A los botes (de nuevo): El Coronavirus y su impacto en la aviación comercial

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Mientras las preguntas se acumulan desde el punto de vista de lo sanitario, la industria de la aviación comercial se enfrenta a una nueva crisis, que se suma a la anterior, y a la anterior, y a la anterior. La coyuntura hoy obliga a un parate que no es inédito, pero cuyo contexto es increíblemente complejo.

Uno se siente tentado a decir que la gran crisis que romperá todo es ésta, pero la verdad es que en una actividad tan cíclica como la aviación, no será ni la primera ni la última etapa complicada. Históricamente la aviación se enfrentó a estos demonios. Y, no sin una cuota de sangre, ganó y siguió creciendo. Tal vez hoy lo que esté en duda es qué tanto le costará retomar la senda de crecimiento, y a qué costo. Material y humano.

Los parates de cada gran crisis en la aviación. El 11/9, como el gran pozo. después del cual todo cambió.

Pero no hay mal que por bien no venga, diría alguno: hace diez meses la crisis terminal era la del 737 MAX, que todavía no termina y a la que paradójicamente esta situación del COVID-19 le viene de pelos. Porque el descenso abrupto de la demanda obliga a los operadores a frenar los planes de expansión que -hasta hace poco más de un mes- estaban limitados por los cientos de aviones que Boeing no había podido entregar.

Pero más allá de este pequeño guiño de la historia al fabricante que venía lidiando con el año más olvidable de su existencia, la cosa está complicada.

Hoy se supo que United recortará en Abril un 20% adicional de la oferta de vuelos internacionales -en general, no sólo en las rutas que ya estaban suspendidas- y un 10% de las domésticas, además de medidas de emergencia financiera muy importantes: suspensión de contrataciones, licencias voluntarias sin goce de sueldo, diferimiento de pago de aumentos. El alcance de las medidas en la red de destinos se conocerá el 7 de marzo, pero se anticipa fuerte en la región de Asia, y ya se trabaja para evaluar y decidir sobre la capacidad ofrecida en Mayo.

No es la primera ni será la única empresa que tome estas medidas: el Grupo Lufthansa anunció que desprograma 150 aviones del servicio, y otros operadores globales van por el mismo camino. JetBlue anunció también una reducción del 5% de su oferta y según varias fuentes de compañías Norteamericanas, la lista crecerá más temprano que tarde.

Agregar a Flybe al listado de víctimas del Coronavirus es polémico, ya que venía desangrándose hace por lo menos dos años, con una marcada debacle en el último semestre. Pero seguro que podemos usarla de ejemplo: en este contexto, los operadores que presentaban dificultades antes del brote estarán exponencialmente más debilitados.

La región Asiática, motor del crecimiento de la industria en esta última década, se ve severamente afectada. No es de extrañar que colosos alguna vez sólidos como Cathay Pacific o Hong Kong Airlines colapsen como consecuencia de esta crisis.

Además del segmento de viajero de placer y la industria del turismo, la verdadera gallina de los huevos de oro está eligiendo guardarse: el viajero corporativo ya está recibiendo la orden directa de minimizar los viajes o suspenderlos del todo.

Este perfil de pasajero altamente codiciado por las aerolíneas -la necesidad de viajar es mayormente repentina y por tanto, nadie se sonroja a la hora de arrancarle la cabeza con el precio del pasaje- está tomando en cuenta el riesgo sanitario, y su empleador también. Si el segmento corporativo se retira del mercado aerocomercial hasta que todo esté controlado, los generosos ingresos que suplían muchas veces la baja rentabilidad del pasajero ocasional serán escasos.

Como decíamos, no es la primera crisis, ni será la última. En un mundo interconectado como el actual, si la cuestión sanitaria nos obliga a parar la pelota de los viajes, el crecimiento -y la dependencia- del transporte aéreo se verá en la necesidad de replantearse. Dependerá de la expansión, letalidad y duración en el tiempo de la pandemia. También corresponderá a quienes tratamos estos temas no sucumbir al omnipresente virus de las redacciones: el morbo. Y deberemos tratar el COVID-19 con honestidad, sin agrandarlo ni minimizarlo. Esperar lo mejor, contar lo bueno y lo malo y ser ascépticos en el tratamiento.

Y ya que estamos, lavarnos las manos.

Fuente: aviacionline.com

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