Pymes argentinas en la industria aeroespacial

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05/04/2021 Revista Clarín – Pymes – Nota – Información General – Pag. 58

Dossier
María Gabriela Ensinck

Cinco casos de empresas locales que forman parte de esta cadena de valor de alta tecnología: desde metalúrgicas, hasta desarrollo de software e imágenes. Por María Gabriela Ensinck.

Aunque el dato es poco conocido, en el lanzamiento del satélite Saocom 1B, el 30 de agosto de 2020, -en plena pandemia-, participaron 80 pymes. Detrás de este y otros desarrollos de la industria aeroespacial y satelital existe una cadena de valor conformada por pequeñas y medianas empresas de diversos rubros y en todas las regiones del país.
Estas firmas pertenecen a rubros diversos como electrónica, mecánica, software, química y metalúrgica, cuyo denominador común es el conocimiento intensivo y la calidad de sus productos y servicios, para cumplir con altos estándares internacionales.

Muchas de ellas se conformaron en el marco de un plan nacional aeroespacial, y hoy son referentes de una industria estratégica por su complejidad y altísima tecnología involucrada.

Aquí algunas de esas historias.
DE CÓRDOBA A LA NASA Ascentio es una pyme cordobesa fundada en 2008 por Esteban Carranza, Cristian Senyk y Javier Proyector, integrantes del Grupo de investigación Aplicada de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Río IV.

«En 2005 habíamos entrado en contacto con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales. Por entonces, el organismo, conducido por Conrado Varotto (uno de los fundadores de Invap) tenía una política de desarrollo de proveedores nacionales, aunque no existía una incubadora formal» cuenta Carranza.

«Nuestro primer trabajo fue el desarrollo del segmento terreno de la misión SAC-D, de observación observación climática y oceanográfica. El segmento terreno se compone básicamente de software y equipamiento informático para controlar al satélite desde Tierra», detalla el ingeniero.

«Hicimos el desarrollo para Conae, trabajando en conjunto con la NASA. Acá se habla inglés con acento cordobés», bromea.
Luego participaron en la misión Saocom, haciendo el segmento terreno de los satélites Sacom 1A y 1B, junto a la agencia espacial europea. Entre 2011 y 2015 llegaron a trabajar en Ascentio 120 profesionales. «Hoy somos 60, ya que en los últimos años se cancelaron varios proyectos», afirma Carranza.

«Nuestra experiencia es en satélites de observación, diferentes a los de telecomunicaciones como el Arsat.
Aunque la industria es la misma, las posiciones orbitales y las aplicaciones son diferentes», explica.
Mientras los satélites de telecomunicaciones se ubican en una órbita a 34 mil kilómetros de la Tierra, los de observación lo hacen a entre 600 y 800 kilómetros, pasando por los polos.

«Viajan a 27.000 kilómetros por hora, y demoran 90 minutos en dar una vuelta a la Tierra», comenta Carranza.
«El Saocom pasa cuatro veces al día por Falda del Carmen (donde está ubicada la estación terrena, en Córdoba) y lo vemos 10 minutos.
En esa ventana de tiempo, tenemos que chequear que esté todo bien, hacer las correcciones de órbita, bajar y subir toda la información e imágenes para poder procesarlas», destaca.
Actualmente, la firma está trabajando para Sabia Mar, el proyecto satelital argentino- brasileño para la observación del océano y sus costas.

«Aprendimos mucho en estos años -afirma Carranza-. Lo más importante es que desarrollamos capacidades y talentos para trabajar en esta industria que tiene estándares altísimos.
Y lo que aprendimos y desarrollamos se puede aplicar a otras industrias. Por ejemplo desarrollamos un sistema basado en información satelital que hoy usa Prefectura para detectar buques ilegales. También desarrollamos un sistema que sirve para controlar el funcionamiento de paneles solares en zonas aisladas de nuestras sierras», ejemplifica.
Sin embargo, «en los últimos años no hubo continuidad de proyectos satelitales. Nos dedicamos a terminar lo que ya estaba en marcha. Y así se pierden capacidades y gente talentosa que, si no tiene un proyecto interesante acá, se va a trabajar afuera y a ganar en dólares o euros», apunta.

