Crece el número de líneas aéreas que no obliga usar mascarilla, pero la medida es acotada
20/04/2022 Aero-naves.com – Nota
Con el término de la obligatoriedad del uso de mascarillas en algunos países de Europa y ahora en los Estados Unidos, aumenta el número de líneas aéreas que ya no obliga a utilizar mascarillas a bordo. La medida forma parte del efecto “bola de nieve” que se espera en el sector a medida que se flexibilizan las restricciones impuestas hace dos años.
El uso voluntario de mascarilla o barbijos en los viajes aéreos todavía es limitado en el mundo. Prácticamente se reduca a parte de Europa y los Estados Unidos. Si bien la industria aérea espera que los cambios en las políticas gubernamentales generen un cambio gradual, la obligatoriedad de la mascarilla sea la última restricción en eliminarse y quizás la más difícil.
A lo anterior, también se deben considerar factores políticos, especialmente en la forma como los distintos Gobiernos abordan la pandemia y factores culturales de los países. En Asia, por ejemplo, donde se mantienen las medidas COVID-19 más estrictas pueden que no existan cambios en el corto plazo, especialmente cuando el uso de la mascarilla se aplica desde hace años como un tema social o determinado por la contaminación.
En Europa, las líneas aéreas que no exigen barbijos son British Airways, easyJet, Icelandair, Jet2, Norwegian, SAS, TUI y Virgin Atlantic. En los Estados Unidos, Alaska Airlines, American Airlines, Delta, JetBlue, Southwest y United, entre otras, ya no exigen mascarillas en rutas domésticas, así como en las terminales aéreas.
No obstante, algunas advierten que puede haber excepciones como los vuelos internacionales o en ciertos lugares bajo ordenanzas locales. Por ejemplo, British Airways indica que el uso de mascarillas sigue siendo obligatorio dependiendo del destino, sujeto a las políticas sanitarias locales.
Algo similar es posible encontrar en easyJet o en Icelandair. En la LCC británica el uso voluntario de barbijos es voluntario en vuelos dentro del Reino Unido y entre ese país y Gibraltar, Dinamarca, Islandia y Hungría. En el resto de las rutas sigue siendo un requisito obligatorio. En Icelandair el cambio de la medida sólo aplica en vuelos desde Islandia, pero en destinos hacia Alemania, Francia o Suiza continúa siendo obligatorio.
En los Estados Unidos, el cambio en la normativa permite que una gran cantidad de vuelos vuelvan a la normalidad en lo que a experiencia de viaje se refiere. Por la cantidad de rutas aéreas dentro del país, frecuencias y número de operadores, el término del uso obligatorio de las mascarillas puede ser más amplio que en Europa. Pese a ello, sólo aplica dentro del territorio estadounidense. Los vuelos internacionales continúan -en la práctica- rigiéndose por las restricciones de destino.
Si bien el número de compañías aéreas que establece el uso voluntario de mascarillas aumenta desde las últimas semanas de marzo, la aplicación de la medida es muy acotada. Prácticamente, se reduce a países que han retirado las restricciones COVID-19 en su territorio o regiones con una cierta política común. Por ejemplo, el Reino Unido o la península Escandinavia.
El cambio en la normativa abre un escenario de alta confusión para los viajeros. También genera más cuestionamientos respecto a las políticas sanitarias aplicadas exclusivamente para el COVID-19. Una de las controversias es por ejemplo la discriminación que existe entre actividades y/o lugares en que aplican las medidas, como si el virus del SARS-CoV-2 “se activase” en ciertos lugares o a ciertas horas.
KLM, por ejemplo, no comparte la decisión del gobierno de los Países de Bajos de eliminar el uso de las mascarillas en el transporte público, pero las mantiene en los aeropuertos y en los aviones. La línea aérea busca abandonar el uso de mascarillas en el corto plazo.
La falta de criterios científicos comprobados en las normas aplicadas por los Gobiernos provoca este tipo de interrogantes y elevan los cuestionamientos. Al respecto, la industria aérea insiste desde el primer día que es necesario que todas las medidas que se adopten siempre sean racionales, basadas en la ciencia y no en la política, como ocurre desde 2020.