostiene la importancia de cada una de estas mujeres desde el lugar que le tocó.
No hay que esperar, por lo tanto, visiones complacientes. El tema de género es central en Nuestras mujeres de Malvinas y se ve con claridad en las historias de la enfermera Liliana Colino -la única mujer con rango militar que estuvo en las islas durante la guerra- y la instrumentadora quirúrgica Silvia Barrera, que estuvo embarcada en el rompehielos ARA Almirante Irízar salvando vidas en la zona de conflicto.
“En ese momento no había mujeres en ninguna de las fuerzas armadas ni de seguridad. Fuerza Aérea fue la primera fuerza que incorporó mujeres como personal militar”, les cuenta Colino a las entrevistadoras. Por eso, aunque tenía las mismas credenciales que sus compañeros varones, la incorporaron como suboficial. Fue la primera injusticia de muchas.
La noticia de la recuperación de las Islas Malvinas, sin embargo, llenó un anhelo que traía desde la infancia: había crecido en la convicción de que eran argentinas y cuando le tocó ser protagonista en su recuperación sintió que estaba donde tenía que estar. Las cosas, claro, no fueron fáciles: vivió el miedo de una alerta roja y conoció la entereza del soldado con una pierna llena de esquirlas que, sin embargo, está preocupado por cuándo podrá volver al frente.
Y después, los sinsabores: Colino enfrenta la desigualdad y lucha por su ascenso, ante la resistencia a reconocer los derechos y méritos de las mujeres en la institución.
Silvia Barrera también peleó con la desigualdad de género. Con 23 años y una carrera en el ámbito de la salud, decidió voluntariamente sumarse a las tareas de instrumentadora quirúrgica en el hospital de Puerto Argentino y se quedó trabajando a bordo del Irízar. En el barco tanto la tripulación inicialmente reacia a su presencia como las propias condiciones de trabajo se convierten en un reto, desde la sobreprotección hasta la falta de reconocimiento. Sin embargo cargó heridos, los confortó, los conoció: “El soldado viene con una mirada perdida, como que está fuera de su foco”, dice en Nuestras mujeres de Malvinas.
¿Qué le diría a su yo más joven? “Que en 40 años va a tener que seguir aguantando el destrato, sobre todo, los celos de los que no fueron”; piensa. Pero no afloja. Sabe que es la que sigue contando la historia.
“Es fundamental reconocer y valorar el papel de las mujeres en la guerra, así como trabajar por la eliminación de la desigualdad de género, visibilizando y promoviendo la equidad en todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo los contextos de conflicto y postconflicto” expresa Silvia Cordano.
El libro hace que el lector sienta una inmediata cercanía con estas mujeres atravesadas por la Guerra de Malvinas, con lo que eso significó, y que todavía tienen frescas sus marcas. Con las que pusieron el cuerpo en la zona de la batalla y supieron abrazar al que iba a morir pero también con las que perdieron a sus compañeros y tuvieron que seguir adelante con la crianza de sus hijos. O las que recibieron a hermanos, a padres, a hijos golpeados física y psicológicamente y los ayudaron a pararse de nuevo sobre sus pies. Hay un mensaje universal aquí, que toca a los soldados de Malvinas pero también a los de cualquier guerra.
“El rol de la mujer en la guerra de Malvinas empatiza con las mujeres de las guerras pasadas y presentes en el mundo. La contención, el coraje y la resiliencia de las mujeres para acompañar, cerrar heridas de los traumas postguerra y seguir adelante”, dice Beatriz Reynoso.
Todos los hijos nacidos entre el 82, 92 , 95 vivimos otra Guerra de Malvinas, otra posguerra fue otra crianza. Una crianza más agresiva, una crianza más con más escasez en cuanto al amor, contención y demás. Como que ellos no estaban preparados tampoco psicológicamente para poder sostener a otra persona”, cuenta Jimena Amaro, que nació después de que su papá volvió de la guerra.
Rosana Fuertes era la novia de Daniel y lo tuvo que ver partir a las Islas. “Cuando uno tiene alguien querido, no voy a ser hipócrita de decir que las islas eran más importantes que la vida de mi novio”, se sincera en la charla con las entrevistadoras. Daniel se había ido con apenas dieciocho días de instrucción, es decir, casi sin formación militar. Le fue bien. “Daniel volvió, no tuvo heridas físicas. Tuvimos oportunidades únicas, atención para él, poder afrontarla, la familia que formamos, los hijos que tuvimos, las posibilidades laborales, querernos tanto. No todos tuvieron esa suerte”.
Hay mucho más, una corona de historias, en Nuestras mujeres de Malvinas. Cordano y Reynoso las cuentan casi sin intervenir, ofrecen a los lectores la palabra de aquellas cuyas vidas se partieron, se ahondaron, se hicieron lo que son hace más de cuarenta años por causa de -como escribió Borges– “unas islas demasiado famosas”.
* El libro electrónico estará disponible en Bajalibros.