«A partir del año pasado se retomó el plan satelital. El lanzamiento del Saocom en plena pandemia fue una buena señal. Es que si no tenemos una agenda espacial como país, nos quedamos fuera de órbita», agrega.
VEHÍCULOS DE LANZAMIENTO Creada en 1998, en el marco del Plan Espacial Nacional de la CONAE, la firma Vehículo Espacial Nueva Generación (Veng) es una sociedad anónima con participación del Estado.
Su misión es diseñar, producir y comercializar lanzadores de satélites y servicios de alta tecnología.
Hoy la compañía cuenta con 400 empleados en sus tres sedes centrales en Capital, Villa Elisa y el Centro Aeroespacial Teófilo Tabanera (Córdoba), más tres sedes auxiliares: Estación Terrena Tolhuin (Tierra del Fuego) y las bonaerenses Centro Espacial Punta Indio y Centro Espacial Puerto Belgrano.

«Estamos a cargo de la operación de los satélites Saocom 1A y 1B, desde el Centro Espacial Teófilo Tabanera, y también somos distribuidores exclusivos de escenas satelitales SAOCOM a nivel global», señala José Luis Randazzo, gerente general de Veng.
El Saocom es una constelación de dos satélites SAR (Radar de Apertura Sintética) que observan la Tierra día y noche, independientemente de las condiciones climáticas, y penetrando la cobertura vegetal y el terreno.
Algunas aplicaciones que se desarrollan con información Saocom son: mapas de humedad del suelo, monitoreo para minería, petróleo y gas, inundaciones y sequías, desplazamientos de glaciares, detección de fugas urbanas de agua potable, monitoreo de derrame de petróleo y barcos, y estudios de infraestructura.

«Con la comercialización del Saocom, Argentina se sumó a un reducido grupo de países que comercializa información de sus propios satélites de observación de la Tierra», apunta Randazzo. «Esto representa además, exportaciones de alto valor agregado».
La firma también desarrolla componentes espaciales para la industria aeronáutica y brinda servicios de ensayos electromagnéticos y mecánicos para la industria de electromedicina y automotriz.
«Uno de los principales desafíos del sector aeroespacial es la complejidad de los proyectos, que requieren un know-how técnico cuya maduración implica políticas de largo plazo, creatividad y la utilización de metodologías innovadoras para optimizar tiempos y presupuestos», reflexiona Randazzo. «Se trata de una industria en pleno crecimiento y muy competitiva a nivel internacional, en la que se trabaja con desarrollos de alto riesgo, pero también de alto valor agregado».

Durante 2020, la pandemia obligó a la compañía a reorganizarse y postergar algunas actividades. No obstante, a través de su departamento de Responsabilidad Social, se trabajó activamente en el diseño y fabricación de camillas, carros de enfermería, porta sueros y mesas que fueron donadas al Hospital Guillermo Hernández, de Punta Indio.
En tanto, desde el Centro Espacial Teófilo Tabanera se trabajó junto a fabricantes de respiradores de Córdoba en el diseño y construcción de piezas esenciales para esos equipos.
CONTROL PESQUERO SADE Electromecánica se creó en 2011 a partir de la asociación del ingeniero mecánico y emprendedor Aitor García, con el grupo inversor JPA Group. La idea era generar soluciones tecnológicas y de montaje para proyectos en diversas industrias.

«Desarrollamos un simulador espacial, la primer cámara de termovacío diseñada y construida en el hemisferio sur, que simula las condiciones del espacio para probar los satélites, a -170 grados bajo cero en la sombra y más 150 grados al sol, en condiciones de alto vacío», explica García.
«También participamos en la construcción de la antena Radar del Saocom», cuenta. «En ese momento éramos 80 personas, entre ingenieros y técnicos. Hoy somos casi 500 personas, pero cambió el foco de nuestro trabajo, hacia actividades de menos complejidad», dice el emprendedor.
En los últimos años, al no haber proyectos satelitales nuevos, la compañía se reconvirtió hacia proyectos de infraestructura para el sector energético. Pero continuó en el sector de alta tecnología abriendo una nueva unidad de negocios vinculada a la industria del monitoreo y control del dominio marítimo.
«Creamos la empresa Crux Marine, que aplica la información satelital al monitoreo de la actividad pesquera y canales navegables inteligentes.

