El Caballero Negro de Malta y el Cóndor Riojano: los aviadores argentinos en las guerras mundiales
22/10/2022 TN.com.ar – Nota
En total, fueron 550 los pilotos argentinos que pelearon para los británicos en la Segunda Guerra, conformando el legendario escuadrón “Patoruzú”. Las historias casi desconocidas de Kenneth Charney y Vicente Almandos Almonacid.
La historia tiene múltiples facetas. En el caso del relato histórico argentino, hay preponderancia de los hechos políticos, de las gestas bélicas y la fascinación por algunos personajes sobresalientes. Pero siempre se toma en este caso lo ocurrido con ellos en el país. Eso ha provocado que no se haya indagado lo suficiente en los tiempos europeos de José de San Martín, de Manuel Belgrano, de Juan Martín de Pueyrredón o en los exilios americanos de Juan Bautista Alberdi o Domingo Faustino Sarmiento.
Sin duda, vale rescatar a los argentinos que se destacaron en las guerras mundiales peleando por alguno de los países beligerantes. Eso engrandece nuestra historia de la aviación, muy rica en sus protagonistas en el territorio nacional, que se convierte en legendaria cuando ampliamos la mirada de la investigación. Por eso, es muy amable recordar a Kenneth Charney y a Vicente Almandos Almonacid: ases de la aviación mundial volando bajo distintas banderas, ambos nacidos en la Argentina.
Este quilmeño nacido en 1920 se convertiría en un as de la aviación británica cuando llegó a Malta en 1940 para defender la bandera de sus padres. Supo conocer a Antoine de Saint-Exupéry cuando el francés piloteaba los primeros aviones rumbo a la Patagonia, a principios de la década de 1930. En la Segunda Guerra Mundial, Charney se enroló como voluntario en la Real Fuerza Aérea a los 22 años, bajo el número de legajo 112.709. Vale destacar que fueron más de 550 los pilotos argentinos que pelearon para los británicos conformando el legendario escuadrón “Patoruzú”, cuyos aviones lucían en el morro la estampa del cacique creado por Dante Quinterno.
Es destinado a la isla mediterránea de Malta, donde logra su primer derribo y adquiere su nombre legendario: “Caballero Negro”, debido a su táctica de ir de frente contra los bombarderos alemanes, para dispersarlos y luego cazarlos uno a uno. Fue condecorado en el palacio de Buckingham, siendo recibido por el propio rey Jorge VI, con la Cruz de Vuelo Distinguido por la conducción de su escuadrón, que fue fundamental para evitar la derrota británica. Sus triunfos no alcanzaban a reparar la tristeza que le causaba la muerte de sus amigos pilotos.
Se convirtió en un as, con ocho derribos confirmados, cuatro posibles y ocho aviones enemigos severamente dañados. Peleó en el frente francés, en el Pacífico y al terminar la guerra se convierte en el piloto del último virrey de la India. Hacia 1951, su temperamento le jugó una mala pasada que pagó con una larga enfermedad: durante una prueba atómica en la zona de la isla Natividad, en el océano Pacífico, volando en su avión decidió atravesar el hongo que la detonación había provocado. Lo hizo para probar las consecuencias de la radiación en la aeronave.
Decoló en el “Warrior”, que tiempo después se convertiría en el “Independencia”, el primer portaviones argentino. Fue agregado militar en Pakistán e instructor aéreo en Arabia Saudita.
En 1970 se retiró de la RAF y cinco años después decidió radicarse en Andorra. Sus amigos dicen que buscaba un lugar para esquiar, escuchar buena música y disfrutar de la fotografía. En el combate contra sus recuerdos y su soledad, comenzó a beber en demasía, y poco tiempo antes de morir, en 1980 se casó con June Cherry. El 3 de junio de 1982 falleció este impresionante personaje en La Massana, devorado por un cáncer. Pocos asistieron a su entierro y no deja de llamar la atención que su muerte se produjo durante la guerra de Malvinas.
Kenneth Charney había soñado con reposar para siempre en su tierra natal. Claudio Maunier, un gran historiador bahiense, logró ubicar la ignota tumba en el Cementerio del Bosque de la Quera, en Andorra, y logró que se colocara una placa que dice: “Aquí fue enterrado Kenneth Langley Charney, héroe de la II Guerra Mundial”. Finalmente, el 9 de mayo de 2015, un avión de Aerolíneas Argentinas repatrió su ataúd.
