«Vergüenza de volar», el movimiento que apuesta al tren para salvar el planeta
04/08/2019 02:44 – LaNacion.
Michael Birnbaum
Cada vez más viajeros rehúsan del uso de los aviones por sus efectos nocivos sobre el medio ambiente
ESTOCOLMO.- De haberse subido a un avión, Johan Hilm habría llegado de Suecia a Austria en dos horas, pero el sueco, de 31 años, prefirió un épico viaje por tierra, combinando tren, ómnibus y ferry, que duró más de 30 horas. Él es uno más de la creciente masa de europeos que durante este verano decidieron no viajar en avión por sus efectos sobre el medio ambiente.
Las aerolíneas low cost , como la irlandesa Ryanair y la británica EasyJet, revolucionaron los viajes por Europa hace dos décadas, cuando empezaron a ofrecer pasajes baratos -algunos por menos de 20 dólares- para viajar por el continente. Esa modalidad de vuelos, entonces celebrada como una «apertura al mundo», hoy es cuestionada por su cuota de aporte a los problemas globales.
Muchos turistas se espantaron al enterarse de que la parte proporcional de un solo pasajero en un solo vuelo sobre los gases del escape de un avión anula todos los esfuerzos globales de un año para proteger la Tierra. Así que muchos viajeros desempolvaron las guías de «Europa en tren» de sus padres o intercambian datos sobre los trenes nocturnos más convenientes para moverse por el continente.
Mark Smith, fundador de Seat 61, un popular sitio web sobre viajes en tren por Europa y más allá, dice notar un cambio en el perfil de quienes visitan su página. Cuando la fundó, allá por 2001, los comentarios de los usuarios eran que amaban los trenes, que les tenían miedo a los aviones o que por un motivo u otro no podían volar.
«Ahora dan dos razones para optar por el tren: dicen estar hartos del estrés de volar y que quieren reducir su huella de carbono en la atmósfera», dice Smith.
Hasta ahora, el mayor cambio se dio en Suecia, un país de extendida conciencia ambientalista, donde los ejecutivos de las líneas aéreas culpan al incremento de los viajes en tren -un tercio más que hace un año- por la caída en las ventas de pasajes aéreos. El gobierno sueco anunció este mes que inyectará fondos frescos en el sistema ferroviario del país con la construcción de una nueva flota de trenes, después de años de recortes por la aparición de vuelos baratos que alentaban a la gente a tomarse un avión.
De hecho, los suecos acuñaron el novedoso concepto de flygskam , la «vergüenza de volar», que ha hecho que muchos escandinavos se ruboricen por su vocación de trotamundos. En Noruega, por ejemplo, la primera ministra, Erna Solberg, se sintió obligada a explicarles a sus ciudadanos que no debían disculparse por tomar un avión para visitar a sus familias en el extremo norte del país.
Hilm cuenta que intenta llevar una vida ambientalmente responsable: «No manejo, soy mayormente vegetariano y vivo en un departamento, no en una casa». Dice haberse sorprendido cuando evaluó el impacto ambiental de los viajes en avión. «Hice los cálculos en una página web y el 80% de mis emisiones de carbono son a causa de mis viajes. Eso no significa que nunca más vaya a subirme a un avión, pero sí que quiero tomar las decisiones a conciencia».
Los récords de calor durante este verano y el anterior también han hecho que muchos europeos piensen en el cambio climático y modifiquen sus planes de viajes. El viaje de Hilm a Austria fue durante la ola de calor que llevó a sus máximos históricos la temperatura en Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Alemania y Holanda.
«Si querés reducir tu impacto ambiental, lo primero que tenés que hacer es dejar de tomar aviones», dice Susanna Elfors, fundadora de Tagsemester, «Vacaciones en tren», una página de Facebook a la que se atribuye haber impulsado el uso de trenes y cuya versión en sueco tiene 99.000 seguidores -el 1% de la población de Suecia-, que intercambian datos útiles, consejos y experiencias de viaje.
El sector aeronáutico genera alrededor del 2,5% de las emisiones globales de dióxido de carbono, o sea, una pequeña parte del problema. Una lista divulgada en abril por la Comisión Europea ubica a Ryanair entre los 10 mayores emisores de carbono de Europa, junto a empresas operadoras de centrales termoeléctricas a carbón. La aerolínea respondió a través de un comunicado diciendo que «las emisiones de dióxido de carbono por kilómetro recorrido de los pasajeros de Ryanair son más bajas que las de cualquier otra empresa».
Los líderes europeos empezaron a reconsiderar hasta qué punto deberían seguir alentando los viajes en avión. Actualmente, el combustible de aviones no paga impuestos en la Unión Europea (UE), a diferencia de lo que pasa en Estados Unidos. Este mes, Francia anunció que impondría un impuesto ecológico a los vuelos que despeguen de aeropuertos franceses y que lo recaudado será reinvertido en la red ferroviaria y otros medios de transporte menos agresivos con el medio ambiente. Ya son varios los países europeos que aplicaron o aumentaron sus impuestos a los vuelos, y el gobierno holandés está presionando para que la UE imponga un tributo que abarque a toda la actividad aérea.
Así que hasta algunas aerolíneas se están sumando al mensaje de «vuele menos».
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«Vuele a conciencia», sugiere una reciente publicidad de la aerolínea holandesa KLM, y a continuación invita a considerar otros medios de transporte: «¿Ya pensó que podría ir en tren?».
Las aerolíneas dicen estar dando pasos para volverse más «verdes». SAS, la más grande de Escandinavia, ya no tiene free shop a bordo y les solicita a los pasajeros que elijan anticipadamente su opción de menú, para que los aviones vuelen menos cargados y así gasten menos combustible. También han instruido a los pilotos para que se desplacen en tierra con un solo motor encendido.
Según los expertos en cambio climático, para que sea significativo, un cambio de estas características debe darse a un nivel estructural, que va más allá de las decisiones individuales.
«En términos de activismo personal a favor del medio ambiente, cualquier elección de consumo personal, ya sea viajar menos en avión o comer menos carne, es importante, pero también insuficiente», señala Greg Carlock, del Instituto del Recursos Mundiales, un grupo de expertos con sede en Washington.
Traducción de Jaime Arrambide