Nuestros clientes son entidades gubernamentales, puertos y dueños de buques», detalla García.
«Operamos y mantenemos el balizamiento de los canales de acceso al puerto de Buenos Aires; el sistema que implementamos es de lo más avanzado en Latinoamérica, compartiendo información de manera colaborativa con los navegantes», asegura el emprendedor.
«Estamos todo el tiempo creando e innovando, aunque el coronavirus demoró algunos proyectos que teníamos con países de la región como Uruguay y Guatemala», admite.
La firma estaba mudando sus operaciones al parque industrial Pitam (en terrenos de la base aérea de Morón), cuando irrumpió la pandemia. «También tuvimos que descentralizarnos y operar bajo protocolos. La productividad bajó, pero lo tomamos como una etapa de supervivencia y transición», afirma.

«Trabajar para una industria de alto contenido tecnológico como la aeroespacial tiene barreras de ingreso más altas, y es más complejo armar equipos de trabajo capacitados. Pero a su vez permite lograr estándares que trascienden lo local y permiten globalizarte, para no depender sólo del mercado interno», analiza.
«Los grandes proyectos de la industria nuclear y aeroespacial están mayormente ligados a decisiones políticas. Cuando estos proyectos avanzan, se mueven grandes contratistas y una constelación de múltiples pymes, lo que a su vez consolida capacidades tecnológicas que se aplican a otras industrias.

Pero tiene que haber continuidad en el tiempo, y que sea una política de Estado más allá de los gobiernos.
De lo contrario esas capacidades se pierden o migran», advierte.
CONOCIMIENTO La firma DTA fue fundada en 2006 por tres ingenieros: Jorge Berti, Daniel González y Javier Siman, en la ciudad de Córdoba. «Nos iniciamos en el rubro espacial de la mano de Conae, y en el rubro aeronáutico de la mano de la Fábrica Argentina de Aviones (Fadea). Y también estamos en el sector de electromovilidad y automatización», señala Siman, quien también es vicepresidente de Carae, la cámara del sector aeroespacial, que agrupa a más de 30 empresas a lo largo del país.

Hoy trabajan en la firma 20 personas. «Eramos muchos más y queremos volver a serlo, ya que este es un sector que crecerá en el futuro cercano», destaca Siman.
La compañía participó en las misiones SAC-D Aquarius y Saocom, brindando servicios tecnológicos y fabricando piezas críticas como una bisagra mecanizada en titanio, cuya precisión es crítica para la apertura de la antena del radar satelital.
Entre sus clientes se cuentan Conaa, Fadea, Invap, Veng y las Fuerzas Armadas, así como otras industrias, en los rubros de automatización y comunicaciones.

Uno de los planes próximos es exportar productos y servicios, aunque «la pandemia frenó la apertura de oficinas comerciales en el exterior», apunta el emprendedor.
«La actividad se vio afectada, debido a que en el sector espacial el dinero se destinó a la pandemia, y en el sector aeronáutico se redujo la actividad y se postergaron inversiones», detalla.
«Estuvimos con contratos anteriores a la pandemia y abriéndonos a nuevos rubros, como el desarrollo de un sistema de control biométrico para empresas y organismos públicos, que permite medir la temperatura, y además cuenta con un oxímetro y medidor de la presión arterial».