La anécdota genial de ese último viaje de Charney es que lo piloteó Ronnie Scott, veterano de la guerra mundial, quien pidió a los pasajeros que se entonara el himno nacional argentino en homenaje a un “héroe de la libertad”. Hoy Scott es el más anciano de los veteranos con sus 104 años. Charney yace hoy en el Cementerio Británico de Buenos Aires, la institución civil más antigua de la Argentina.
El “Cóndor Riojano” nace en 1882 u 83 en Chilecito. Estudia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en la Escuela Naval Militar y se recibe de ingeniero en la Universidad de Buenos Aires. Espíritu inquieto, en 1910 se deja llevar por la fascinación de la llegada de pilotos y aviones franceses que se sumaron con sus acrobacias a la fiesta del Centenario. En 1913, diseña un aeroplano y lo presenta en la base aérea de El Palomar, llamándolo “Aeromóvil”. Un comité técnico lo aprobó, pero no recomienda su fabricación industrial.
Decidió entonces viajar a París, donde se entrevista con Alexandre Gustave Eiffel, el célebre ingeniero, quien lo anima a registrar su invento con el N° 10.5868 en la Oficina de Patentes de Francia. Almonacid se presentó, sin hablar francés, en el aeródromo de Farman, cerca de Versailles y fue confundido con un experimentado aviador. Subió al avión, despegó y logró el dominio del aeroplano. Al aterrizar fue recibido con ovaciones por quienes desde entonces fueron sus colegas. El 13 de octubre de 1913 recibió el brevet (licencia de vuelo) como piloto aviador internacional.
En 1914, comenzó la Primera Guerra Mundial. Almandos se enroló en la Legión Extranjera y fue admitido como piloto militar. Fue el primer hombre en volar de noche como misión de guerra. Él mismo cuenta su experiencia: “Entré de soldado aviador, y fui incorporado a una escuadrilla que operaba en el campo atrincherado de Paris. ¡Poco peligro, che!… Y entonces empezamos a hacer vuelos de noche sobre la gran urbe. ¡Muy emocionante, che, y no exento de peligros!”.
El 3 de julio, al caer prisionero el legendario piloto Roland Garros, el riojano lo reemplaza y sus compañeros lo bautizan como el “Buitre de las Sierras”. Hay que destacar que todos sus grados militares los obtuvo en combate. Se recuerda aún su legendaria persecución aérea a pistola de un alemán, al que logró derribar. Condecorado, participó en el desfile de la victoria, pasando bajo el Arco del Triunfo parisino, en el que se encuentra inscripto su nombre. A fines de ese año, regresó a la Argentina. Fue recibido por una multitud como el “Centinela de los Andes”.
En 1925, la francesa Compagnie Génerale Aeropostale contrata a Almandos para el trazado de las rutas aéreas en la Argentina. El riojano puso como condición que la filial que operara en el país debía tener mayoría de capitales nacionales. Así nació el 5 de septiembre de 1927 la “Aeropostal Argentina Sociedad Anónima”, que lo contó como socio, director, gerente y jefe técnico. En poco tiempo, la empresa unía el cono sur con vuelos desde Buenos Aires a Asunción, Montevideo y Santiago de Chile, y a todos los rincones argentinos. Almonacid contrató como su piloto jefe a Antoine de Saint-Exupéry, el legendario escritor autor de “El Principito”, quien comenzó la operación de los aeródromos patagónicos. Junto a él volaron Jean Mermoz y Henry Guillaumet. Esta epopeya está relatada por Saint-Exupéry en su libro “Tierra de Hombres”.Al estallar la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, Almandos ofrece sus servicios, en nombre de la libertad y la justicia, al pueblo guaraní. En esa guerra, se produjeron los primeros combates aéreos de la historia americana. En 1935, fue nombrado cónsul y conservador de la casa de Boulogne Sur Mer donde murió José de San Martín, cargo que ocupó durante seis años. Frente a la invasión nazi, abandonó Francia en octubre de 1941.
Fue trasladado como cónsul a Concepción en Chile, y regresó definitivamente al país en 1945. Apenas fundada Aerolíneas Argentinas, uno de sus aviones fue bautizado con su nombre. El “Rastreador de Estrellas” falleció el 16 de noviembre de 1953 en Buenos Aires. El velatorio se realizó en la Unión de Excombatientes Franceses, entidad que había presidido y fue sepultado en el cementerio de Olivos, en las afueras de la capital argentina.