Volar en la Argentina: la doble vara para Aerolíneas y Flybondi, y sus miles de pasajeros afectados

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Fuente: eldiarioar.com/

Mientras la estatal enfrenta críticas por paros y el fantasma de la privatización, la privada suma cancelaciones, demoras y reprogramaciones. El Estado debe cumplir un rol regulador y de control pero durante todo 2024 permitió el incumplimiento de la low-cost. Recién en diciembre la ANAC le pidió un plan de operaciones cumplible.

31 de diciembre de 2024 17:02 h

A la hora de volar, realidades paralelas. En primer plano mediático, el discurso predominante sobre Aerolíneas Argentinas: la empresa no es rentable, sus empleados son unos privilegiados y el Estado debe deshacerse lo antes posible de ella. En un lejano tercer plano, ignorada en el debate público, la crisis de Flybondi que afecta a una gran cantidad de clientes, muchos de ellos con escasa o nula experiencia en tomarse un avión, y precisamente por eso más indefensos. De esa crisis, pese a que Flybondi vuela a 19 destinos nacionales y tres internacionales, se habla mucho menos que de la de Aerolíneas.

Aerolíneas Argentinas es estatal y Flybondi es privada, pero el Estado no solamente tiene potestad para definir el futuro de la primera compañía sino que también cumple un rol regulador y de control en el mercado aerocomercial.

El 2 de octubre último, Javier Milei dictó un decreto declarando a Aerolíneas Argentinas sujeta a privatización pero el Congreso no aprobó ninguna ley con tal fin. Por lo tanto aún no hay consenso sobre qué hacer con la empresa pública.

En el caso de Flybondi, mientras se discute la suerte de la aerolínea estatal, el Gobierno sí debe encargarse de defender a los usuarios, víctimas de la asombrosa gestión de esta empresa privada, una verdadera máquina de reprogramar y cancelar vuelos, como ya ha contado elDiarioAR en este informe.

Sin embargo, el Estado parece gestionar los dos temas con criterios dispares: hacia Aerolíneas vuelan descalificaciones en forma de misiles, mientras que a Flybondi se le enviaron a lo largo del año palomas mensajeras.

Los pilotos y tripulantes de cabina de Flybondi son amables y serviciales, y es evidente su interés por hacer un buen trabajo y consolidar un espacio en el mercado. Pero el management de la compañía está maltratando precisamente al sector de la población menos acostumbrado a volar: gente a veces muy humilde que antes de despegar levanta la mano diciendo que es su primera vez en un avión, un ritual de cada vuelo de esta compañía que termina con todas las personas a bordo aplaudiendo esa primera vez.

Es una manera de señalar que Flybondi es una alternativa a Aerolíneas, cuyos vuelos efectivamente son más caros —porque no es low-cost, como Flybondi— y al menos hasta hace unas semanas controlada por sus sindicatos, que con las medidas de fuerza, fueran o no por reclamos justos, terminaban arruinándoles periódicamente la vida a sus pasajeros, que además son los que pagan los impuestos para que el Estado la sostenga.

Pero Flybondi no opera como reemplazo de Aerolíneas; está más bien lejos de serlo. Cuando llegan las demoras de Flybondi, sus reprogramaciones, sus cancelaciones o sus cambios del aeropuerto de arribo, esta empresa no ofrece ninguna compensación monetaria ni de otro tipo. Este es un tema desatendido durante meses por el Estado nacional, que recién en las últimas semanas, a través de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), comenzó a tomar medidas: Flybondi debió presentar un plan de operaciones realista, porque el existente era incumplible, no disponía de aviones suficientes ni en condiciones para cumplirlo.

A pesar de la larga lista de reprogramaciones y de las miles de experiencias frustrantes de usuarios, algunas de las cuales se cuentan en esta nota, voceros de la compañía aseguraron a elDiarioAR que la operación de la empresa es hoy impecable: entre el 9 y el 15 de diciembre hubo 577 vuelos de Flybondi sin ninguna reprogramación.

Asumiendo que sea así, ¿era entonces tan sencillo solucionar el asunto? ¿Por qué Flybondi funcionó durante meses y meses dejando a tantos clientes varados, como pocas veces se vio en la aviación mundial, incumpliendo sistemáticamente el contrato con cada uno de ellos? Y sobre todo, ¿por qué el Estado argentino lo permitió, por qué descuidó a los ciudadanos?

Nadie en la ANAC y demás organismos responsables puede alegar que no sabía lo que sucedía.

Matías Piñeiro tiene 50 años y es un pasajero frecuente Flybondi. “Tengo un Excel desde 2018 con todos mis vuelos semanales desde Buenos Aires a Neuquén con Flybondi. El 90% de las veces, la compañía no cumplía con lo que prometía”, aseguró Piñeiro a elDiarioAR.

Lo que hacían casi todas las veces era suspender el vuelo de la noche del miércoles y pasarlo al jueves a la mañana. Y volás si conseguís un acomodo, claro. O te reprograman el vuelo de la noche del miércoles para la medianoche, después lo pasan a las dos de la mañana. Terminás llegando a las 5:30 de la madrugada a Ezeiza y a las siete de la mañana a tu casa. Tremendo, terrible, es peor que viajar a Tailandia”.

