Pasajes de avión (parte 2)

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04/11/2021 Página 12 – Nota – Contratapa – Pag. 40
Adrián Paenza

En el instante en que una persona hace una reserva para comprar un boleto de avión, ya no interesa más si compra el pasaje o no, si cancela lo que reservó o si cambia de aeropuertos o de ciudades, ya no hay retorno: hay UN evento que ya quedará registrado PARA SIEMPRE.

Es como haber abierto una carpeta en donde TODA la información (y ya verá a qué me refiero cuando escribo TODA) quedará incorporada para toda la vida. Ese registro se denomina con las siglas (en inglés) PNR (Passenger Name Record) o sea, el Registro del Nombre del Pasajero.

Sería como un equivalente del DNI o pasaporte: es (y será) el mismo número para siempre, y los detalles de lo que usted hizo (o haga a partir de ese momento) quedarán allí como si fuera su legajo personal.

La idea original fue facilitar el intercambio de información de la reserva para que lo pudieran utilizar TODAS las aerolíneas, compartiendo esa base de datos. En algún sentido los PNR se convirtieron en una componente importante (y TRANSPARENTE para el pasajero) de la industria de transporte aéreo. Cuando escribo «transparent» es porque el/la pasajero/a no tiene acceso a esa información.

No sabe ni lo que dice, ni en qué lugar está guardado, ni quién (o quiénes) tienen la posibilidad de leerlo. Es un registro de su historia. Por otro lado, estoy casi seguro que usted nunca escuchó hablar de un PNR (me incluyo, hasta hace unos días). Por supuesto los estados aceptan estas decisiones de las compañías aéreas porque los servicios de inteligencia SÍ tienen acceso a ellos (al menos en los países centrales) y supuestamente los utilizan para prevenir actos de terrorismo o hacer un rastreo de las rutas que usted utiliza, lo asocia con sus identificadores de pasajero frecuente, estudia su conducta (si le importa o no esperar en un aeropuerto, si prefiere viajar en vuelos sin paradas, si es (o fue) siempre puntual o si se pierde o se perdió alguna conexión, si paga a tiempo (si es que compra un pasaje en cuotas), los lugares que frecuenta (o frecuentó), los hoteles en los que estuvo, sus preferencias en comidas, y la lista sigue.

Pero téngame un poquito de paciencia.
Por supuesto, la primera señal preocupante está referida a la privacidad. De eso, olvídese. Hace ya mucho tiempo que todo lo que hagamos (usted y yo) está registrado con un detalle que ni nosotros imaginamos. Basta con mirar lo que Google denomina «línea de tiempo», para saber dónde estuvimos, cómo llegamos hasta cada lugar y cuánto tiempo permanecimos, en qué restaurantes comimos, qué trenes u ómnibus utilizamos, cuánto recorremos en auto, por qué lugares, en qué momentos del año lo hacemos, y hasta los hábitos de comprar los pasajes muy cerca de la fecha de viaje o en todo caso, el tiempo que media entre que hizo la reserva y el día del vuelo propiamente dicho, y ni hablar de ventana, medio o pasillo, reservas de comidas especiales (sin gluten, o si usted es vegetariana/o) y hasta sus hábitos cotidianos: camina mucho, camina poco, no camina, vida sedentaria o activa, sus horas de sueño ? lo único que les falta (por ahora al menos) es saber en qué sueña (cuando sueña). Pero también, simplemente usando el GPS del celular pero sin activarlo específicamente, uno va dejando miguitas al estilo de Hansel y Gretel.

La única diferencia, es que Hansel y Gretel querían saber cómo regresar, y eran bien conscientes de lo que estaban haciendo. En este caso, no. Este tipo de información uno la está entregando a compañías que usted ni siquiera está enterada/o de su existencia, y mucho menos, tenía idea de que había gente o cámaras que la/lo seguían mientras usted se dedicaba a (digamos) a vivir.

