Transcontinental: Cuando el precio no es parte de la competencia
Hubo un tiempo, en el que los pasajes aéreos argentinos tenían precio fijo, establecido por el Estado, lo que se complementaba con un único operador. Pero en 1957 el mercado se abrió para que compitieran empresas privadas, aunque manteniendo los precios oficiales, por lo que hubo que inventar un sistema de competencia en el que el precio no existía.
Transcontinental, la primera de las empresas privadas surgidas en esos años, enfrentó varios desafíos de comunicación. El primero fue presentarse ante un público que siempre había tenido una única opción para volar, el segundo ganar a ese público con algún argumento valedero y el tercero, al mismo tiempo que los dos anteriores, conseguir accionistas, porque su capital era limitado.
En aquellos tiempos, la alternativa para esto eran los avisos en los diarios y la empresa comenzó su campaña mucho antes de estar preparada para volar, en septiembre de 1956, aprovechando la celebración de la Semana de la Aeronáutica, una actividad de promoción de la conciencia aeronáutica que realizaba la Fuerza Aérea todos los años.
Decía lo que podía decir, porque en ese momento había muchas decisiones no habían sido tomadas, pero lo importante y llamativo era el anuncio de una nueva aerolínea que operaría servicios internacionales con aviones Super Constellation, agregando que además tendría la flota “necesaria” para sus rutas internas.
Pocos días después otro aviso, también con un Constellation, informaba sobre los pasos que deberían seguir quienes quisieran ser accionistas de la empresa.
A mediados de 1957 Transcontinental ya estaba funcionando y centró su publicidad en los destinos a los que volaba, en clara competencia con Aerolíneas Argentinas, destacando que sus aviones eran “lujosos y modernos”, lo que era una verdad a medias.
Pero la misión del mensaje de la empresa era diferenciarse, para lo que fijó tres frases básicas: más puntual, más cómodo y mejor atendido. Lo primero podía ser cierto, porque la puntualidad era un punto flojo de la empresa estatal, la comodidad dependía del avión, porque el Curtiss, en el fondo, no era más que un carguero no presurizado de la Segunda Guerra Mundial convertido en avión de pasajeros, comparable con los DC-3/4 de Aerolíneas, pero inferior al Convair, que era presurizado. En cuanto a la atención, allí la empresa trató de destacarse, sobre la base de que “el pasajero es lo primero”.
Cuando Transcontinental cumplió un año publicó un aviso que era una especie de memoria de su actuación, en el que nuevamente se compara con Aerolíneas, sin nombrarla, diciendo que la aviación comercial argentina contaba ahora “con una compañía aérea que cumple con estricta puntualidad sus horarios y servicios…”
Un detalle no usual de esta pieza publicitaria es que detalla —además de los datos clásicos de pasajeros horas, y vuelos—, la evolución de la cantidad de accionistas y los ingresos por ventas de pasajes, algo muy poco común. No habla de la capitalización.
En diciembre de 1957 incorporó dos Curtiss adicionales, y en el aviso que lo anunció también agregó información sobre la producción de la empresa y la evolución de la cartera de accionistas, nuevamente sin hablar de capitalización ni beneficios.
Un detalle pintoresco es que informa que sus aviones tenían VOR, sin duda un paso adelante en materia de equipamiento, pero de uso muy restringido en Argentina, donde había solamente dos estaciones terrestres para orientarse por este dispositivo y el resto era ADF.
En honor a la verdad, Transcontinental tuvo una oferta vinculada con las tarifas, que fue el “abono aéreo”, una especie de venta al por mayor que, a cambio de comprar por lo menos cuatro pasajes ofrecía un precio mejor. Sólo se ofreció en la ruta a Mar del Plata, y estuvo orientado a quienes trabajaban de lunes a viernes y vacacionaban los fines de semana.
No hubo otras novedades en la publicidad de los servicios domésticos de Transcontinental. “El pasajero es lo primero” debió competir con “SU compañía” de Aerolíneas. Ambos apuntaban a cosas diferentes.
Fuente: gacetaeronautica.com