Para Siman, las tecnologías marcarán el futuro cercano. «En ese sentido, la Ley de Economía del Conocimiento es auspiciosa, esperamos que las distintas provincias la reglamenten. También sería importante que la aplicación de la Ley de Compre Nacional impulse el desarrollo de empresas locales a través de transferencias de Tecnología».
DE EXPORTACIÓN En 2006, mientras estudiaba ingeniería electrónica en la UBA, Alberto Pérez Cassinelli fundó con tres compañeros de facultad la startup Sur Emprendimientos Tecnológicos, enfocada en el desarrollo de software para la industria espacial. Doce años después, en 2018, la compañía se relanzó con el nombre de Spacesur, con el objetivo de iniciar un proceso de internacionalización.

Hoy la firma cuenta con 25 personas en sus sedes de Buenos Aires y Barcelona. «Nos especializamos en ingeniería y soluciones de software para el ciclo aeroespacial completo», comenta Pérez Cassinelli.
Esto implica desde el desarrollo de satélites y sistemas complejos, hasta la implementación de soluciones geoespaciales de alto valor agregado para diferentes industrias.
Entre sus clientes se cuentan organismos de gobierno, entidades internacionales e industrias como gas, petróleo y minería tanto en Argentina como en otros países de la región, Estados Unidos y Europa.
«Si bien nos formamos en el sector aeroespacial, nos llevó una década de construcción empresaria poder estar a la altura de trabajar en el desarrollo del Saocom de la Conae, junto al Invap y a otras empresas especializadas», cuenta Pérez Casinelli.

Además de los proyectos comerciales, la firma cuenta con un programa de Educación a partir de una plataforma para el dictado de cursos virtuales de teledetección de imágenes ópticas y de radar para profesionales de agronomía, gestión territorial, geología, hidrología y seguridad, entre otras.
También desarrolla planes de capacitación en tecnologías geoespaciales y el programa Tecnología Aeroespacial en la Escuela. «Diseñamos, desarrollamos e implementamos junto a establecimientos educativos públicos y privados programas integrales, software, contenidos y actividades para la inclusión de tecnologías innovadoras en el aula», comenta el emprendedor.

Durante 2020, la pandemia afectó algunas actividades presenciales y demoró algunas decisiones de negocios pero «no nos afectó en lo productivo. Nuestros planes de incrementar nuestra capacidad exportadora siguen en pie», aclara el fundador de SpaceSur. «Proyectamos un crecimiento apalancado por una industria espacial nacional que se está recuperando. Esto es clave para que se desarrollen empresas de base tecnológica exportadoras como la nuestra».

80 empresas chicas y medianas participaron del desarrollo del proyecto para construir y lanzar el satélite Saocom 1B.

SPACESUR. Alberto Pérez Casinelli: «Nos llevó una década de construcción empresaria poder estar a la altura del desarrollo del Saocom».

7 países Por fuera de la Unión Europea, los países en el mundo con capacidad de desarrollo y construcción de satélites propios (Argentina incluída) son apenas siete.

SIMULADOR. Aitor García, de Sade.
«Desarrollamos la primer cámara de termovacío diseñada y construida en el Hemisferio Sur».

CADENA DE VALOR En el proyecto del satélite Saocom 1B participaron 80 pymes locales. Fue lanzado en agosto pasado, en plena pandemia.

15 dólares son generados en otras clases de industria por cada dólar invertido en la industria aeroespacial, según Euroconsult.

El denominador común es el conocimiento intensivo y la calidad, para cumplir con estándares internacionales.

«El Saocom pasa cuatro veces al día por Falda del Carmen. En esos lapsos, hay que chequear todo».

ASCENTIO. «Hicimos el desarrollo para Conae, en conjunto con la NASA. Acá se habla inglés con acento cordobés», dice Esteban Carranza.

VENG. «Estamos a cargo de la operación de los satélites Saocom y también somos distribuidores de sus imágenes», dice José Luis Randazzo.

1500 personas trabajan de manera directa en la cadena de valor de la industria aeroespacial y satelital en la Argentina.

«Nos iniciamos en el rubro espacial de la mano de Conae, y en el aeronáutico de la mano de Fadea«.

DTA. «Hoy somos 20 personas. Éramos más y queremos volver a serlo. Éste es un sector que crecerá en el futuro cercano», dice Javier Siman.

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