Pero quiero volver al PNR. Están los datos y su conducta.
Pero también, y a esto quería llegar, le permite a las compañías saber cuánto puede cobrarle por un pasaje, cuán dispuesta/o estaría usted en pagar un determinado precio de acuerdo con su proceder previo. Y de allí, determinar el precio de un asiento o de un boleto. Es decir, haberse entrometido con su privacidad tiene un «valor agregado»: una compañía aérea tiene ya los datos que le permiten cobrarle a cada pasajero un valor distinto por el mismo boleto. Por ahora, eso está prohibido explícitamente, pero a usted no se le escapa que hay una suerte de oligopolio en el mercado de pasajes: no hay miles de compañías entre las cuales elegir. Dentro del país, está Aerolíneas ArgentinasAustral, y después, las opciones son virtualmente nulas. Para viajar al exterior, la variedad es mayor, pero igualmente el tipo de mercado es muy reducido, especialmente en el hemisferio sur.

El problema para generar un algoritmo que permita estimar el precio de un pasaje tiene que ver con varias restricciones.
El precio que uno ve, no es una tarifa que sirve como etiqueta adosada al asiento, sino un precio asociado con un conjunto de reglas. Usted se debe estar preguntando: ¿qué reglas? Las aerolíneas dividen los asientos en bloques, y no hay una correspondencia biunívoca entre cuántas reservas está dispuesta a confirmar una compañía y el número de asientos disponibles. Aparece lo que se llama clase de reserva. Por ejemplo, a partir de un momento un vuelo en particular en una fecha determinada por ejemplo entre Buenos Aires, Río de Janeiro y San Pablo, una aerolínea puede estar dispuesta a confirmar hasta 8 asientos en la clase «Y», hasta 3 asientos en la clase «Q» y ninguno en la clase «Z». Naturalmente, ninguno de nosotros sabe lo que significa cada clase. Tampoco existe una correspondencia uno a uno entre la clase de reserva y el precio: un asiento en la clase «Q» entre San Pablo y Río puede emitirse como parte de una tarifa de ida directa Buenos Aires-San Pablo-Río-París o como parte de un Río-San Pablo-Río de Janeiro ida y vuelta, y como parte del tramo de regreso de un viaje Dusseldorf-Río-San Pablo- Río-Dusseldorf o como parte de millones de otras alternativas que por razones obvias no voy a escribir acá (ni sabría cómo hacerlo tampoco).

Por lo tanto, el precio de un boleto específico es una función tanto de las tarifas (precios y conjunto de rutas y otras reglas similares), de los precios publicados, de los asientos disponibles en cada bloque, del momento en el que uno quiere hacer la reserva y en la clase de reserva que uno quiera hacer. No me quiero olvidar de escribir que el código de reserva (o record locator) forma parte también del vector que apunta hacia su particular PNR. Originalmente, el ecosistema del PNR se diseñó con la idea de maximizar la disponibilidad global de toda esta información en tiempo real y que fluyera rápidamente y sin tropiezos. La red (que lleva el nombre de CRS) fue la primera y sigue siendo uno de los mayores sistemas globales de almacenamiento y recuperación de datos en la nube en forma virtualmente instantánea, pero son subcontratados y conectan a decenas de miles de agencias de viaje y almacena registros comerciales de millones de personas.

La mayoría de las aerolíneas no tienen su propio CRS.
Cada compañía tiene su propio inventario y gestiona reservas en alguno de los principales sistemas de distribución global (GDS), por ejemplo, Amadeus, Sabre o Travelport, que funcionan como almacenes de datos. Tanto es así, que hay sitios de internet y que le sugieren a la/el pasajera/o si le conviene esperar antes de comprar o comprar ahora, prediciendo si los precios van a aumentar o declinar.
Para terminar: todo esto es información que uno no necesitó hasta hoy si es que tuvo el privilegio de viajar en avión (cosa que es algo no usual para la enorme mayoría de las personas). Pero no es esto lo que motivó mi preocupación y ganas de escribir sobre todo este entramado subterráneo.
Lo más grave es que apunta en un sentido: la personalización de la tarifa, diferenciando entre los pasajeros. Y no me refiero explícitamente a que Jeff Bezos o Bill Gates paguen más, sino que alguien que tenga el pelo largo o un arito en la nariz o use un tatuaje, sea discriminado/a de una forma sutil. Es decir, personalización puede entenderse no sólo que cada persona pague un precio distinto, sino también (y mucho más grave) ? discriminación. Estemos atentos.

TagsPNR
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