Casi todas suspendían el vuelo de la noche del miércoles y lo pasaban al jueves a la mañana. Y volás si conseguís un acomodo, claro. O te reprograman el vuelo de la noche del miércoles para la medianoche, después lo pasan a las dos de la mañana. Terminás llegando a las 5:30 de la madrugada a Ezeiza y a las siete de la mañana a tu casa. Tremendo, terrible, es peor que viajar a Tailandia

Matías Piñeiro — pasajero frecuente de Flybondi de Buenos Aires a Neuquén

Piñeiro hizo su apuesta por Flybondi, confió en la empresa, pero se vio defraudado: “Si volar en Aerolíneas cuesta cien, en Jet Smart te cuesta 70 y en Flybondi, 45. Así y todo, no la podés tomar. Tengo todo en el Excel: el 90% de los vuelos o no salió, o se reprogramó, o se canceló, o salió cuatro horas más tarde o aterrizó en un aeropuerto diferente al previsto”, insistió.

Mariano Vila tuvo también una experiencia que lo disuadió de volver a comprar un pasaje por Flybondi. “Fin de año en 2019, salíamos del aeropuerto de El Palomar, que aún estaba operativo. Más de dos horas de demora, viajamos a Tucumán para pasar la Navidad. Finalmente logramos salir, pero a mitad del viaje el piloto nos dice que tiene que volver al aeropuerto de origen porque la falla que había causado la demora no se había solucionado. A la medianoche llegamos a nuestra casa con mi esposa y mis dos hijos chicos. Al otro día logramos llegar a Tucumán para pasar Navidad, pero por Aerolíneas. Nunca más viaje con mi familia en Flybondi. Y no, no me indemnizaron, solo me devolvieron el dinero de los pasajes porque conocía a alguien en la empresa”.

Otros pasajeros de Flybondi relataron a elDiarioAR lo sucedido con un reciente vuelo de Mendoza a Buenos Aires: a última hora del domingo recibieron un correo electrónico en el que se les anunciaba que su vuelo de la noche del lunes había sido cancelado. El conmutador de Flybondi, saturado, era inaccesible. Finalmente, el vuelo apareció reprogramado para las 20 del martes. Cuando llegaron al aeropuerto se enteraron de que la salida sería a las 22. Cuando se disponían a atravesar los controles de seguridad, les informaron que la salida sería a la medianoche. Y cuando finalmente embarcaron, vieron como en la pantalla cambiaba mágicamente el destino: ya no aterrizarían en el Aeroparque sino en Ezeiza.

Este comportamiento de Flybondi es un problema que excede a la empresa y afecta al mercado aerocomercial en su conjunto. Si la gran apuesta por “la libertad de volar” funcionó tan mal, muchos pueden tender a creer que impulsar la opción de una línea aérea privada y low-cost es un error y que la Argentina debe sostener una línea aérea estatal, cosa que no tiene ningún país comparable.

Es decir: los desaguisados de una empresa privada tienen consecuencias que van mucho más allá. Si Flybondi funciona como funciona, la idea, razonable, de que el Estado no debe ser dueño de una línea aérea y mucho menos cubrir su déficit, puede perder sustento, porque la realidad es que Aerolíneas fue la salvación de miles y miles de pasajeros desatendidos en estos meses por Flybondi.

Mario Folchi, abogado especializado en Derecho Aeronáutico, tiene 89 años y lleva 64 ejerciendo la profesión. Lo vio todo: la fundación de Aerolíneas Argentinas en 1950, su venta a Iberia y el Grupo Marsans en los 90 y su posterior re estatización.

“Aquella privatización en los años de Carlos Menem fue una cosa mal hecha, no hubo una visión del sistema de transporte aéreo. Vea lo que sucedió en Brasil: Varig quebró en el primer gobierno de Lula, y al Estado no se le movió un pelo, y eso que era la línea aérea latinoamericana más grande del momento. Hoy el sistema de transporte aéreo brasileño es mucho mejor que antes”, aseguró a elDiarioAR.

El experto rebate la idea de “línea aérea de bandera” que esgrimen amplios sectores de la política, la sociedad y, especialmente, los sindicatos de Aerolíneas Argentinas. “La línea de bandera es una expresión absolutamente demagógica que no tiene sentido en ningún lugar del mundo. Dejó de existir. Todos los gobiernos se deshicieron de sus empresas aéreas y quedaron en manos privadas. Un ejemplo es British Airways, que tenía rémoras parecidas a las de Aerolíneas, y hoy es una empresa privada que funciona muy bien”.

La línea de bandera es una expresión absolutamente demagógica que no tiene sentido en ningún lugar del mundo. Dejó de existir. Todos los gobiernos se deshicieron de sus empresas aéreas y quedaron en manos privadas

Mario Folchi — abogado especialista en Derecho Aeronáutico

¿Y el caso de Flybondi? Folchi cree que “existe un enfrentamiento por, aparentemente, fallas de ambas partes”. Y añade, por si no fuera evidente: “El mercado aerocomercial argentino funciona como el país: mal”.

SF/JJD

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